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25 de septiembre de 2025

Ni 100 ni 40 mil kilómetros: guía rápida para saber cuándo conviene reemplazar la correa de distribución del auto

En la vida útil de un motor, una de las averías más costosas aparece cuando una pieza fundamental pierde el sincronismo. El presupuesto de reparación supera ampliamente al de un mantenimiento oportuno. Por eso, el reemplazo de la correa de distribución en un intervalo adecuado garantiza un funcionamiento correcto y ayuda a prevenir daños graves en el vehículo

>La correa de distribución ocupa un lugar central en el sistema del motor. Su función consiste en conectar el cigüeñal y el árbol de levas para mantener la sincronía entre válvulas y pistones. Este mecanismo precisa un ajuste perfecto en todo momento. Cualquier alteración puede provocar daños internos costosos e incluso llevar a la destrucción parcial o total del motor. Ferreterías, talleres y sitios especializados coinciden en que postergar el recambio termina por multiplicar el costo de la reparación.

La mayoría de los fabricantes recomienda realizar el cambio entre los 60.000 y los 100.000 kilómetros, aunque algunos manuales extienden ese límite hasta los 120.000 kilómetros. En cualquier caso, también se sugiere respetar un plazo de cinco años como máximo para sustituir la correa, incluso cuando no se alcanza el kilometraje recomendado. Esto se debe a que el material puede deteriorarse por cuestiones de tiempo, más allá del uso.

Factores como el uso urbano intenso acortan el intervalo recomendado. Las maniobras frecuentes de arranque y parada, propias de la circulación en ciudad, generan mayor fricción sobre la correa y aceleran su desgaste. Por el contrario, los automóviles que recorren distancias prolongadas en carretera pueden mostrar un desgaste diferente, menos acentuado por picos de temperatura o frenadas súbitas.

La calidad de la correa también influye de forma directa en su duración. Utilizar repuestos que sean equivalentes a los originales, con aprobación del fabricante, permite mantener los intervalos sugeridos sin exponer el motor a riesgos adicionales. Las piezas genéricas de baja calidad pueden fallar antes de tiempo, con las consiguientes complicaciones mecánicas y económicas.

El mantenimiento preventivo no se agota en el reemplazo de la correa. Componentes como los tensores, las poleas y la bomba de agua deben revisarse y, en su caso, cambiarse por piezas nuevas en conjunto con la correa. El desgaste de estas partes puede provocar un funcionamiento inadecuado, ruidos atípicos o desajustes en la tensión de la correa.

Existen signos que pueden anticipar la necesidad de intervención antes de que se cumpla el intervalo recomendado. Un ruido chirriante en el motor puede indicar que la correa está dañada o que existe un problema con el sistema de tensión. Vibraciones inusuales al encender el vehículo o durante la marcha también advierten sobre posibles fallas. Además, dificultades al arrancar el motor, pérdida de potencia o el encendido de testigos en el tablero refuerzan la necesidad de una revisión inmediata.

Otro método sencillo consiste en una inspección visual periódica. Si la correa presenta grietas, pérdida de material o desgaste irregular, resulta fundamental programar el reemplazo a la brevedad. Este procedimiento permite detectar problemas antes de que provoquen un fallo catastrófico.

En resumen, algunos de estos signos de desgaste incluyen:

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