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15 de abril de 2025

Cambio climático y salud: Europa se está adaptando más al frío que al calor

Investigadores de España utilizaron un innovador modelo para estudiar cómo el continente enfrenta las temperaturas extremas altas y bajas, y el impacto en sus pobladores. Qué implican los resultados que alcanzaron

>El Un nuevo estudio liderado por el Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, demostró que Europa se adaptó mejor a las bajas temperaturas que a las altas en las dos últimas décadas.

La investigación fue realizada en colaboración con el Centro Nacional de Supercomputación de Barcelona y fue publicada en la revista Los científicos encontraron que en los últimos años hubo una disminución significativa del riesgo de mortalidad relacionada con el frío, en comparación con la primera década de los años 2000.

También se ha producido una reducción del riesgo de muertes relacionadas con el calor durante este período, aunque en menor medida.

Tradicionalmente, los estudios de este tipo se han basado en umbrales de temperatura fija para calcular los riesgos, sin tener en cuenta que la vulnerabilidad ante unas mismas temperaturas no es igual en todas las regiones de Europa.

Para superar esta limitación, el equipo desarrolló un nuevo concepto: la temperatura de riesgo extremo (ETR, por sus siglas en inglés).

Se detectó que, en el período 2003-2020, Europa experimentó 2,07 días menos de frío peligroso cada año. Por el contrario, los días de calor peligroso aumentan en 0,28 días por año.

Curiosamente, no todas las partes de Europa se vieron afectadas de la misma manera. Por ejemplo, las regiones del sureste de Europa, a pesar de sus condiciones más cálidas, tuvieron más días peligrosos de calor y frío, que causaron un mayor riesgo de mortalidad asociado.

“La vulnerabilidad ante temperaturas extremas varía mucho de un lugar a otro, y las regiones del sur de Europa son más sensibles a los cambios de temperatura que las del norte. Esta disparidad se debe en parte a factores socioeconómicos, como un aislamiento inadecuado de las viviendas, un menor gasto en salud pública y un acceso limitado a la ayuda social para las poblaciones vulnerables”, agregó Zhao-Yue Chen.

“Nuestros resultados muestran que, si bien Europa ha realizado notables progresos en la adaptación al frío, las estrategias para hacer frente a la mortalidad relacionada con el calor han sido menos eficaces”, agregó.

“Nuestro estudio pone de manifiesto la necesidad de avanzar más en las medidas actuales de adaptación al calor y en los planos de acción calor-salud”, comentó Joan Ballester Claramunt, investigador de ISGlobal y autor principal del estudio. “Al mismo tiempo, las disparidades espaciales observadas subrayan la necesidad de estrategias específicas para cada región con el fin de proteger a las poblaciones vulnerables”, añadió.

El equipo también analizó la frecuencia con la que se producían temperaturas de riesgo extremo en días con niveles de contaminación superiores a los límites recomendados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Con el tiempo, estos días compuestos han ido disminuyendo, excepto la combinación de días peligrosamente calurosos y altos niveles de contaminación por ozono, que aumentó a un ritmo de 0,26 días por año.

El ozono es un contaminante secundario que se forma en la atmósfera como resultado de la interacción entre otros gases y la radiación solar.

“Debemos tener en cuenta los días compuestos y desarrollar estrategias específicas para hacer frente a los contaminantes secundarios como el ozono, porque los efectos de las temperaturas extremas y la contaminación atmosférica en la salud no son completamente independientes. Existe una interacción entre ellos que puede amplificar los efectos adversos para la salud”, advirtió.

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