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20 de agosto de 2025

“Los huesos no mienten y nunca olvidan”: los inicios y las tareas en más de 70 países del Equipo Argentino de Antropología Forense

Comenzó como un grupo de siete personas liderado por Clyde Snow, un renombrado antropólogo forense norteamericano al que invitaron a la Argentina en el incipiente regreso democrático porque había miles de familias “desesperadas por encontrar a sus seres queridos”, como contó él mismo en “El Equipo”, el documental que narra la historia del EAAF. Hoy, con más de cuatro décadas de trayectoria, lo componen más de setenta especialistas que se desempeñan en múltiples disciplinas e intervienen en casos de todo el mundo haciendo eco de su indiscutido prestigio internacional

>Las noticias llegaron desde Jujuy. Un supuesto asesino serial, que mataba gente que vivía en la calle. Una delegación del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) viaja a la capital provincial para sumarse al caso. El horror es inimaginable, pero nada de lo que se puedan espantar. En el plan de trabajo, saben que habrá una inspección de la precaria vivienda del barrio Alto Comedero donde vivía el acusado, Matías Jurado, y del cauce de un arroyo, ubicado a 300 metros de la casa donde, al parecer, emborrachaba a sus víctimas para luego asesinarlas a machetazos y descuartizarlas. Se sospecha que Jurado pudo haber enterrado restos de sus víctimas y que también habría arrojado bolsas desde un puente, en basurales. El fiscal espera las directivas del EAAF, cuerpo experto en la pericia, para hacer las excavaciones.

Rigor técnico, prestigio mundial y una agenda a destajo, a poco más de 41 años desde su creación, el 23 de mayo de 2024 lleva a los integrantes del EAAF no sólo a distintos rincones de Argentina, hasta llegar a los cuerpos de Malvinas, sino a todas partes del mundo. Así es como, en los últimos tiempos, participaron en la pesquisa de la represión de la protesta social en Perú; en la desaparición de cuatro niños en Guayaquil; en los cotejos genéticos de los desaparecidos de la dictadura en Uruguay entre 1973 y 1985; o en el Proyecto Frontera, con la identificación de migrantes desaparecidos y restos no identificados en la ruta por Centroamérica, México y Estados Unidos.

Patricia Bernardi es una de sus integrantes históricas. Como experta en la aplicación de las técnicas de la arqueología y antropología biológica en cuerpos enterrados como NN durante la última dictadura militar en Argentina, suele dar testimonio en juicios de lesa humanidad. En una audiencia reciente en La Plata por los centros clandestinos de Cuerpo de Caballería y Comisaría 8va., compartió un Power Point donde describió el contexto en el cual fueron encontrados los huesos. Habló del sector 134 del cementerio de Avellaneda: allí había fosas comunes cavadas por orden policial. Y del caso de Ana Teresa Diego, secuestrada el 30 de septiembre de 1976 en La Plata y cuyos restos fueron exhumados de una fosa común de ese cementerio. Al momento de su secuestro, Ana tenía 21 años y era estudiante de Astronomía en la Universidad Nacional de La Plata. En diciembre de 2011 la Unión Astronómica Internacional le puso el nombre de “Anadiego” a un asteroide, en homenaje a su memoria.

En aquellas épocas primigenias trabajaron bajo la guía de un renombrado perito forense internacional. El rostro simpático y ajado de Clyde Snow es el puntapié del notable documental El Equipo, dirigido por el méxico-estadounidense Bernardo Ruiz, donde se cuenta la historia del EAAF. Son los años antes de su fallecimiento, en 2014, y Clyde Snow entra a paso lento en su casa mientras fuma un habano. La cámara lo sigue de cerca. El antropólogo forense norteamericano que había trabajado desenmascarando casos como el de John Wayne Gacy, “el payaso asesino” que mató a 18 jóvenes y los enterró debajo de su casa, cuenta la escena fundacional: cuando recibió un llamado para visitar la Argentina en 1984 porque “había familias que estaban desesperadas por encontrar a sus seres queridos”. La misión era la de un experto: armar un equipo para exhumar los restos, y así fue que, entonces, conoció a un grupo de “jóvenes notables” entre estudiantes avanzados y graduados de las facultades argentinas, como ocurrió con Julio César Strassera, el fiscal del Juicio a la Juntas, con su equipo de novatos judiciales.

“Cada esqueleto que encontramos, cada cráneo con un agujero de bala, agrega algo más a nuestro conocimiento acerca de cómo funcionó este sistema de represión y asesinatos en serie”, explicaba Snow dando cuenta de aquel momento en el despertar democrático, cuando llegó al país siendo un perfecto desconocido. El documental, de reciente estreno y nominado a los Emmy, es una extraordinaria oportunidad para conocer la intimidad de cómo fue la creación del EAAF, con entrevistas, testimonios y material inédito en altísima calidad audiovisual, justo después de que uno de los organismos con mayor prestigio internacional cumpliera sus 40 años de vida.

