13 de noviembre de 2024
A cinco años de haber asumido la Presidencia de Bolivia, Jeanine Añez está presa y sentenciada por diez años
Fue proclamada presidenta del país tras la renuncia de Evo Morales el 12 de noviembre de 2019. Era segunda vicepresidenta del Senado y estaba a punto de retirarse de la política. Hoy se encuentra en la cárcel enfrentando varios procesos
Sin fuerzas del Estado que respondan a sus órdenes y acorralado por manifestaciones en todo el país, Morales puso a fin a sus casi 14 años de mandato y desde su trinchera política proclamó su rendición: “Estoy renunciando para que mis hermanos (…) no sigan hostigados, perseguidos y amenazados”. Flanqueado por sus incondicionales, el vicepresidente Álvaro García Linera y la ministra de Salud Gabriela Montaño, Morales advirtió que “la lucha no termina acá”.
Las protestas iniciaron con la toma de las oficinas organismo electoral en algunas regiones y un paro cívico comandado principalmente desde el Comité Cívico de Santa Cruz que se extendió a todo el país durante 21 días. Primero reclamaban la segunda vuelta, luego exigían la anulación de las elecciones y finalmente la renuncia de Morales.
Morales dio una conferencia desde el hangar presidencial en el aeropuerto de El Alto en la que ofreció anular la votación y convocar a nuevos comicios, pero ya era tarde: la movilización exigía para entonces su renuncia. Horas más tarde, refugiado en el Chapare, Morales y todos los que le seguían en la línea de sucesión dimitían. La mirada pública se volcó entonces hacia una senadora beniana de bajo perfil que ocupaba la segunda vicepresidencia de la cámara y que hasta entonces había estado al margen de las protestas.
Según se conoció meses más tardes, los actores políticos involucrados en esos sucesos negociaron la conformación del nuevo gobierno. Tras dos días de vacío de poder, la senadora Jeanine Añez llegó a La Paz con custodia militar y en una sesión que no contó con los procedimientos establecidos, se proclamó primero presidenta del Senado y luego del Estado.El mandato de Añez tuvo un pico de popularidad inicial pero el descontento no tardó en llegar por varios motivos. Su gestión tenía el único objetivo de convocar a elecciones pero pronto empezó a excederse en sus atribuciones al dar un giro radical en materia de política exterior. También fue criticado por haber ordenado la represión de movilizaciones que terminaron con muertos por heridas de bala, bajo el amparo de un decreto que liberaba a los militares de responsabilidades penales. Adicionalmente, la gestión de la pandemia reveló casos de corrupción que bajaron el nivel de aprobación del gobierno interino y surgieron movilizaciones para realizar las elecciones, que fueron postergadas por razones sanitarias.
En paralelo, Añez presentó su candidatura a la Presidencia y se rodeó de la élite política del antimasismo. Su mal desempeño en las encuestas y la caída en la aprobación de su Gobierno, la hicieron declinar su postulación un mes antes de la votación.Hasta el 12 de noviembre, Añez era una abogada de 52 años que estaba de retirada. Después de varios años en la política sin un papel protagónico, la mujer nacida en las tierras bajas del país no había sido candidata a nada en las elecciones de 2019. Posiblemente ni ella, ni nadie en su partido Demócratas, hubiera imaginado el papel que ocuparía en la historia de Bolivia.“Informo al pueblo boliviano que la señora Jeanine Añez ya fue aprehendida y en este momento se encuentra en manos de la Policía”, anunció el ministro de Gobierno (Seguridad), Eduardo Del Castillo, en un mensaje en las redes sociales. Desde entonces, la expresidenta guarda detención preventiva en una cárcel de La Paz y enfrenta múltiples procesos penales, no solo por la forma en la que accedió al poder sino también por decisiones asumidas durante su administración.
En el mes pasado, Añez volvió a ser vista al salir de la cárcel después de varios meses para acudir a una audiencia por otro caso. Al abrirse las puertas del penal, la ex presidenta apareció rodeada de policías y con las muñecas esposadas, levantó las manos y exclamó: ¡No fue golpe, sí fraude!”.
A cinco años del inicio de su Gobierno, las heridas del conflicto político y social que la llevaron al poder siguen abiertas. Si bien algunos analistas hablan ahora de una “multipolaridad”, ciertamente el clivaje marcado antes y durante de su gestión es un asunto que aún confronta en Bolivia.