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6 de febrero de 2022

Un ingreso soberano a la Franja y la Ruta

Por Gustavo NG 06-02-2022 | 03:04



“El arte de la guerra” es uno de los libros clásicos chinos más vendidos en Argentina. Quien lo haya leído recordará esta frase de Sun Tzu: “Obtener cien victorias sobre cien combates no es lo mejor. Lo más deseable es someter al enemigo sin librar batalla con él”. China no parece desesperada por librar batalla contra los poderes mundiales que, obsesionados por ver su primacía amenazada, sí le lanzan zancadillas desde atrás allí donde no pueden alcanzarla (el 5G, por ejemplo).

El intelectual chino Zhang Weiwei ha explicado a China con esta figura: “imaginen que el Imperio Romano continuara hasta hoy. Eso es China, no un Estado-Nación, sino un Estado-Civilización”.

Fiel a su historia continua de civilización varias veces milenaria, China prefiere evitar la confrontación. Ha aprendido otros caminos más redituables. No busca el desmantelamiento de las Naciones Unidas, del FMI, de la Organización Mundial del Comercio. Participa de esas entidades, pero mientras, crea comunidades de naciones alternativas —en las que, también abrazada a la tradición de Asia Oriental, ella es el centro, que se fortalece cuando los demás se benefician.

La principal comunidad alternativa que ha creado China es la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Comenzó siendo un plan de conexión territorial con los países cercanos y muy rápidamente capturó toda la expansión planetaria de China, que sumó a los movimientos de “reforma y apertura” de Deng Xiaoping desde los 80, el desarrollo global con Xi Jinping desde 2012.

La proyección en el exterior ganó el Pacífico y así llegó a Argentina, el punto más alejado de China. Esa fue la hora en que China invitó a nuestro país, como a toda América Latina a formar parte de su Iniciativa de la Franja y la Ruta. En vez de firmar, los sectores poderosos de Argentina, comprometidos con los intereses norteamericanos, hicieron que el Gobierno caminara hacia el costado, como el cangrejo. El planteo desde la realpolitik es que hay que elegir entre dos amos, y que por pertenencia nos conviene seguir sometidos a Estados Unidos. Esto conlleva el problema intrínseco de esta estrategia, que es la renuncia a que sea un objetivo lo que resuelva la coyuntura y el problema de que se concibe a China como un amo igual que los Estados Unidos. Lo cierto es que el cambio de época que está imponiendo China es tan paradigmático, que no podemos saber qué tipo de “amo” será. Y, por supuesto, esta posición significa renunciar a toda soberanía.

A mitades del siglo pasado, Argentina supo aprovechar una escena internacional que demandaba lo que nuestro país producía. En 2004, nuevamente sacamos partido de un período favorable -China necesitaba soja, nosotros podíamos producirla. En los dos momentos, el mundo estaba cambiando de forma. En uno y otro, hicimos el comercio de matriz colonial, poco conveniente: exportar commodities e importar manufacturas. Es el que teníamos a mano, y había que alimentar a la sociedad. Sin embargo, una y otra vez se planteó superar ese esquema. En 2015, la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, en un discurso junto al presidente Xi Jinping, dijo: “El mundo de compradores y vendedores se va a ir diluyendo con el tiempo, porque van a surgir las necesidades estratégicas políticas de asociación”. Habló de superar el intercambio comercial instaurando una cooperación, en principio, en los campos de energía, logística, alimentación y ciencia y tecnología.

Fue una propuesta que abría la puerta a una relación entre pares, no entre una colonia y un imperio. Si China invita a la Argentina a integrarse a la comunidad de naciones de la Franja y la Ruta, Argentina puede sumarse desde esta posición. Para que todos los argentinos nos beneficiemos de las relaciones con China, no necesitamos estar alineados con China. Tenemos recursos para no estar obligados a alinearnos con nadie. Entre ellos, la inteligencia y una vena política de dignidad e independencia que está en nuestra tradición.
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