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7 de agosto de 2025

De Quilmes a Mozambique, el médico argentino que devuelve la vista: “En 10 minutos, una persona ciega por cataratas vuelve a ver”

Gerardo Valvecchia lidera una cruzada silenciosa contra la ceguera por esa condición, que afecta a millones de personas en el mundo. Desde 2017, operó a miles de personas que volvieron a ver

>Gerardo Valvecchia llega, literalmente, donde la oscuridad agobiaba a miles de personas y les devolvió la luz. Es médico oftalmólogo, pero sobre todo es un hombre que decidió que su profesión no se limite a un quirófano moderno o a un congreso científico donde solamente se hable de los avances en la materia.

Desde su consultorio en Quilmes hasta el Impenetrable chaqueño, Mozambique o Dakar, Valvecchia operó gratuitamente a infinidad de personas ciegas por cataratas. Lo hace con el respaldo de la Fundación Elena Barraquer —organización sin ánimo de lucro que lucha contra la ceguera evitable—, de la cual es embajador para Latinoamérica. Y lo hace con una vocación única. “La ceguera por cataratas es la única ceguera reversible. En 10 o 15 minutos el paciente vuelve a ver. Eso todavía hoy nos sigue emocionando”, le cuenta a Infobae.

“Yo soy oftalmólogo, trabajo en una clínica privada en Quilmes, pero siempre estuve en hospitales también y operamos a miles de personas. Pero siempre tuve esa necesidad de ayudar”, dice Valvecchia con sencillez, como quien enumera una costumbre diaria. Durante décadas operó a miles de personas en centros de salud, pero sentía que eso no era suficiente.

Durante un congreso en España, conoció a la médica oftalmóloga española Elena Barraquer, que hace campañas humanitarias en África y fundadora de la fundación homónima. “Era una de las disertantes del Congreso. Cuando terminó su exposición, me acerqué y le dije: ‘Elena, quiero ir a África con vos’. Me dijo que bueno... A los tres meses estábamos operando en Mozambique”.

Ese primer viaje le cambió la vida. Operó en medio de la nada, lejos de las ciudades, en condiciones impensadas, pero entendió que ese deseo de “hacer algo” y ayudar a quienes más lo necesitaban había comenzado. “Desde entonces, me convertí en parte de la Fundación Elena Barraquer. Fui unas seis o siete veces a África: Angola, Dakar, Mozambique. Pese a la enorme y gran experiencia, yo quería hacerlo acá, en Argentina”.

Desde entonces, su cruzada humanitaria no se detuvo: siguió en Chaco, Rosario, Córdoba, Neuquén, Tucumán. Cada campaña implica atender miles de personas, seleccionar cientos, conseguir insumos y montar quirófanos donde no los hay. “A veces usamos salones de clase y los transformamos en quirófanos. Llevamos todo: gasas, sueros, microscopios, lentes. La mayor incertidumbre la noche anterior es que no falte nada y todo funcione. Después, una vez que empezamos, ya fluye”, confía.

La labor es física y emocionalmente extenuante. “Terminamos muertos de cansancio. A veces operamos 70 pacientes por día, cada uno de los médicos. No sabés cómo sentarte, te duele hasta el ombligo... ¡Pero terminamos felices!”, dice con una sonrisa. “Te llevás más de lo que das”, asegura.

Cada paciente que llega a esos quirófanos improvisados es una historia que vale tanto como la propia. Una que lo conmovió fue la de un adulto mayor que vivía en la oscuridad de una casa de adobe en El Impenetrable chaqueño, y que se chocaba con todo. Todos los días, había un chico de la familia, quizás un nieto, que no iba a la escuela porque cuidaba a su abuelo ciego y le daba de comer. “No es sólo una persona que recupera la vista. Es toda una familia que recupera calidad de vida”, resume el hombre que hace tiempo perdió la cuenta de las cirugías gratuitas que realizó.

La pasión de Valvecchia por el ojo humano es profunda y científica. Aunque admite que no es una pasión que sienta haya nacido con él. “Lo decidí en el último año de medicina. Vi lo que era el ojo y me voló la cabeza. Pensá que, de punta a punta, mide 2,5 cm de punta a punta. ¡Es un órgano casi perfecto!: es un tejido con vida, que tienen que ser transparentes en algunos lugares para dejar pasar la luz. Es una lupa perfecta, muy difícil de imitar. El que nos hizo, sabía lo que hacía”, dice casi en broma y explica, de manera coloquial, el funcionamiento de los ojos.

Las causas que la provocan son múltiples: edad, golpes, diabetes no controlada, radiación solar, entre otras. Incluso bebés pueden nacer con cataratas congénitas. “Ahí el tiempo para tratarlo es clave. Cuanto antes se opera, mejor la recuperación visual. A veces operamos bebés de un mes de vida”, cuenta.

Con orgullo, dice que durante un tiempo, la Fundación Elena Barraquer tuvo un acuerdo con la Fundación Leo Messi que costeaba las operaciones pediátricas en África. “Era más ayuda para poder dar más ayuda. Hay mucha gente con ganas de ayudar, y eso está buenísimo”.

Las campañas futuras ya están en marcha: la próxima será a finales de agosto, en Córdoba, con apoyo de la Sociedad Oftalmológica local, volverá a El Impenetrable chaqueño. “Ya hicieron las pesquisas necesarias para poder operar 500 pacientes, pero capaz que atendés 3000. Es un trabajo previo enorme”.

Detrás de cada cirugía hay una filosofía de vida: devolver lo que la educación pública le dio. “Me formé en la UBA. Mis viejos me bancaron mientras estudiaba, pero la carrera fue gratis. Siempre tuve esa idea de devolver algo a la sociedad. Y la verdad, como cirujano, te llevás muchísimo más de lo que das. Es impagable lo que vivimos”.

“Los pacientes que necesiten atención, cuando escuchen de una de estas campañas, se acerquen a nosotros, que vamos a hacer todo lo posible para devolverles la vista. Y los médicos que quieran sumarse, también se acerquen. Esto se multiplica”, finaliza.

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