20 de agosto de 2025
De Venado Tuerto a Jaipur: la historia de la argentina que desafió las reglas de la moda en la India y creó su propia marca

A los 24 años, Agostina Pagnoni viajó por primera vez a la India y sintió que ese era su lugar en el mundo. Enfrentó desafíos culturales, discriminación de género y la pérdida total de su dinero tras ser víctima de dos robos, pero con tenacidad y resiliencia fundó su propia marca y se ganó el respeto de la industria local. “Tuve que desarrollar mucho el carácter para hacerme un lugar”, dice
De aquella primera vez en la India, allá por 2014, lo que más le llamó la atención a Agostina fue la forma en que se manejaban las producciones de ropa y cómo la marca argentina que la empleaba se relacionaba con los trabajadores. “Ellos venían y cerraban las compras rápido, sin saber quién cosía las prendas o en qué condiciones trabajaban. Yo, en cambio, empecé a involucrarme: ‘¿Y vos cómo te llamás? ¿Dónde vivís? ¿Tenés hijos?’, les preguntaba. Así nació mi vínculo con la gente que trabajaba en los talleres”, recuerda.
Más tarde, Agostina dejó la marca y regresó a la India en 2016 para iniciar su propio camino. No fue fácil: “Cuando llegué, estas personas habían llamado a todos los indios para cerrarme las puertas. Pero como me había ganado el respeto de ellos, nadie los escuchó. Ahí empecé a trabajar en mi primera colección con un propósito a nivel social”.
Así nació Sin Reglas, un proyecto que fundó con una socia y que buscaba concientizar acerca de la inclusión, cuando ese concepto aún no estaba tan presente en la moda argentina. “El mensaje tenía que ver con que la ropa es para todos, sin importar el género ni la condición, y que podemos mostrarnos como somos en un mundo que, muchas veces, es superficial”, explica.El proceso de crear una prenda en Jaipur tiene distintas etapas y obstáculos muy diferentes a los que podrían aparecer en Argentina. “Me acostumbré a ir a buscar telas con el agua hasta la rodilla o la cintura por las inundaciones. O a caminar con calores de cincuenta grados y pedirles a los vendedores que me pongan un balde de agua para mojar un trapo y envolverme la cabeza para seguir”, cuenta.
Una vez reunidos los materiales, el trabajo continúa en los talleres, donde Agostina se involucra directamente en la producción. Aunque no tiene su propia fábrica, supervisa cada paso en el taller donde terceriza, trabajando codo a codo con los costureros y bordadores. Su presencia sorprende: para muchos, ver a una mujer levantar rollos de tela o dar órdenes no es habitual. “Me llamaban: ‘Full pagal woman’ o ‘full danger woman’, que significa ‘mujer loca’, o ‘mujer peligrosa’. Pero, bueno, de esa manera me gané su respeto”, explica.En ese camino, además tuvo que planificar cuidadosamente su calendario laboral, considerando festivales religiosos, como el Ramadán, y lidiar con los desafíos cotidianos: monos, vacas en las calles, y ratas, a las que consideran sagradas. “Al principio les tenía pánico a las ratas. Ahora ya estoy acostumbrada. Tuve que adaptarme a todo. También a llamarles la atención porque comían Kachori —que es como una torta frita india— y después querían cortar las telas. Ahí tuve que explicarles que había que lavarse las manos”, cuenta.
Después de trabajar toda una colección, Agostina volvió a la Argentina con la idea de apostar fuerte en el país. De a poco, cuenta, famosos como Gimena Accardi y Nicolás Vázquez empezaron a usar su ropa y en la India todos celebraban el inicio de una etapa de expansión. Pero la ilusión se quebró de un día para el otro. “Me entraron a robar y se llevaron toda la plata que había hecho: seis mil dólares. Después vino la pandemia”, recuerda.En Tulum la esperó otra amiga que le ofreció alojamiento y un argentino le abrió las puertas de un beach club donde empezó a vender sus prendas. La experiencia la fortaleció. “Aprendí a no tener miedo, a luchar por lo que quiero, a ir para adelante por más trabas que me ponga la vida. Hay que luchar por los sueños”, sostiene.
“Yo quise trabajar en Argentina, golpeé puertas de talleres, pero cuando les decía que podía producir treinta piezas me decían que no. Nosotros hacemos cápsulas”, agrega Agostina. Hoy vende en México, en Uruguay y en Argentina, pero de manera online. Su equipo se sostiene de la mano de Budraj, su aliado incondicional, y un taller con el trabaja hace doce años, donde un equipo de treinta personas producen piezas hechas con saris antiguos, algodones y sedas.—Si mirás hacia atrás, el hecho de haberte involucrado con la producción, desde ir a comprar las telas hasta saber quién las cose, ¿fue la clave de tu emprendimiento?—¿Te costó aprender a confiar en los locales y que ellos confiaran en vos?
—¿Qué te enseñó la India a nivel personal?
—¿Qué te imaginás para más adelante?