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28 de octubre de 2024

Las dizque democracias latinoamericanas (parte 1)

La evolución política en América Latina y el Caribe revela desdibujadas formas democráticas bajo corrientes populistas que consolidan regímenes autoritarios, difuminando principios constitucionales esenciales que promueven la libertad y limitan el abuso del poder

>Hablemos de lo que son los gobiernos latinoamericanos -y caribeños- hoy. De sus características, de su naturaleza y de su declive. Al hacerlo enfocaremos planos de lo que rara vez hablamos. En primer lugar, enfilaremos a las características de sus mal llamadas democracias. En segundo lugar, conectaremos lo descubierto, revisando la data sobre sus ideologías, no su retórica. Finalmente, enfocaremos la consecuencia de desenvolverse en ambientes altamente opresores. Es decir, su estrepitoso declive global.

En la región, cuando nos referimos al vocablo “democracia”, cada quien usa definiciones diferentes. Los dictadores cubanos o venezolanos sostienen que respetan las formas democráticas tanto como los uruguayos o costarricenses.

En tiempos donde el neomarxismo redefine lo que es caritativo o justo, resulta crucial definir cuidadosamente lo que entenderíamos como lo democrático. Aquí volveremos a recordar la definición del politólogo norteamericano William Riker. Para él, la democracia trascendería el populismo (elecciones libres, eventualmente). Consistiría en la persecución del ideal político de libertad. En una democracia se elige con el voto popular, pero el elegido no podría abusar. Implicaría, ajustadamente, lo que Adam Smith visualiza con un sistema de libertad natural.

Hablamos, pues, de un sistema de gobierno pocas veces respetado en la región (más allá del discurso). Frente la carencia o minimización de la separación de poderes, la voz y participación, la eficacia y el control a la corrupción burocrática o la abierta tolerancia a la violencia ideológica, muchas prácticas locales etiquetadas como democráticas dibujan experiencias totalitarias o dictaduras veladas.

La Figura A que registra las cifras del grueso de las naciones de Latinoamérica y El Caribe —a las que agregué a los Estados Unidos y a Canadá, solo para producir algunas parciales envidias— descubre la inexistencia de prácticas democráticas en la región.

El primer subgrafo de la derecha nos recuerda que la corrupción burocrática resulta consistentemente rampante en el grueso de las sociedades latinoamericanas. Desde Puerto Rico a la Venezuela cubanizada.

Los resultados electorales accidentados, incomprensibles y disonantes —usualmente muy dudosos— no son nada raros en la región.

No son democracias. Son dictaduras. Aun si el dictador elegido lo hubiera sido en un proceso electoral ajustado, éste puede quebrar la separación de poderes con gran popularidad (como Maduro, Petro, López Obrador, Vizcarra o Bukele). Cada una de estas seudo democracias puede cómodamente dibujar los comportamientos de grotescos dictadorzuelos. Y ser admitido al inclusivo club de gobiernos dizque democráticos en la región. Las cifras muerden, estimado lector.

Claro que usted puede creer y defender que necesitamos un opresor maquillado, por los fines y preferencias que usted tenga a bien aceptar. Pero la factura no es graciosa. Resulta altísima. Y es que la libertad sí se come. O lo que es lo mismo, como cualquier cubano, venezolano o boliviano sabe por amarga experiencia, la opresión de izquierda se paga con estancamiento y corrupción.

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