Crecimiento, desarrollo y consolidación. Esas son las tres palabras que elige Luis Fondebrider, especialista en Antropología Forense. Dice que el EAAF se define desde la acción colectiva, algo que incluye a la sociedad civil en su integración. “Desde la ciencia, nuestro mayor logro fue defender la máxima de Verdad y Justicia para los familiares de los desaparecidos en Argentina. Pasado el tiempo fuimos interactuando con distintos gobiernos, de forma autónoma e independiente y sin ser parte de ningún partido político. Lo más importante sigue siendo trabajar con las familias de las víctimas y poder correr el velo de la impunidad”, reflexiona en diálogo con este medio.

Cuenta que el EAAF participó de acciones en más de 70 países. Se han ampliado las disciplinas en el organismo, y han ganado terreno la geociencia y el laboratorio forense. Se incorporó tecnología de avanzada, sobre todo en la búsqueda de fosas clandestinas y las intervenciones en el terreno. Así como el EAAF empezó a trabajar con los restos de los desaparecidos en dictadura, luego continuaron con los crímenes y violaciones de los derechos humanos en las democracias, como femicidios y delitos contra los migrantes. La infiltración del Estado en el crimen organizado y la obstrucción a la Justicia son otros temas recurrentes. “Siempre es un balance de fuerzas, donde en un amplio campo entran las Naciones Unidas, la Corte Internacional, organismos y asociaciones civiles tanto nacionales como extranjeras. Hoy estamos más sólidos, con más apoyos y estrategias de intervención que hace cuarenta años”, sintetiza Mimí Doretti.

Emoción y tristeza es lo que sintió Patricia Bernardi cuando vio el documental. Por un lado, el reencontrase con imágenes de su mentor, Clyde Snow, y, por otro, los rostros de familiares de El Salvador que arriesgaron sus vidas luego de marcarle los sitios de exhumación. Bernardi también hace un balance del trabajo ininterrumpido, desde aquellas escenas iniciales. “Estos cuarenta años fueron etapas de permanente formación. En mi caso, tenía conocimiento de arqueología prehistórica que los adaptamos en sus técnicas y métodos al ámbito forense. Sobre lo que sí desconocíamos totalmente era el perfil biológico de los esqueletos que exhumamos. Por eso la presencia de Clyde fue sumamente importante y, además, un privilegio tenerlo como profesor. Descifrar un cuerpo en su peso, sexo, edad, su talla, sus patologías, lesiones y causas posibles de muerte. Todo eso aprendimos con él, en la marcha del trabajo. Luego, cuando empezamos a trabajar en el exterior, solicitábamos su permanente presencia, como una suerte de seguridad y de que había problemas políticos de peso a los cuales no estábamos acostumbrados”, cuenta la miembro fundadora a Infobae.

“Estaba la sensación de no poder hacer nada con los atropellos de los militares, de que no había manera de defenderse. Nosotras íbamos a estudiar y nos revisaban la mochila en largas filas”, recuerda Mimí Doretti, quien junto a Patricia Bernardi y Luis Fondebrider fueron de los primeros jóvenes científicos en trabajar con el excéntrico y riguroso Clyde Snow. A comienzos de 1984 la CONADEP y Abuelas de Plaza de Mayo pidieron la asistencia de Eric Stover, entonces director del Programa de Ciencia y Derechos Humanos de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia, con sede en Washington. Fue Stover el que contactó a Snow, que venía de identificar el cuerpo de Josef Mengele en Brasil y era uno de los antropólogos forenses más importantes del mundo.

Las Madres oficiaron de garantes. Snow no encontraba a nadie preparado para semejante tarea: muchos médicos forenses habían ayudado a tapar los crímenes de la dictadura. Ya estaba por volverse a Estados Unidos, decepcionado, cuando Morris Tidball Binz, su asistente, lo convenció para que convocara a estudiantes de arqueología y antropología. Al principio, “el gringo” no aceptó. Pero luego cayó en la cuenta de que era la única opción.

Snow esperaba a los estudiantes en un hotel, donde comenzó a entrevistarlos. “Un típico tejano, con su sombrero y pipa”, fue la primera impresión de Patricia Bernardi, que acudió a la cita como una principiante. Snow no podía esperar y les propuso exhumar un cementerio en la zona norte de Buenos Aires. Sabía de los peligros y se los advirtió.

La propia Bernardi y sus compañeros empezaron a documentar su trabajo con fotos y videos caseros al dimensionar la relevancia de la prueba. Fueron aprendiendo el oficio en el terreno, en las clases prácticas con Snow. Comían dentro de la fosa, con el especialista norteamericano predispuesto a arremangarse y luego bromear con ellos tomando su clásico Martini seco. Eran épocas “pre-ADN” y había limitaciones técnicas para hacer identificaciones. En las mesas de disección se topaban con fracturas antiguas, datos odontológicos y cráneos destrozados para determinar edades y sexos. Bajo amenazas telefónicas, Snow se cambió de hotel y temió por la protección de los jóvenes de su equipo. La primavera democrática era un campo resbaladizo.

