17 de octubre de 2025
Francia detuvo a cuatro personas acusadas de planear un atentado contra un activista ruso exiliado

Los sospechosos, procedentes de Daguestán, habrían reconocido la vivienda de Vladímir Osechkin en Biarritz, fundador de una plataforma que documenta torturas en cárceles rusas
El activista, de 42 años, se exilió en Francia en 2015 tras recibir amenazas por sus denuncias sobre torturas y violaciones en las cárceles rusas. Su portal Gulagu.net alcanzó notoriedad en 2021 al difundir más de mil videos que documentaban abusos sexuales y golpizas perpetradas por funcionarios penitenciarios, lo que forzó al Kremlin a abrir una investigación interna.
Desde entonces, Osechkin se ha convertido en una figura incómoda para el aparato represivo ruso. Su trabajo ha permitido identificar redes de tortura y chantaje dentro del sistema carcelario, con implicaciones directas en la estructura del FSB, el servicio de inteligencia heredero de la KGB.El disidente vive bajo protección policial desde 2022, cuando denunció haber sido objeto de un intento de asesinato. En aquel momento relató que, mientras trabajaba de noche en su casa, observó un punto rojo de mira láser desplazándose por la pared. La Fiscalía francesa abrió entonces una investigación por amenazas de muerte, aunque no halló pruebas concluyentes.Las nuevas detenciones reactivan las alarmas sobre la presencia en Europa de redes clandestinas vinculadas al Kremlin. En los últimos años, varios opositores rusos han denunciado persecución fuera de su país. Casos como los envenenamientos de Serguéi Skripal en Reino Unido (2018) o de Alekséi Navalni (2020) confirmaron el alcance de las operaciones extraterritoriales rusas.El Ministerio del Interior francés ha reforzado las medidas de protección para disidentes y periodistas rusos refugiados en su territorio. Según datos oficiales, Francia ha otorgado asilo a más de 500 ciudadanos rusos desde 2022, entre ellos activistas de derechos humanos, exfuncionarios y desertores del ejército.
Osechkin asegura que continuará su trabajo pese a las amenazas. “Nuestra tarea es mostrar lo que el régimen intenta ocultar: la maquinaria de tortura que sostiene su poder”, afirmó. El caso, ahora en manos de la justicia antiterrorista, se ha convertido en un nuevo capítulo de la guerra invisible que Rusia libra contra sus opositores, incluso más allá de sus fronteras.