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1 de diciembre de 2025

Relatos sobre la visita histórica de Lady Di a Gaiman: caricias a niños, un sorbo de té y una mirada melancólica

El 25 de noviembre de 1995, la princesa de Gales realizó una visita que dejó una huella imborrable en Gaiman. Treinta años después, sus habitantes reconstruyen aquella jornada en la que llegó a la Patagonia para avistar ballenas y compartir un té galés. El fotógrafo que la siguió de cerca, la viuda del intendente y las maestras jardineras que formaron el cordón de niños evocan sus gestos, su calidez y la cercanía que la caracterizaba

>Hace 30 años, el encantador pueblo de Gaiman, de origen galés, rompió su apacible rutina por una visita inesperada que duró apenas ocho horas, pero marcó su historia: la presencia de la princesa de Gales, Lady Di. Tras permanecer dos días en Buenos Aires, donde fue recibida por el entonces presidente Carlos Saúl Menem, la princesa subió al Tango 01 y voló rumbo a la Patagonia.

Tras completar su agenda porteña, voló a Madryn en uno de los aviones presidenciales. El motivo era disfrutar del avistaje de ballenas y visitar Gaiman, una localidad profundamente marcada por la cultura galesa desde que, a fines del siglo XIX, una importante cantidad de habitantes de esa nación emigraron hacia una Patagonia entonces casi deshabitada, que ofrecía tierras infinitas y facilidades para poblar distintas zonas de Chubut.

Andrés Bonetti fue el único fotógrafo autorizado a integrar la comitiva durante la estadía de Lady Di y a registrar los momentos clave en Puerto Madryn y Gaiman. Contratado por la gobernación para documentar el recorrido y distribuir las imágenes a los medios nacionales e internacionales, siguió a la princesa de cerca. Fue un privilegio excepcional: la mayoría de los fotógrafos enfrentó restricciones estrictas y solo pudo seguirla desde lejos, ya que las autoridades habían dispuesto un operativo de seguridad inusualmente férreo para mantener a la princesa alejada del asedio mediático. La cobertura local estuvo atravesada por ese distanciamiento forzado.

Andrés recordó que, tras la entrevista con la BBC, “los medios estaban alborotados y la seguían a todos lados”. Y agregó: “Yo no soy reportero gráfico, pero siempre he sacado fotografías de todo tipo. Me propusieron a mí; querían un fotógrafo que no fuera paparazzi ni de prensa porque lo primero que pidió ella al venir a la Argentina era que no quería ninguna entrevista, ni fotógrafo cerca, ni que la acosaran. Pero, a la vez, el Gobierno quería la oportunidad de hacerle la foto, porque sabían que iba a ser una movida y una promoción acá. Venía a hacer un avistamiento de ballenas y a conocer Gaiman. Así que acepté con gusto”.

“Ella venía muy tensa”, contó el fotógrafo que estuvo atento a lo que transmitían sus ojos verdes, que los definió como profundos, introspectivos, porque por momentos su mirada parecía perdida en sus pensamientos. “Después, en la lancha se relajó. Hay una foto en la que está apoyada en el borde, mirando a la ballena, con la mirada fija. Noviembre es un mes en el que las ballenas están lejos y es difícil encontrarlas. Y ahí salieron, a 500 metros. Había una ballena que se quedó y estuvo un largo rato. Ella estaba con una sonrisa. Fue un buen avistaje el tiempo que duró”.

Olga Vitali, viuda del cinco veces intendente de Gaiman, Raúl Mac Burney, y directora del Nivel Inicial de la Escuela415 Mair Ap Iwan, recordó para Infobae aquel día en que Gaiman se transformó en el pueblo que visitó Lady Di.

Contó que habían llegado numerosos medios acreditados. “Se decidió que se la iba a recibir en la plaza de Gaiman. El frente da a la calle Ingenio Tello, que es la principal, y la parte de atrás da a la costanera, la Hipólito Yrigoyen. En el medio está el monumento a Cristóbal Colón. Ella iba a caminar hasta el monumento, rodearlo y pararse mirando al municipio, donde iba a estar la prensa tras un vallado. Todo se organizó un mes antes, bajo absoluta reserva”.

“Después la trajeron en una combi hasta la plaza. El tema era qué cordón hacer para que la gente no se acercara, no la tocara… porque, bueno, el cholulismo”, recuerda Olga entre risas. “Como ella había sido maestra de un kindergarten y yo era en ese momento directora de un jardín, le digo a mi marido: ‘¿Y si hacemos un cordón con los chiquitos del jardín?’”. La idea fue aprobada: “Nadie se va a llevar por delante una cantidad de chiquitos, ¿cierto?”.

Las gemelas Marcela y Graciela Silhanek, descendientes de galeses y maestras jardineras ese día, estaban allí formando el cordón con los alumnos. Marcela, cuyo bisabuelo nació en Gaiman y cuya madre hablaba galés hasta aprender castellano en la escuela, explicó el origen de la colonia: “En 1865 desembarcaron los primeros colonos en Puerto Madryn en el barco Mimosa. Pronto descubrieron el valle del Chubut y Gaiman fue el primer municipio fundado por los galeses, aunque su nombre es indígena: quiere decir piedra de afilar”.

Olga también reparó en su actitud hacia los niños. “Fue dulce. Se acercó a acariciar. Tenía un dejo de tristeza en los ojos. Convengamos que siempre tuvo una mirada triste. La tuvo acá también; no sé si era tristeza o su forma de mirar. Venía de algo muy difícil, de una separación. La vi muy cariñosa y sencilla. Lo primero que hice cuando se acercó fue entregarle el bouquet, y ella hizo una inclinación de cabeza en señal de agradecimiento”.

La visita, que comenzó a las 10 de la mañana y terminó a las 6 de la tarde, tuvo su última parada en la casa de té Ty Te Caerdydd, que llevaba apenas un año abierta. Según contó Olga, la seleccionaron por su ubicación estratégica: la más tradicional estaba junto a la plaza y allí se agolparía el pueblo.

“Nos dirigimos a la casa de té, que está a orillas de un canal, y ahí nomás, el río. Esa casa era estratégica porque tiene una entrada y una salida, por si se necesitaba. Todo el periodismo estaba apostado detrás de los arbustos, y delante estaba el canal. Aunque quisieran, no se podían acercar. Pero las cámaras tenían unos zoom… para qué hablar”, recuerda.

También recibió un cuadro con la imagen de una ballena, tomado por Bonetti, el fotógrafo de la comitiva. Él recuerda: “Me dijo muchas gracias, que el cuadro iba a ocupar un lugar muy especial y que iba a tratar de volver con sus hijos al año siguiente porque amaba a las ballenas. En ese momento dije ‘wow’, no pensé que me fuera a hablar”.

Miguel Mirantes, propietario de Ty Te Caerdydd, recordó que la casa permanece cerrada desde la pandemia, aunque planean reabrirla con sus características originales. Sobre aquella visita, dijo: “Había mucha gente de prensa, unas 600 personas, un montón de custodias. Fue un día muy movido, un día que esperábamos. Durante un mes tuvimos que mantenerlo en secreto. No querían que se divulgase”.

La visita de apenas unas horas, que alcanzó a dejar una huella profunda en Gaiman, se produjo 645 días antes de su trágica muerte, el 31 de agosto de 1997, cuando el mundo la lloró.

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