Lunes 29 de Diciembre de 2025

Hoy es Lunes 29 de Diciembre de 2025 y son las 14:59 -

29 de diciembre de 2025

De Chubut a participar de proyectos de la NASA: la joven que descubrió su pasión cuando vio la película “Apolo 13” a los 8 años

Luján Leal de Ibarra tiene 22 años y estudia en Colorado, Estados Unidos. Trabaja en la creación de un satélite que detecta basura espacial y sueña con viajar a la Estación Espacial Internacional

>En la pantalla del televisor, Tom Hanks pronunció una de las frases más icónicas de la historia del cine: “Houston, tenemos un problema”. Juan Leal de Ibarra, que en ese momento era un chico chubutense de unos trece años, le había propuesto a una de sus hermanas, Luján, que miraran Apolo 13 juntos. Luján, que tenía ocho, aceptó la invitación y se dejó cautivar por la historia de esos tres astronautas que van camino a la Luna en plena carrera espacial.

“Sentí una especie de miedo y a la vez, me gustaba ver que estaban en medio de ese problema, de ese fallo total de la misión, y que podían resolverlo. Era muy chica, nunca había pensado que se podía tener un problema camino a la Luna, y mucho menos había pensado que ese problema podía solucionarse un poco desde nuestro planeta y otro poco desde la nave espacial. Y que todo eso podía llamar la atención de tantas miles de personas a lo largo de todo el mundo. Creo que todo eso junto me cautivó”, le dice Luján Leal de Ibarra a Infobae desde San Juan, en donde pasa las fiestas con la familia ampliada.

“En mayo me recibo, estoy transitando el último año de la carrera”, cuenta Luján. Cuando decidió que quería convertir esa pasión y esa curiosidad en una profesión, les dijo a sus padres que, en ese momento, no había nada que fuera exactamente lo que quería estudiar en alguna universidad argentina. “Hay astronomía, ingeniería aeronáutica, en algún momento hubo ingeniería aeroespacial pero se cerró porque había muy pocos estudiantes. Así que les dije que tenía que ser afuera del país”.

Al principio, sus padres pensaron que eso de querer estudiar “para ser astronauta” era algo pasajero. “Creían que era algo que se me iba a pasar, pero yo iba en serio. Así que cuando llegó el momento, ellos me apoyaron, me dijeron que buscara becas, que fuera para adelante”.

Luján aplicó a nueve universidades de Estados Unidos siguiendo las recomendaciones que le hicieron quienes ya habían pasado por esa experiencia: “Me presenté en tres de las más difíciles, tres de las más fáciles y tres de las intermedias. En total, me aceptaron tres, y obtuve la beca de una fundación privada argentina que me cubre el pago por mis estudios y el alojamiento”.

Luján llegó a Colorado en agosto de 2022, cuando tenía 18 años. Había conocido la localidad en la que decidió vivir por fotos, videos y lo que leía en la web. “A los estudiantes estadounidenses les parece una locura que los extranjeros nos mandemos directo, pero no tenemos la chance de recorrer tantas universidades antes de empezar a estudiar”, describe.

Además de Apolo 13, a Luján la habían influenciado los trabajos prácticos que habían hecho sus hermanos mayores sobre el espacio, especialmente uno sobre “La ingeniería aeroespacial se ocupa de aviones y de cohetes, que es la parte que más me interesa. Los aviones no me atraen tanto, pero terminé haciendo el curso de piloto privado porque es un requisito fundamental para formar parte de una misión espacial”, cuenta Luján desde San Juan, donde sus tíos y sus primos le hacen millones de preguntas sobre lo que aprende en la universidad.

De los cinco hermanos, Luján es la que se fue más lejos de la casa familiar. “Los que son más grandes que yo viajaron a Buenos Aires a estudiar”, cuenta esta joven que miró tutoriales por YouTube para prepararse para los exámenes SAT, que son los que deben rendirse para ingresar a las universidades de Estados Unidos a estudiar una carrera de grado.

El patrocinio que obtuvo para sus estudios es determinante: la universidad cobra 75.000 dólares el primer año de la carrera, y eso incluye el acceso a la cursada y el alojamiento en el campus. “Para conservar la beca, tengo que tener un promedio de 8 o más y una asistencia regular a las clases”, cuenta Luján. Su máximo sueño es viajar a la Estación Espacial Internacional y hacer una caminata espacial.

