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12 de octubre de 2024

El nuevo auge de las mulas ingestadas con cocaína en el norte argentino

La modalidad más cruel del transporte de droga se había detenido en las provincias de Salta y Jujuy. Ahora, según fuentes oficiales, la frontera con Bolivia promedia tres casos por semana

>Las mulas con cocaína en sus estómagos son, históricamente, las víctimas del lado más cruel del negocio narco en la Argentina. Captadas por las organizaciones para llevar la droga en su interior, llamadas “capsuleras” en la jerga, corren el riesgo de que la droga envuelta en preservativos explote Hasta que, meses atrás, volvieron a aparecer: solas, en grupo, desde Bolivia, desde Perú, en pasos fronterizos y cruces ilegales. Los casos se reactivaron raudamente este año. Fuentes en el Ministerio de Salud de Jujuy precisaron que a lo largo de todo el año pasado en el Hospital de La Quiaca recibieron a cinco personas con cocaína en el estómago. Sin embargo, en lo que va del 2024, los pacientes ascendieron a 21, más del cuádruple. Sin embargo, no todos los casos que pasan por los centros de salud son judicializados. El nuevo ascenso en las “capsuleras” fue confirmado por fuentes en el Poder Judicial y en la Procuración. El ascenso, también, lleva a las autoridades a preguntarse por qué las mulas ingestadas dejaron de verse por tanto tiempo, y por qué regresaron.

Hubo un caso resonante antes de que las “caspuleras” dejaran de ser vistas: el de Rosana López, una mujer salteña.

El 19 de junio de 2022, López ingirió 749 gramos de cocaína. Una de las 74 cápsulas que tragó explotó mientras viajaba en un micro a la provincia de Chaco, acompañada por Jessica Nahir Figueroa, la encargada de vigilar y coordinar la operación.

Durante el viaje, López comenzó a sufrir los primeros síntomas. Como el dolor era cada vez peor, Figueroa llamó a un chofer de su confianza. Juntos intentaron sin éxito que expulsara las cápsulas del cuerpo para salvar la droga. Sin recibir atención médica, Rosana López murió en la madrugada del 20 de junio. Descartaron su cuerpo en la ruta 26 y al día siguiente lo encontró un trabajador rural.

Los casos recientes son casi idénticos.

Después de vomitar una cápsula, N. M., una mujer salteña de 20 años, ingresó de urgencia al Hospital San Vicente de Paul, en Orán, en la noche del 16 de marzo de este año. Tenía un fuerte dolor estomacal, náuseas y vómitos, según comentó a los médicos de guardia.

Su defensa pidió ante el Juzgado Federal de Garantías de Orán la nulidad de todo el procedimiento porque la prueba del delito se obtuvo al quebrar el secreto profesional de los médicos.

La Corte Suprema de Justicia sentó un precedente con el fallo Baldivieso, donde determinaron que cualquier ciudadano tiene derecho a la confidencialidad, “incluso para quien se encuentra realizando una conducta delictiva”. Al mismo tiempo, se entendió que existe un dilema para quien está en esa situación y debe definirse entre no ir a un hospital y arriesgarse a morir, o recibir la asistencia y enfrentar un proceso penal.

Para marzo de este año reaparecieron las primeras “mulas” ingestadas. Desde julio en adelante se mantuvieron de forma sostenida las detenciones, siempre a cargo de Gendarmería.

El Ministerio Público de la Defensa, según fuentes en el organismo, recibe solamente Jujuy tres casos de “capsuleros” por semana, en promedio. Como novedad, empezaron a verse grupos masivos de personas ingestadas.

Las bandas narco generalmente captan a personas vulnerables para mover la droga. Les pagan, según declaran ante la Justicia, entre 600 y 800 dólares por concretar la entrega.

“Creemos que está pesando mucho la situación económica en Perú. Además allá está barata la droga, y el precio de un kilo de cocaína peruana se puede multiplicar 50 veces en Buenos Aires”, le explicó a Infobae una fuente con acceso al caso.

En la misma semana, sobre la ruta 9, la Gendarmería controló tres remises que se dirigían a San Salvador de Jujuy. En total, 13 de los involucrados tenían droga dentro de su cuerpo. Es una cantidad inédita de “mulas” para un solo procedimiento.

Un funcionario del Poder Judicial, con intervención en este tipo de causas, arriesga una hipótesis, una maniobra de distracción: “Puede ser que el narco envíe a un ‘capsulero’ para distraer a todo un escuadrón de Gendarmería para hacer pasar por la frontera un cargamento más importante”.

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