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25 de noviembre de 2025

La historia detrás de la foto de Néstor Kirchner y su ahijado presidencial, 20 años después: “No quiero dar lástima, necesito ayuda”

Brian Ojeda tiene 24 años, vive en Rosario y sufrió la amputación de media pierna tras ser arrollado por un tren, cuando apenas tenía 9. “Cuando ya no les servía mi presencia, se borraron todos”, se lamentó en alusión a los políticos. Hoy, necesita $7.000.000 para una nueva prótesis

>Brian Ojeda tiene 24 años, vive en Rosario y es uno de los 328 ahijados presidenciales que tuvo Néstor Kirchner durante su mandato, de acuerdo a lo que dicta la ley. Ser el séptimo hijo varón de una familia numerosa les posibilitó a sus padres, Roxana y Abel, tramitar el “padrinazgo oficial” y acceder a una beca de estudios de por vida.

Fue recién el 20 de junio de 2005, que Brian conoció a su padrino. Néstor Kirchner había visitado la ciudad para celebrar el Día de la Bandera y su madre hizo hasta los imposible para que su hijo lo conociera y pudiera fotografiarse junto él. Y lo logró.

Y así fue como, sin invitación ni contactos, los dos llegaron al Monumento a la Bandera, cerca de las siete de la mañana. Dieron varias vueltas tratando de acercarse al escenario, y colacarse justo entre las vallas y la custodia. “Mi mamá no paró hasta estar al lado de Néstor y Cristina”, recordó Brian en diálogo con Infobae, con una mezcla de ternura y gratitud.

Lo que nadie sabía —ni siquiera ellos mismos— era que esa foto marcaría un antes y un después en sus vidas. No por la política, sino por el destino.

El 4 de septiembre de 2010, cuando Brian tenía apenas 9 años fue arrollado por un tren cerca del puerto y tuvieron que amputarle media pierna izquierda. Ese accidente lo cambió todo, y desde entonces su lucha continúa siendo cuesta arriba: quiere caminar sin dolor y vivir con la dignidad que el Estado alguna vez le prometió.

Esa tragedia les permitió recibir una importante ayuda por parte del Ministerio de Desarrollo Social, que en aquel momento era dirigido por Alicia Kirchner: les hicieron entrega de una casa propia.

La recuperación fue larga, dolorosa y exigente. Brian pasó por rehabilitación, natación y muchas terapias. Aprendió a caminar con prótesis desde muy chico. De niño, se la cambiaban todos los años porque iba creciendo. Después, cuando dejó de ser “un caso visible”, el acompañamiento político empezó a diluirse.

Vivió su adolescencia entre la escuela, la militancia heredada, y el intento de tener una vida normal con una pierna artificial. Su madre seguía yendo a actos, a marchas, a donde hubiera una ventanita mínima para reclamar lo que creía justo. “A veces era la única manera de que nos escucharan”, admitió Brian, quien contó que conoció Córdoba y Buenos Aires porque su madre lo llevaba a los actos kirchernistas.

Con el tiempo, él se alejó de la política. No por rechazo, sino por desgaste. “Cuando ya no les servía mi presencia, se borraron todos”, reconoció.

“Mi dieron $800.000 y con ese dinero pude construir mi casa en el fondo de la propiedad familiar”, relató el joven, quien hoy está cursando el último año del secundario y en diciembre recibirá el título. Ese que tuvo que postergar porque tuvo que salir a hacer changas para mantener a su familia cuando su papá falleció.

Confiado en que se le reactivará la beca para 2026, hoy, el obstáculo más grande de Brian no es la política, ni la economía, ni la falta de oportunidades. Es el dolor que tiene en su pierna porque la prótesis ya no le sirve y se le dificulta caminar.

Es que al fallecer su padre perdió PAMI, y desde entonces no tiene ninguna obra social. “Me dijeron que la prótesis que necesito cuesta $7.000.000 y es un número que no puedo afrontar”, se lamentó Brian, quien se gana la vida haciendo trabajos de pintura y cortando el pelo en la barbería de un amigo.

A pesar de todo, Brian sigue adelante. Va a pescar al río para desconectar, sale con sus amigos, proyecta un futuro junto a su novia y sueña con que el estudio le depare un destino mejor.

Hoy, él no pide fotos, ni actos, ni homenajes. Pide poder caminar sin dolor. Pide lo que la ley prometió. Pide dignidad. Porque detrás de aquella foto de 2005 hay una vida entera. Una vida real. Una vida que todavía está esperando ser atendida.

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