“Me gustaría estar flotando o arreglando la Estación”, describe. Ir a la Luna, el satélite que empezó a obsesionarla cuando le regalaron el telescopio, también se inscribe en su lista de sueños. “Ir a Marte no tanto, es un viaje larguísimo y es muy difícil que vuelvas, por eso son expediciones que no se encaran”, cuenta.

Sabe que entrar a trabajar a la NASA, la agencia espacial de los Estados Unidos, tiene un obstáculo enorme: hay que contar con la ciudadanía de ese país, algo cada vez más difícil en la era Trump. Lo mismo ocurre para sumarse al equipo de Space X, la firma que encabeza Elon Musk.

También se puede ir representando a la Argentina, algo que me encantaría y que se gestiona con un aval de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). Pero allí tenés que pagar vos por la misión, y es un monto exorbitante que puede alcanzar los 50 millones de dólares o más”, describe Luján.

Para profundizar su formación como ingeniera y para alistarse cada vez más para la eventual oportunidad de viajar al espacio, en agosto Luján empezará un posgrado, también en Estados Unidos, y muy probablemente becada por la misma fundación que ya la acompaña.

A lo largo de su carrera de grado, mientras algunos compañeros profundizaban sus conocimientos en ingeniería eléctrica y programación, la chubutense eligió astrofísica. “En caso de no poder concretar el sueño de ir al espacio, me encantaría investigar en el área de astrofísica. Hay muchísimo sobre el espacio que todavía no sabemos, y todo ese misterio que aún existe sobre qué pasa dentro de un agujero negro, o cómo se creó exactamente el universo o si se puede viajar en el tiempo me interesa mucho. Además, me gustaría trabajar en el diseño de cohetes aeroespaciales para ayudar a que otros vayan en las mejores condiciones al espacio”, cuenta.

Lo que más le atrae de la posibilidad de viajar al espacio es ver la Tierra desde afuera. “Todo sería extraordinario, pero la idea de ver nuestro planeta desde su exterior me parece increíble”, define, y suma: “Debe ser impresionante ver qué tan pequeños somos en realidad, y sentirse flotando a la deriva en un universo infinito”. Según cuenta, viajar a la Estación Espacial Internacional lleva una tres horas, y a la Luna, tres días.

En la ingeniería que estudia en Boulder, el 80% de los alumnos son varones, y la gran mayoría son de Estados Unidos. En la universidad a la que asiste, es ayudante de la cátedra de astronáutica y embajadora de la carrera: les cuenta a los aspirantes cómo es formarse para esa profesión allí. Pero además, y a través de la universidad, trabaja en Space Grant, un consorcio espacial de Colorado que depende de la NASA y en el que participa de proyectos de investigación que la acercan a la práctica profesional.

“Es una especie de pasantía que ofrece el consorcio que depende de la NASA. Ahora mismo trabajamos en un pequeño satélite y tenemos la idea de lanzarlo como prueba el año que viene. Sirve para detectar basura espacial y advertir a otros satélites para que se muevan si esa basura puede dañarlos”, describe. En Argentina trabajó en INVAP como parte de un equipo que hizo investigación de materiales para el blindaje de componentes electrónicos en el espacio, contra la radiación.

Aunque sueña con el espacio exterior y con la Luna, sabe que son dos objetivos ambiciosos. “También sé que puedo trabajar en una empresa de ingeniería en desarrollos que sirvan para los que están en el espacio”, sostiene. Según las leyes vigentes en Estados Unidos, tiene dos años de residencia para hacer lo que se llama el Período de Formación Opcional, durante el cual una empresa la contrataría y puede aspirar a que esponsoree su visa de trabajo.

Aunque tiene una vida en Estados Unidos, extraña la forma de sociabilizar tan típica de los argentinos. “Allá no existe la sobremesa y todo está abierto los domingos: está todo pensado en términos de eficiencia y productividad. Extraño nuestra manera de estar con otros, nuestro lado más humano”, cuenta esta joven que se enamoró del espacio delante del televisor y que ahora estudia para poder explorarlo y colabora en proyectos que dependen de la mismísima NASA.

COMPARTIR:

Comentarios

  • Desarrollado por
  • RadiosNet