5 de noviembre de 2025
Descubren en Australia fragmentos de vidrio originados por un impacto de asteroide hace 11 millones de años

Se trata de pequeñas esferas llamadas ananguitas. Los detalles
Para establecer su edad, el grupo aplicó un método de datación por argón, la misma técnica que en 2019 permitió fechar otras tectitas del sudeste asiático. El resultado fue sorprendente: las ananguitas tenían 11 millones de años, lo que las convertía en testigos de un evento mucho más antiguo y desconocido.
“Se formaron cuando un asteroide se estrelló contra la Tierra, fundiendo la roca superficial y esparciendo escombros por miles de kilómetros. Estos diminutos trozos de vidrio son como pequeñas cápsulas del tiempo de las profundidades de la historia de nuestro planeta”, explicó Jourdan.La hipótesis principal señala que el cráter pudo quedar enterrado o haber sido alterado por la intensa meteorización y la aridez progresiva del centro australiano desde hace más de 30 millones de años. Otra posibilidad es que el punto de impacto original se ubique fuera del continente, en regiones de alta actividad volcánica como Papúa Nueva Guinea, Indonesia o Filipinas.
“Lo que hace que el descubrimiento sea aún más intrigante es que, aunque el impacto debió haber sido inmenso, los científicos aún no han localizado el cráter”, subrayó el investigador australiano. En otras palabras, el hallazgo de las ananguitas no solo amplía el registro de colisiones cósmicas, sino que plantea un enigma que podría tardar años en resolverse.El descubrimiento de las ananguitas permite repensar la frecuencia con que grandes asteroides chocaron con la Tierra a lo largo de su historia. Hasta ahora, los geólogos conocían solo unos pocos episodios capaces de producir tectitas, es decir, vidrios naturales formados por la fusión instantánea de rocas durante un impacto. Sin embargo, este nuevo conjunto indica que tales eventos pudieron ser más comunes de lo que se creía.Los investigadores decidieron nombrar las muestras ananguitas en homenaje al pueblo originario Anangu, custodio ancestral de la región donde fueron halladas. El gesto resalta la conexión entre la ciencia moderna y el conocimiento histórico del territorio australiano, un vínculo que permite entender cómo los procesos naturales transformaron el paisaje a lo largo del tiempo.
La información química y cronológica de las ananguitas es esencial para afinar los modelos que describen la interacción entre la Tierra y los cuerpos del sistema solar. Cada vidrio de impacto conserva señales del tipo de roca que se fundió, de la temperatura alcanzada y de la presión del choque. Por eso, estos pequeños fragmentos pueden leerse como archivos geológicos del instante en que un asteroide modificó la superficie terrestre.Esa perspectiva vincula la geología con la seguridad global. Si se conoce cuántas veces el planeta enfrentó impactos catastróficos y con qué magnitud, es posible estimar probabilidades y planificar medidas de prevención. Los datos obtenidos de las ananguitas aportan así una pieza más a la historia evolutiva de la Tierra y a la preparación frente a posibles amenazas espaciales.
Aunque los investigadores lograron determinar la edad y la composición de las ananguitas, todavía queda mucho por descubrir. El siguiente paso será localizar el sitio exacto del impacto y evaluar sus dimensiones reales. Para ello, se combinarán técnicas de análisis geoquímico de alta resolución, imágenes satelitales y modelado digital del terreno. La esperanza es que nuevas campañas de exploración en Oceanía y el sudeste asiático permitan hallar rastros enterrados o alterados del cráter desaparecido.Los expertos coinciden en que los hallazgos en Australia refuerzan la idea de una Tierra más dinámica y vulnerable a los fenómenos astronómicos de lo que se suponía. Los impactos de asteroides no solo dejaron cicatrices visibles en el suelo, sino también huellas microscópicas que ayudan a reconstruir la cronología de los cataclismos que moldearon el planeta.

