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14 de octubre de 2025

El retroceso de los glaciares antárticos en los últimos 30 años: cuáles son las causas y consecuencias

El biólogo marino y asesor científico Rodolfo Werner alertó en Infobae en Vivo sobre esta problemática. Un repaso por su trayectoria y por la actualidad del continente blanco

>“Durante los últimos 25 años me he dedicado a la Antártida”, repasó Rodolfo Werner, biólogo marino, asesor científico y miembro fundador de la Antarctic Wildlife Research Fund, en una entrevista con Werner profundizó en los cambios alarmantes que vive el entorno antártico, las consecuencias globales que están en juego y la complejidad de su gobernanza.

A lo largo de la entrevista, Werner hizo especial hincapié en la diferenciación de dos tipos clave de hielo en la Antártida. “En la Antártida hay que diferenciar dos tipos de hielo. Uno es el hielo marino, que es el mar que se congela en el invierno, la superficie del mar, y luego el hielo dulce, que es la precipitación, como los glaciares que tenemos acá en Argentina”, detalló. El científico subrayó que “en los últimos 30 años se observa un retroceso de los glaciares en determinadas zonas de la Antártida y una disminución del hielo marino”. Advirtió que “el aumento de la temperatura, tanto a nivel del agua como del aire, hace que se forme menos hielo marino y que, además, el hielo permanezca menos tiempo. Esto afecta muchos procesos”.

“El retroceso de los glaciares provoca que se desprendan grandes masas de hielo, como esas enormes barreras que suelen aparecer en las noticias. El hielo marino no se observa tanto, pero corresponde a esa porción del mar que se congela y cada vez se congela menos”, puntualizó.

Profundizó sobre los efectos a escala planetaria de este fenómeno: “Uno de los problemas principales es que los glaciares son reservorios de agua dulce, constituyendo las reservas más grandes del planeta. Si esa agua dulce se derrite en gran cantidad, el nivel del mar aumenta. Como en la Antártida hay tanto hielo, cualquier cambio tiene un efecto importante si continúa el aumento de temperatura, tanto en el agua como en el aire. Estos son procesos que llevan años y tienen muchas variables no del todo claras sobre cuánto puede recuperarse el estado anterior. Lo más importante hoy es intentar que esto no avance y reducir la velocidad de los cambios”.

Según Werner, el fenómeno climático en curso excede la variabilidad habitual de la naturaleza: “En los procesos ambientales hay fluctuaciones, pero se observa un aumento de temperaturas con una frecuencia mucho más acelerada. Antes, para que en determinado lugar se marcara una temperatura récord, podían pasar 50 o 60 años; ahora, esto se repite cada dos o tres años en algunos puntos. Es un fenómeno de enorme magnitud”.

“La discusión sobre si el cambio climático es producto exclusivo de la acción humana se presenta en muchos ámbitos. Los organismos científicos internacionales reúnen la información sustentada en el trabajo de cientos de científicos y sostienen que estos cambios están ampliamente documentados en datos verificables”, repasó el experto.

En su recuento histórico, Werner rememoró un contexto de tensión y competencia por la soberanía: “Tras la Segunda Guerra Mundial, la Antártida era un espacio marcado por tensiones y reclamos de soberanía de varios países, como Argentina, Chile, Reino Unido, Noruega y Francia, en un contexto fuertemente bélico. La creación del Tratado Antártico transformó a toda la región al sur del paralelo 60 en un área dedicada exclusivamente a la paz y la ciencia. La explotación de minerales fue descartada con el protocolo ambiental que luego se sumó al Tratado”.

Sobre la administración actual del continente, detalló: “Hoy, cincuenta y cuatro países forman parte del Tratado Antártico y veintinueve son Estados Parte. Las decisiones no se toman por votación sino por consenso. Cada país puede tener mayor o menor cantidad de bases según el sector de interés, que difiere entre, por ejemplo, Nueva Zelanda, Argentina o Chile. La Antártida está desmilitarizada y el personal militar tiene solo tareas logísticas. El tratado está vigente hasta 2048 y su eliminación supondría un proceso extremadamente complejo”.

Las cuestiones productivas y de manejo de recursos también formaron parte de las definiciones de Werner: “Respecto a las actividades económicas, la pesca en las aguas circundantes es relevante. Se desarrolla la pesquería de la llamada merluza negra, que en realidad no es una merluza: su nombre en inglés es Patagonian toothfish. Aunque se comercializa como merluza, no tiene relación con esa especie. Es una pesca valiosa”.

Werner destacó que en la Península Antártica, bajo el paraguas del Tratado, Argentina y Chile llevan adelante desde 2012 una iniciativa conjunta para crear un área marina protegida, “un trabajo de colaboración que atraviesa administraciones políticas”. Remarcó también que “estas áreas, junto a otras en el mar de Weddell y la Antártida Oriental (proyección de Australia), suelen ser bloqueadas por Rusia y China, por motivos geopolíticos y de acceso a recursos”.

Finalmente, alertó sobre la problemática de la pesca ilegal: “Hay pesca ilegal en la Antártida, no en el krill, pero sí en la merluza negra, tanto legal como ilegal, que ocurre sobre todo en el sector del océano Índico, donde se concentran las grandes pesquerías de esa especie”.

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