17 de mayo de 2024
La extraña desaparición de una familia durante una década y una escalofriante confesión en TV con récord de audiencia
La familia Carretta, de la ciudad de Parma tenía programado un viaje, pero nunca nadie más los vio. Desaparecieron de la faz de la Tierra. Un llamado anónimo a un programa de la televisión pública italiana ayudó a dar con la casa rodante de la familia, que no tenía ningún signo de violencia. Diez años más tarde, el caso que obsesionó a los italianos, encontró una respuesta inesperada
En la entrevista, el comportamiento de Ferdinando fue inicialmente reservado y casi evasivo. Había una tensión palpable. Rinaldi, por su parte, abordó la entrevista con determinación y sensibilidad. El clima cambió cuando Rinaldi, buscando llegar al fondo del asunto, hizo una pregunta que tocó una fibra sensible en Ferdinando: “¿Y si tus padres no pudieran oír?”. Esta pregunta, simple pero cargada de significado, pareció desencadenar una respuesta emocional. Bajó la mirada y después de una pausa que pareció eterna, el entrevistado levantó la mirada y comenzó a relatar detalladamente los eventos del fatídico día. Describió el acto, los momentos previos y el macabro detalle de cómo escondió los cuerpos. Rinaldi recordaría más tarde cómo el olor de la muerte fue mencionado por Ferdinando, un detalle que le confirmó la veracidad de la confesión debido a su crudeza y precisión.
¿Cómo podía un hijo y hermano transformarse en el verdugo de su propia familia? Esta pregunta resonó en los hogares italianos mientras Ferdinando describía la meticulosa eliminación de los cuerpos. Según su relato, después de cometer los asesinatos, ocultó los cuerpos en el baño de su casa, limpió la escena del crimen con precisión quirúrgica y, al día siguiente, según detalló, escondió los cadáveres en el vertedero de Viarolo, cerca de Parma. No obstante, nunca se encontraron los cuerpos ni el arma homicida.
La emisión de la confesión de Ferdinando en el programa “¿Quién lo ha visto?” de la RAI, un formato televisivo dedicado a resolver casos de personas desaparecidas de forma misteriosa, tuvo un rating sin precedentes, casi 3 millones y medio de televidentes. Sin embargo, la manera en que esta confesión fue obtenida y posteriormente transmitida generó un debate encendido sobre la responsabilidad ética de los medios.
Un tema de debate tras otro
El juicio de Ferdinando Carretta, que tuvo lugar en 1999 en el Tribunal Penal de Parma, marcó un nuevo capítulo. Fue declarado culpable de triple asesinato, pero el tribunal también lo consideró incapaz de entender y de voluntad, lo que llevó a su internación en el hospital psiquiátrico judicial de Castiglione delle Stiviere. Tema que generó otro debate en la sociedad sobre la adecuada penalización y el tratamiento de criminales con trastornos mentales graves.
Durante su tiempo en el hospital psiquiátrico, Ferdinando Carretta recibió tratamiento intensivo y, eventualmente, su condición mejoró al punto que, en febrero de 2004, fue trasladado a la residencia psiquiátrica “Podere Rosa” de Sanitalia bajo un régimen de semilibertad. Dos años más tarde, en 2006, Ferdinando abandonó el Hospital Psiquiátrico Judicial y se mudó a Forlí, donde comenzó una nueva vida marcada por el trabajo en una cooperativa.
La comunidad local recibió a Ferdinando con escepticismo y cautela. A pesar de su nueva vida, la sombra de los crímenes nunca dejó de perseguirlo, y él mismo expresó en varias ocasiones remordimiento por sus acciones, especialmente hacia su familia.
La casa que compró en Forlí fue posible gracias al producto de la venta de la casa familiar en Parma, donde había cometido los asesinatos. Esta decisión de comprar una propiedad y establecerse en una nueva ciudad fue un paso significativo en su intento de reconstruir su vida y reintegrarse en la sociedad. Sin embargo, esta acción también generó debate y especulaciones sobre la procedencia de los fondos y la ética de permitir que Carretta se beneficiara de los activos vinculados indirectamente a su crimen.
En 2015, Ferdinando fue encontrado muerto en su domicilio a la edad de 61 años, un evento que revivió el interés en su caso y sus implicaciones morales y legales. Su muerte cerró definitivamente el caso judicial, pero dejó abiertas muchas preguntas abiertas.