27 de noviembre de 2025
El agujero de ozono muestra una recuperación lenta pero sostenida, según la NASA

Nuevos datos de la agencia espacial y la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de EEUU revelan que experimenta una reducción constante en su tamaño
Los datos más llamativos de este año no surgieron del tamaño del agujero, sino de su evolución temporal. Por primera vez desde la última década, el cierre comenzó casi tres semanas antes de las fechas habituales.
Esta variación tiene una lectura directa sobre la dinámica del vórtice polar antártico, una gigantesca estructura de vientos fríos que funciona como una trampa climática. Cuando este vórtice se fortalece, la temperatura cae con mayor intensidad y facilita la formación de nubes estratosféricas polares. En estas superficies heladas se activan reacciones químicas que liberan cloro y bromo reactivos, los verdaderos responsables de la degradación acelerada del ozono cuando la luz solar regresa en primavera.
Durante 2025 el vórtice fue menos intenso y las temperaturas resultaron ligeramente más altas, lo que derivó en una menor formación de estas nubes y en una destrucción más limitada de ozono. La NOAA reportó además que el valor mínimo registrado sobre el Polo Sur fue de 147 Unidades Dobson el 6 de octubre, bastante por encima del mínimo histórico de 92 UD observado en 2006. Esta cifra se considera un indicador directo del nivel de agotamiento químico, ya que marca el momento del año en que la destrucción alcanza su punto máximo. Un mínimo menos extremo sugiere que la atmósfera conservó una mayor concentración de ozono respecto de temporadas más agresivas.La historia detrás de este avance no comenzó en un laboratorio sino en una mesa diplomática. En 1987 la comunidad internacional firmó el La aplicación fue global y contó con revisiones periódicas para asegurar su cumplimiento. Desde el año 2000 los niveles de cloro en la estratosfera muestran un descenso sostenido, un cambio que se refleja directamente en la velocidad de destrucción del ozono durante la primavera antártica.
Los científicos de la NASA y la NOAA reforzaron esa interpretación al afirmar que “el monitoreo de este año mostró que los controles sobre los compuestos químicos que agotan la capa de ozono, establecidos por el Protocolo de Montreal y enmiendas posteriores, están impulsando la recuperación gradual de la capa de ozono en la estratosfera, que sigue en camino de recuperarse completamente a finales de este siglo”. El mensaje central no deja márgenes de duda: el acuerdo funcionó y continúa funcionando, pero aún falta un largo tramo hasta alcanzar los niveles previos a 1980.Las proyecciones más recientes señalan que las latitudes medias y el Ártico podrían recuperar valores normales hacia mediados del siglo veintiuno, mientras que la Antártida necesitaría hasta finales de la década de 2060 para lograr una restauración completa. La razón es simple. El vórtice polar del hemisferio sur es más estable y persistente que el del norte, por lo que retiene aire frío durante más tiempo y favorece una destrucción química más agresiva.La comunidad científica insiste en que la vigilancia debe mantenerse de manera constante para evitar retrocesos inesperados.
También afecta la productividad agrícola y altera ecosistemas enteros. La NASA recordó que su reducción “permite que más rayos UV lleguen a la superficie, lo que provoca daños en los cultivos, así como un aumento de los casos de cáncer de piel y cataratas, entre otros efectos adversos para la salud”.
La señal positiva de 2025 no significa que la crisis esté resuelta. Más bien confirma que la cooperación científica y política puede revertir un daño global cuando existe compromiso sostenido. Lo que ocurrió en la Antártida este año ofrece una prueba concreta de algo que pocas veces aparece en los titulares: el planeta responde cuando se toman decisiones basadas en evidencia.El agujero de ozono de 2025 dejó un mensaje claro. El cielo comienza a sanar, pero la tarea no terminó. La ciencia seguirá mirando hacia arriba para confirmar que este respiro no sea apenas una pausa climática, sino el comienzo definitivo de una recuperación que el mundo esperó durante demasiado tiempo.


