27 de junio de 2025
Dos historias desconocidas de Maradona con los ultras del Napoli: el mejor partido que nadie vio y el regalo que cambió una vida

La realización de un mural especial sobre el Diez en Nápoles reveló increíbles anécdotas sobre su huella en el club y en la ciudad
“El muchacho, sin dudarlo, me invitó a seguirlo. Como en una película, recorrimos un laberinto de callejuelas hasta llegar adonde estaba reunida la hinchada del Napoli. Les conté mi idea a los ultras y, entusiasmados, salimos juntos a ver varios lugares del barrio”, reveló el hilo rojo o, mejor dicho, celeste y blanco.
La imagen elegida para el mural muestra a Maradona en 1984, a sus 24 años, en el momento en el que el astro argentino se encontró con la vida y la pasión del sur de Italia. Tiene la sonrisa angelada, con la marca de la ilusión de dejar atrás los avatares de Barcelona y comenzar una historia grande, que derivó en cinco títulos (dos Serie A, la Copa Italia, la Copa UEFA -hoy Europa League- y la Supercopa de Italia) y un amor eterno.
Entre pincelada y pincelada, los ultras del Napoli, que habitualmente se ubican en la Curva 1 y la Curva 2 del estadio que hoy lleva el nombre de Pelusa, compartieron sus aventuras junto al ídolo. Y Liberto regaló algunas de las historias en charla con Infobae.
“Mientras pintaba, me fueron contando lo que significa Maradona para ellos. Me decían: ‘Los del norte tenían la plata, los estadios, los títulos… Pero a nosotros, que no teníamos nada, nos mandaron al más grande. Y él dijo que no iba a jugar para ningún otro en Italia. Ni Juventus, ni Milan, ni nadie. ¿Sabés lo que es eso? Eso no se compra, eso es fe. Diego no era solo nuestro capitán, era un milagro con botines’“, amplió el muralista.Aquellos años dorados sembraron historias que alimentan el mito. Historias hermosas, que los ultras contaron con pasión, mientras Liberto pintaba otro retazo de la gloria que Maradona parió.
Reza la leyenda, o los ultras mientras veían cómo las manos del artista corporizaban a su deidad, que, una tarde, mientras volvía en coche a su casa, Diego vio a un grupo de chicos jugando al fútbol en un callejón. E hizo una de Diego. “Frenó el auto, bajó y sin avisar se unió al partido. Jugó descalzo, se rió, se tiró al piso. Los chicos no podían creerlo: ¡estaban jugando con Maradona! Una vecina le ofreció agua, y él se quedó un rato más charlando con todos. Esa tarde quedó en la historia del barrio >El Diez siempre llevó a sus orígenes como un sello de sus gambetas. Sobran los ejemplos de situaciones en las que vio a otro >Uno de ellos fue uno de los acompañantes del muralista mientras componía su obra. Y lo conmovió. “Crecí en un barrio duro de Nápoles. La calle era peligrosa, muchos amigos terminaron mal. Yo pasaba los días en las calles, sin rumbo. A veces, Diego pasaba por ahí. Sí, Maradona. Siempre que me veía, me decía: ‘¿Qué hacés a esta hora en la calle pibe? Esto no es para vos. Vos tenés que jugar’“, prologó su interlocutor. “Yo no le decía nada, solo me reía. Hasta que un día frenó el auto, se bajó, me miró serio y me dijo: ‘Si vas a jugar, jugá en serio’. Y me regaló unos botines nuevos, de mi número. Nunca nadie me había dado algo así“, continuó, todavía sorprendido pese al paso del tiempo.Por historias como esta, como una iglesia a cielo abierto, Nápoles está repleta de imágenes de Maradona, como la del flamante mural. “Dios lo eligió para nosotros. Yo lo digo siempre, y no me tiembla la voz: a Maradona lo eligió el propio Jesús para que juegue en el Napoli”, repitió uno de los ultras como un mantra. Y a la fe no se la discute, se la respeta.