Coqui Pereyra, de Abuelas, se acercó a ellos. El caso de su hija, Liliana, fue uno de los primeros en que el EAAF logró la identificación en 1985. Estaba enterrada en el cementerio de Mar del Plata y por la pelvis se comprobó que había dado a luz. ¿Cómo hacían los científicos para controlar las emociones? “Miren, si tienen que llorar, háganlo a la noche”, sugirió Snow, y las palabras se convirtieron en un mantra. La declaración de Clyde Snow en el Juicio a las Juntas fue bisagra. Allí, bajo un silencio sepulcral en la sala, contó de qué modo se identificó a Liliana Pereyra. “Habló de que nuestro trabajo no era sobre huesos sueltos, sino que ellos representaban a gente que tenía una vida, una cara, un cuerpo”, reflexiona Patricia Bernardi, destacando el momento en el que se proyectó el rostro completo de Liliana en una pantalla, frente a los jueces.

Cuando arrancaron con las primeras excavaciones, los jóvenes científicos no sabían cuánto tiempo les llevaría ni pensaron en armar un equipo de manera profesional. Snow se fue a Estados Unidos y poco después regresó. Los casos florecían y tenían la confianza de los familiares. Se sumaron nuevos voluntarios, como Carlos Maco Somigliana, estudiante de abogacía y de antropología. Al poco tiempo se instalaron en una oficina y en 1987 formaron una asociación civil.

En El Salvador, Bernardi y Doretti recogen decenas de testimonios. Cuando excavan, hallan un niño detrás del otro. Ellas estaban acostumbradas a los jóvenes adultos, los huesos de los desaparecidos de la dictadura. En Centroamérica son mayormente niños menores de diez años. Batitas, escarpines, huesos dentro de sandalias. Una atrocidad a cielo abierto. Fragmentos diminutos, de niños recién nacidos. Lo convocan a Snow y a otros científicos norteamericanos. Snow, con sólo mirar una dentadura, parecía sacar la edad del niño. “Que estuviera Clyde y su equipo certificando que hubo una masacre tuvo un peso político en demostrar la intervención yanqui a Centroamérica”, remarca Bernardi.

El EAAF pasó de Bolivia al Congo, pasando la línea de más de 50 países recorridos, y sus miembros se hicieron famosos en su expertise. Los cadáveres tienen distintos patrones, las formas de eliminar al ser humano varían según los contextos. Tener un familiar desaparecido es un dolor universal que trasciende cualquier religión, cultura o ideología. “No buscamos nunca reconciliación sino reparación, memoria y justicia”, vuelve a definir Luis Fondebrider, que destacó que el EAAF se potenció en pequeños grupos que actualmente trabajan en varias oficinas de Argentina.

Todo se vuelve más peligroso con el caso de los 43 estudiantes de Ayotzinapa. A las científicas les pinchan sus teléfonos y hay ataques a dirigentes de derechos humanos de parte del Gobierno. Mimí se muestra firme, incólume, y desmonta la versión oficial enfrentando al Poder Judicial. “Perdón por meterlos en este lío”, les había dicho Clyde alguna vez. “Si sólo una familia tiene un poco de paz, justifica el trabajo. Por eso lo seguimos haciendo”, dice Fondebrider.

Devolver identidad a quienes la perdieron y ofrecer respuestas a sus familias. La tarea del EAAF, según se remarca en su página oficial, se sustenta en “los principios de los Derechos Humanos, del derecho humanitario internacional y, fundamentalmente, en el respeto por el derecho individual y colectivo a la identidad, la verdad y la justicia”. Con el tiempo, además, el equipo argentino se convirtió en un modelo replicado por otros países y organismos de derechos humanos.

En 2020, el EAAF fue postulado al Premio Nobel por primera vez. Hoy sigue siendo una organización científica, no gubernamental y sin fines de lucro, financiada a través de donaciones, organismos y fundaciones internacionales. Fiscales y jueces de todo el mundo continúan solicitándolos para las pericias, citando tanto su antecedente fundacional con la dictadura como su trabajo más allá de las fronteras argentinas, tales como los crímenes del apartheid en Sudáfrica, los restos del Che Guevara, las masacres en Timor Oriental y en Kurdistán, los femicidios de Ciudad Juárez y la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, entre otros. En el presente, y sin dejar de estar en cada continente, “el EAAF interviene en casos de víctimas de desapariciones forzadas; violencia étnica, política, institucional, de género y religiosa; desapariciones actuales, narcotráfico, trata de personas, crimen organizado; procesos migratorios, guerras y conflictos armados, accidentes y catástrofes”, de acuerdo a su prédica institucional.

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