10 de septiembre de 2025
“Micrometeoritos”: el extraordinario fenómeno que vivió un grupo de geólogos en Salta

Lo que en un principio pareció una pedrada fue identificado luego como polvo cósmico tras el análisis de académicos que presenciaron el impacto sobre sus vehículos durante una excursión en Chicoana
El asombro inicial dio paso a una inspección minuciosa del material. No eran piedras comunes ni fragmentos arrastrados por el viento. Lo que había golpeado los vehículos era polvo cósmico: micrometeoritos, fragmentos diminutos que viajan por el espacio durante millones de kilómetros antes de alcanzar la superficie terrestre.
La magnitud del hallazgo no pasó inadvertida para otros especialistas. Consultados por Alonso, algunos compararon el caso con el célebre episodio de Peekskill, en Estados Unidos, donde en 1992 un meteorito de varios kilos atravesó la parte trasera de un auto, convertido luego en una pieza de colección. Otro especialista sugirió extraer los restos de los micrometeoritos que pudieran haber quedado incrustados en los cristales para analizarlos en profundidad.
“Fue todo muy rápido, como si nos tiraran una ráfaga de piedritas invisibles”, resumieron los estudiantes que formaban parte del grupo. El desconcierto fue compartido: no había factores visibles que explicaran el fenómeno. Solo los daños materiales y el registro de una experiencia singular.Chicoana, además, no es ajena a episodios poco comunes. Años atrás, los trigales cercanos a la ruta de acceso al pueblo fueron escenario de los conocidos agroglifos, figuras geométricas en los cultivos que dieron pie a diversas interpretaciones, desde eventos atmosféricos hasta especulaciones vinculadas con presencias no identificadas. En este caso, sin embargo, la explicación provino directamente del campo científico, con observadores calificados que identificaron de inmediato la naturaleza del fenómeno.La llegada de polvo interplanetario a la Tierra es un fenómeno constante. Se estima que cada año caen miles de toneladas de partículas microscópicas sobre la superficie del planeta. En su mayoría, terminan en los océanos, aunque también pueden encontrarse en lugares insólitos: sobre techos, plazas, prendas de vestir e incluso en el cabello humano.