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13 de noviembre de 2024

Trump, la hora de América Latina

Hay un nuevo aire en la región. En estos cuatro años, y en especial en los primeros dos, hay que sentar las bases para crear una fuerza imparable de libertad y democracia. No hay un minuto que perder. Trump ya lo sabe y a nosotros nos toca estar listos para actuar. Sin temor y sin pausa

>Doce de los últimos 16 años fueron un desastre para las democracias del continente, en lo que a la política exterior de Estados Unidos se refiere. La región pasó de una dictadura, Cuba, a cuatro y media, Nicaragua, Venezuela, Cuba y Bolivia, con México en el camino a serlo; en las dos últimas administraciones demócratas, la de Barack Obama y la de Joe Biden, se consolidó Venezuela como dictadura, Nicaragua, se volvió otra y Mexico puso los cimientos de lo que también podría llegar a ser una dictadura, con la mirada cómplice de estos gobiernos.

El eje autoritario en la región creció sin freno, mientras Estados Unidos, preocupado por otros líos mundiales, no vio el incendio en el vecindario, que además toma todos los días más fuerza, con el apoyo de China, Rusia e Irán. No se debe, por demás, descartar el desastre de México y de Colombia, donde la democracia, en el primero, muere, mientras en el segundo, tambalea, por cuenta de un populista que solo llegó al poder para destruir la libertad.

Durante los cuatro años de Donald Trump el discurso contra las dictaduras en la región fue claro, y algunas de las acciones también. El apoyo al gobierno interino de Juan Guaidó fue quizás lo más relevante, aunque no se pueden olvidar las sanciones contra Maduro y su corte de mafiosos y la presión en materia de narcotráfico que hicieron a lo largo y ancho del continente, incluso con propuestas de bombardear narcos en distintos países.

Llegó Donald Trump al poder con un mandato absolutamente claro, y con un Senado y una Cámara en manos de los republicanos. Es más, parece que Marco Rubio, senador por la Florida, va a ser nominado como Secretario de Estado y su director de Seguridad Nacional, Matt Waltz, viene de este mismo estado de la Unión, el único, por cierto, donde el tema de Latinoamérica es importante. El mensaje es contundente, la región va a ser una de las prioridades. Eso sí, no nos hagamos ilusiones, primero van Ucrania, Medio Oriente y China, pero la región sale del olvido y el descuido con los valores democráticos y las amenazas a estos que sufrimos durante las administraciones demócratas.

En el caso de Venezuela hay otra opción que debe ser abierta, subir a 100 o 150 millones de dólares la recompensa por Maduro y su mafia, lo que necesita una decisión del Congreso, y que otros se encarguen de entregarlos. Generar esa opción para lograr una salida debe estar sobre la mesa para que, incluso dentro de Venezuela, esos mafiosos no se sientan seguros.

Lo de Nicaragua va ser distinto. Es muy probable que renegocien el tratado de libre comercio de Centroamérica y saquen a Nicaragua y metan a otros países, como Ecuador y Uruguay, que lo han pedido. De todas maneras, la penetración rusa en materia de inteligencia en Nicaragua genera una amenaza que, sin duda, Estados Unidos va a querer contrarrestar, por eso no se debe descartar ninguna acción en ningún sentido. Obvio, la prioridad va a ser Venezuela, junto a Cuba, pero Ortega tampoco está a salvo.

Lo de China, Rusia e Irán también se convierte en objetivo estratégico de la política exterior de Estados Unidos hacia la región. México debe entender que las inversiones chinas van a comprometer su seguridad económica y proyectos como el del puerto chino de Chancay, en Perú, van a tener un alto costo en materia política y comercial.

Finalmente, dos temas que van a hacer parte de la nueva administración hacia la región; el de la migración, que se ha convertido en un instrumento de disrupción por parte de países como Venezuela y Nicaragua, que han pasado “de agache” en ese tema; ahora, con una nueva mirada, este problema se convierte en un incentivo más para ponerle solución a las “diferencias” que hay con estos países.

Hay un nuevo aire en la región. La soledad que sentimos los demócratas del continente en esta lucha contra el populismo del siglo XXI y sus patrocinadores extracontinentales antes mencionados parece haber terminado. Lo importante es entender que en estos cuatro años, y en especial en los primeros dos, hay que sentar las bases para equilibrar la lucha, para eliminar esos agentes nocivos y crear una fuerza imparable de libertad y democracia.

No hay un minuto que perder. Trump ya lo sabe y por eso está nombrando su gabinete con anticipación. A nosotros nos toca lo mismo, estar listos para actuar. Sin temor y sin pausa.

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