21 de noviembre de 2024
Qué decían las cartas que enviaba Jack el Destripador luego de cometer un crimen
Durante el otoño de 1888, notas cargadas de cinismo y amenazas sembraron terror en Whitechapel, reivindicando la autoría de brutales asesinatos
La carta también anticipaba su modus operandi con un espeluznante nivel de detalle, prometiendo cortar las orejas de su próxima víctima como un “juego divertido” para la policía. Este detalle, que parecía una amenaza sin fundamento, cobró relevancia después del asesinato de Catherine Eddowes el 30 de septiembre, cuando su cadáver apareció con una oreja parcialmente cortada, entre otras mutilaciones extremas.
El mismo día que encontraron a Eddowes, otra mujer, Elizabeth Stride, había sido asesinada en un callejón cercano. Este “doble evento”, como fue descrito en la prensa, fue señalado en una nueva misiva que llegó a la agencia el 1 de octubre, titulada “Saucy Jacky”.Esta segunda carta reforzó la posibilidad de que el asesino estuviera jugando con las autoridades, pues mencionaba detalles que no habían sido aún revelados al público, como la cercanía temporal y geográfica entre ambos crímenes.
Pero fue la tercera carta significativa, conocida como “From Hell” y enviada directamente a George Lusk, líder del Comité de Vigilancia de Whitechapel, la que empujó los límites de lo imaginable. Recibida el 16 de octubre, esta no solo contenía un mensaje perturbador, sino también un macabro acompañamiento: la mitad de un riñón humano, presuntamente extraído de Catherine Eddowes.Los análisis médicos determinaron que el órgano pertenecía a una mujer de edad cercana a Eddowes, quien tenía 46 años y padecía enfermedad renal, un dato que sumó credibilidad a la autoría de esta escalofriante misiva.
A lo largo del caso, las autoridades recibieron más de 700 cartas atribuidas a Jack el Destripador, pero muchas fueron descartadas como falsificaciones. En 1931, un periodista llamado Fred Best confesó haber escrito algunas de las más notorias, incluyendo la “Dear Boss” y la “Saucy Jacky”, con el objetivo de vender más periódicos. Más recientemente, estudios lingüísticos como los del Dr. Andrea Nini han reforzado la hipótesis de un único autor detrás de estas cartas, aunque no necesariamente el asesino.