17 de julio de 2025
Irrumpió en el fisicoculturismo con un perfil polémico, reveló el lado más oscuro del deporte y murió repentinamente a los 47 años

Nasser El Sonbaty combinó excelencia intelectual y física. A lo largo de su carrera denunció la corrupción, los riesgos y la discriminación en el deporte
El Sonbaty pesaba más de 130 kilos y medía 1 metro 80, con una presencia imponente en los escenarios de competencias internacionales. Debutó en el fisicoculturismo siendo aún adolescente, en 1983, pero nunca dejó de lado sus estudios universitarios. En 1992 se licenció en Historia, Ciencias Políticas y Sociología, y dominaba siete idiomas: serbio, inglés, árabe, francés, italiano, español y alemán.
El Sonbaty defendía abiertamente la idea de que la excelencia física debía ir acompañada de la excelencia intelectual. El deportista solía subir al escenario con sus distintivas gafas de montura metálica, símbolo de su perfil atípico en un ambiente donde predominaba el culto al cuerpo sobre la mente.
“La injusticia en el juzgamiento me resultó evidente a partir de ese momento”, relató El Sonbaty. En 1997 volvió a estar a punto de ganar pero terminó segundo, situación que detonó su enojo con el funcionamiento interno del deporte: “Me ha ganado un hombre con un vientre de una embarazada de seis meses. Ha sido el mayor atraco del siglo XX. No tengo ninguna duda sobre lo que sucede en este deporte”. La crítica no solo apuntaba a criterios técnicos, sino a la manipulación y el favoritismo en los fallos de los jueces.
“Hubo múltiples razones por las que no gané. Algunos jueces no querían decepcionar a su amigo Dorian Yates. Otros no querían que ganase alguien que no fuera de los Estados Unidos”, denunció. El Sonbaty sostenía que la International Federation of Bodybuilding and Fitness (IFBB) actuaba con parcialidad y que los jurados eran elegidos a dedo, con ganadores ya definidos antes de cada competencia.Lejos de guardar silencio, El Sonbaty decidió dar a conocer los rincones oscuros de la disciplina. “Nunca quise ser culturista. No quería estar demasiado musculado ni lleno de venas, hasta que un día me preguntaron si había competido alguna vez, eso despertó el fisicoculturista que llevaba adentro”, contó en una entrevista al periodista especializado David Robson en 2009. Sin embargo, nunca dejó de sentirse ajeno a un mundo que, según él, favorecía la falta de pensamiento crítico. “Para ellos, yo era demasiado educado e inteligente y eso resultaba muy peligroso. Querían culturistas alienados, que no pensaran por sí mismos”, afirmó.El Sonbaty fue explícito sobre el consumo generalizado de sustancias: “Que yo sepa, el 95% de todos los atletas en el culturismo profesional han utilizado Synthol de una manera u otra, pero si usted tiene todas las drogas de este planeta, y le falta la genética, la nutrición, el sistema de entrenamiento y la intensidad, usted no puede conseguir resultados”.
Sobre los riesgos y muertes prematuras, El Sonbaty no ahorró advertencias: “Dennis Jets estuvo a punto de morir por una dosis equivocada de insulina, Mustafa Mohammad por un exceso de diuréticos. Se necesita ser fuerte como un caballo para tomar ‘megadosis’ durante años y no enfermar”.
La historia del fisicoculturismo está marcada por la alta exposición y la temprana desaparición de varios referentes, sobre todo en las décadas de 1970, 1980 y 1990, el período de mayor auge y también desigualdad en el deporte. Andreas Munzer, Greg Plitt, Chad Brothers, Aziz “Zyzz” Shavershian, Anthony D’Arezzo y Steve Michalik fueron algunos de los nombres asociados a muertes tempranas y a la cultura del doping.El Sonbaty sostenía que la IFBB y los organizadores no querían miembros inteligentes, ni campeones extranjeros en el podio: “No querían darle a otro tipo no estadounidense el título más prestigioso de todos, porque subrayaría la inferioridad de los Estados Unidos”, sentenciaba. Esta visión diferenciada y marginalizada dentro del ambiente se sumaba a su frustración por no haber alcanzado una victoria en el Mr. Olympia, a pesar de haberlo merecido según su propia mirada y la de múltiples seguidores.La figura de Nasser El Sonbaty quedó asociada a la defensa de la combinación entre educación superior y deporte, lema personal que sostuvo hasta el último momento: “Mi padre, que es ingeniero y trabajó para Mercedes Benz, siempre me enseñó, desde que era niño, que tenía que completar mi educación superior para tener un título, pero sobre todo, para disfrutar de una formación y no tener que vivir a las órdenes de nadie”.