Jueves 16 de Octubre de 2025

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16 de octubre de 2025

Coloquio de IDEA: las definiciones de dos expertos internacionales sobre el nuevo orden mundial y su impacto en la región

Los especialistas abordaron el desplazamiento del centro de poder hacia Asia y las consecuencias políticas y económicas para América Latina

>Mar del Plata. El ascenso de Asia como eje del poder mundial y el rol central de China en la economía global delinean un nuevo orden internacional que redefine las relaciones políticas, tecnológicas y comerciales. El desplazamiento del centro de gravedad desde el Atlántico Norte hacia el Pacífico, impulsado por la magnitud demográfica, la capacidad innovadora y la expansión económica asiática configura un escenario en el que América Latina enfrenta el desafío de adaptarse a un equilibrio distinto de fuerzas y oportunidades.

Manuel Muñiz sostuvo que el mundo atraviesa una etapa de fractura del orden internacional establecido tras la Segunda Guerra Mundial y consolidado al final de la Guerra Fría. Según explicó, esa ruptura responde a dos fuerzas convergentes: una presión externa, liderada por el ascenso de nuevas potencias como China, que buscan reformar el sistema global, y una implosión interna en las democracias occidentales, marcada por el auge del nacional populismo y la polarización política.

El académico recordó que, a diferencia de la tesis de El fin de la historia de Francis Fukuyama, el presente demuestra “el retorno de la historia y el cuestionamiento de la universalidad de la democracia liberal”. La reemergencia de China, apuntó, representa un hecho estructural: “La economía china fue la más grande del mundo durante dieciocho de los últimos veinte siglos. Los últimos doscientos años fueron la excepción”.

El resurgimiento de China bajo un régimen no democrático, sumado al revisionismo de Rusia y al fracaso de los procesos de democratización en el mundo árabe-islámico, ha alterado de manera profunda el equilibrio global, dijo. En paralelo, destacó Muñiz, las democracias avanzadas atraviesan una pérdida del centro político y una mayor concentración de la riqueza, fenómenos que alimentan el descontento social y el avance de fuerzas extremas.

Desde una perspectiva económica, Valentín de Miguel coincidió en que Asia se consolidó como el nuevo centro de gravedad mundial, al aportar entre el 60 % y el 70 % del crecimiento del PIB global desde comienzos del siglo XXI. En 2023 y 2024, la región representó el 70 % del aumento total de la economía mundial.

El especialista subrayó que el peso demográfico y el dinamismo productivo de Asia exigen revisar los enfoques tradicionales con los que se analiza a la región. “No es un bloque homogéneo, sino un mosaico de realidades económicas y culturales”, señaló, al recordar la diversidad de lenguas, religiones y sistemas políticos que conviven desde China e India hasta el sudeste asiático.

De Miguel destacó tres pilares del modelo asiático contemporáneo: innovación, educación y ahorro. Citó que cuatro de los cinco principales polos tecnológicos del mundo están en Asia —Shenzhen, Hong Kong, Guangzhou y Tokio— y que el programa Made in China 2025 busca dominar diez industrias estratégicas mediante inversión en conocimiento y autosuficiencia tecnológica.

El avance asiático no se limita al plano económico global. De Miguel recordó que China es hoy el principal socio comercial de Sudamérica y el segundo de la Argentina. El 80 % de la harina de soja y el 75 % de la carne vacuna exportadas por el país tienen como destino el mercado chino, mientras que India concentra la mayor demanda de aceite de soja. Además, los bancos chinos han prestado más dinero en la región que el Banco Mundial y el BID desde 2005, consolidando su influencia financiera.

Muñiz, por su parte, advirtió que este nuevo escenario requiere políticas exteriores activas y una lectura estratégica del vínculo con China. Señaló que, en un contexto de competencia tecnológica y de modelos de gobernanza, América Latina debe definir su posición “sin caer en la falsa disyuntiva entre alinearse o aislarse”.

Las intervenciones coincidieron en que el desplazamiento del poder hacia Asia marca una transformación estructural del sistema internacional, con efectos directos sobre la economía, la política y las relaciones entre bloques. El siglo XXI, concluyeron, estará determinado por la interacción entre la capacidad de innovación asiática y la respuesta de las democracias occidentales ante un equilibrio de poder que ya no se mide solo en términos militares o comerciales, sino también tecnológicos y culturales.

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