14 de febrero de 2025
La familia que perdió todo en un incendio, vive en un parador de la Ciudad y sueña con tener una casa

En marzo de 2023, una explosión de garrafa desató el fuego que en pocos minutos arrasó con todas sus pertenencias. Pasaron un mes en la calle y, desde mayo de ese año, transitaron por distintos espacios temporales. En abril deberán dejar el Centro de Inclusión donde residen desde octubre
“¡Nuestra casa se quema!”, le avisó llorando a Ezequiel, quien al instante le contó del siniestro a su jefe y pidió permiso para dejar las tareas de maestranza. No le daban las piernas para llegar al lado de su familia. En ese momento, había comenzado una etapa de dolor e incertidumbre que aún no acaba. Desde octubre pasado, la familia de siete integrantes vive en un Centro de Inclusión Social del gobierno de la Ciudad. “Acá tenemos comodidades y las cuatro comidas. Hay refrigeración y calefacción, estamos muy agradecidos por la contención”, cuenta Ezequiel aunque admite que su máximo deseo es poder encontrar una casita para empezar una nueva vida con su familia.
La casita que alquilaban estaba en Loma Hermosa, en el partido de General San Martín. “Explotó una garrafa y agarró nuestra casita. En donde vivíamos, era un barrio de emergencia, la cocina era compartida, aunque nosotros teníamos nuestra propia garrafa y anafe, la que explotó justo estaba al lado de nuestra vivienda. ¡Perdimos todo! La heladera nueva con freezer, las camas, nuestras ropas, los documentos, todos los papeles. ¡Fue un momento horrible!”, recuerda Ezequiel, de 38 años, angustiado. Apenas Paola pudo decirle que la casa se incendiaba, el hombre sólo quiso saber cómo estaba la familia. “Yo estoy bien. Estamos todos bien porque fuimos a la plaza y estábamos ahí”, le confirmó la mujer que hoy tiene 32 años. Unos días antes, Ezequiel había pagado $ 20 mil de alquiler y, como un gesto de bondad, la dueña del lugar se los devolvió porque no había otro lugar para ellos, pero ese dinero no era suficiente para que los siete miembros de la familia pudieran alquilar en otro lugar y cuando el humo dio paso a la nueva imagen de la casa, se enfrentaron a la realidad: dónde pasarían la noche y los próximos días.“Con los $ 20 mil que me había devuelto la dueña de la casa que se incendió no podía alquilar nada, sobre todo, por la cantidad de chicos que tenemos. Finalmente, me comuniqué con el 108, dejé mis datos y me llamaron para buscarnos. Nos dijeron que había un parador en Costanera. Fuimos, pero no la pasamos bien y estuvimos menos de 15 minutos. La gente que estaba parando ahí nos decía que teníamos coronita, nos reclamaban el horario en que tomábamos la merienda... Fueron cosas que en el estado que estaba no tenía ganas de vivir. No estábamos para discutir. Volvimos a la calle”, revive y la angustia regresa a su voz.
Volvió a llamar al 108 y se entera que había otro parador del gobierno de la Ciudad, el Centro de Inclusión Social Loria, que podía recibirlos. “Hay profesionales excelentes, que nos trataron muy bien a mí y a mi familia. Es un lugar habitable que tiene todas las comodidades y que es un espacio excelente. Estamos muy agradecidos”, describe el lugar donde vivieron cuatro meses, entre finales de 2023 y hasta principios de mayo de 2024.Desde el Gobierno de la Ciudad, cuentan que a través de la Red de Atención y los Centros de Inclusión Social (CIS), brindan asistencia integral a personas y familias en situación de vulnerabilidad, con el objetivo de garantizar su acceso a una vivienda temporal y fomentar su reinserción social.
Estos espacios ofrecen alojamiento, alimentación, asistencia médica y apoyo psicológico, además de facilitar la inscripción escolar de niños y el acceso a capacitaciones laborales para los adultos. Como parte del protocolo “Cero niños en calles”, equipos interdisciplinarios recorren diariamente el territorio porteño para detectar y asistir a familias sin hogar.Hay un factor común entre quienes perdieron todo lo material: sostienen que es posible salir adelante y que mientras haya esperanza hay motivos por los que luchar. Ezequiel opina igual y está seguro de que la etapa de mala racha terminará pronto y de manera definitiva.
“Gracias a Dios estoy trabajando en una empresa de limpieza para la estación de servicio YPF, presto servicio ahí. Estoy muy cómodo y no me va nada mal. Estamos juntando dinero para poder alquilar una casa porque en abril tenemos que dejar el centro. Pese a que busco, es muy difícil conseguir un lugar para una familia numerosa. Yo deseo progresar y pienso en eso todo el tiempo. Lo único que deseo es que mis hijos tengan un buen futuro y tengan su propio techo. Ahora, repito, estamos bien y tenemos un lugar donde poder comer, asearnos y dormir, pero no es lugar adecuado para que podamos vivir nosotros con la comodidad que una familia numerosa necesita”, sostiene.Consternado, cuenta que los mellizos no saben del incendio y cada tanto preguntan por sus juguetes, por su televisión, por su pileta y por aquello que destruyó el fuego. “Aunque hayamos perdido todo, con Paola creemos que no podemos quedarnos con ese dolor sabiendo que tenemos chicos que esperan de nosotros salgamos adelante. Por eso, miramos para adelante. No dejamos, pese a todo, que nuestros hijos nos vieran rendirnos. Nos tenemos como familia y eso es lo importante. Siempre pensamos en que todo se puede si uno se lo propone”, asegura con un sentido de resiliencia. Con esa mentalidad, Ezequiel nunca dejó de trabajar, incluso en los momentos más duros. “Nunca le dije a mis hijos ‘vayan a pedir moneda’. No, yo iba, laburaba, ellos estaban en la plaza y yo iba y trabajaba, traía la plata, les tenía la comida”.
Pese a todos los conflictos que debieron atravesar, Ezequiel y Paola tampoco permitieron que sus hijos abandonaran la escuela. “Creo que habrán faltado tres, cuatro días, después del incendio, y después volvieron otra vez a clase”, dice el padre de la familia. Orgulloso cuenta que la niña mayor ya terminó la primaria y que seguirá en una escuela secundaria cercana al CIS, al igual de los demás hijos.El camino hacia la estabilidad habitacional sigue siendo cuesta arriba: “Buscamos alquiler y no es fácil. Aunque gano bien y puedo alquilar, tampoco puedo pagar el fangote que piden todos los meses porque después, ¿cómo comemos?”, se pregunta. “Necesitamos un lugar para estar tranquilos, para poder vivir como familia”, concluye.