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29 de septiembre de 2024

El emotivo recuerdo de la hija de José de Zer, el periodista que creó un estilo propio: “Mi papá era un hombre con mucho carisma”

En una charla exclusiva con Teleshow, Paula de Zer rememora aquellos días con cariño y tristeza. A días de estrenarse en plataformas la película sobre su vida, la historia del cronista que mezcló realidad con ficción

>“Paulita, vení a buscarme”, gritaba entre risas Las primeras memorias que Paula tiene de su padre son fragmentos, escenas sueltas de una vida compartida a ratos. Sus padres se separaron cuando ella tenía apenas dos años, así que los momentos junto a José se dividían entre las visitas y los paseos que él organizaba para compartir tiempo con ella. Fue después de los 18 años, cuando la entonces joven decidió mudarse a Buenos Aires para sus estudios terciarios, que ambos volvieron a vivir bajo el mismo techo. Compartían el hogar junto a la pareja de José, y aunque las coberturas periodísticas a menudo lo mantenían lejos por varios días, comprendía perfectamente el compromiso que tenía su padre con su trabajo.

Era enero de 1986, y el país vivía días de calor abrasador. Mientras el bullicio de las noticias locales parecía apagarse con el inicio de las vacaciones, un suceso extraordinario sacudió los medios: en el Cerro Pajarillo, cercano a Capilla del Monte, apareció una misteriosa marca quemada. Las especulaciones no tardaron en llegar. ¿Un incendio? ¿Un fenómeno natural? Nada de eso. Los primeros testigos afirmaron, entre susurros y miradas asombradas, que se trataba de una huella dejada por un OVNI.

En ese contexto de asombro y misterio, surgió un nombre que transformaría por completo la narrativa de la noticia: José De Zer. Era un periodista de Nuevediario, el noticiero más visto de Canal 9, y se encontraba en Villa Carlos Paz realizando notas de interés general, tras ganar cierta notoriedad en casos policiales que aún quedan en la memoria colectiva, como el femicidio de la profesora de inglés conocida como Oriel Briant. Incluso también la desaparición de Cecilia Giubileo, la doctora que se presentó a su guardia en la Colonia Open Door, cerca de Luján, una noche de invierno de 1985. Firmó un certificado de defunción, atendió a dos pacientes, se fue a dormir y al día siguiente no estaba y nadie la había visto salir.

“Cuando me mandaron a cubrir esta nota ya tenía la experiencia del caso Briant. Y me dije: ‘esta es otra nota similar’. Lo planteé acá y me dieron luz verde”, explicaría en una charla con la revista Somos a fines de ese año.

Así, el noticiero comenzó a narrar esta historia con un magnetismo casi sobrenatural. De Zer, con sus reportes que mezclaban el misterio y la evidencia, logró cautivar a una audiencia que, cada noche, a las 20, se paralizaba frente al televisor. El Cerro Uritorco, el místico enclave serrano, se transformó en el epicentro del turismo ufológico en la Argentina. Capilla del Monte, hasta entonces una tranquila localidad, se convirtió en un lugar de peregrinaje para quienes buscaban respuestas más allá de la lógica. José De Zer había creado, sin proponérselo, la primera gran “meca” del fenómeno OVNI en el país.

Pero no solo los cielos eran protagonistas de sus crónicas. Los misterios parecían perseguirlo. Una mañana, una carta llegó a la redacción, proveniente de La Plata, firmada por un vidente que aseguraba haber fotografiado algo increíble: gnomos. Dos imágenes mostraban supuestamente a los pequeños seres mitológicos, uno desapareciendo en un pozo, y otro asomando entre pastizales. De Zer y Torres no dudaron. Viajaron a la zona y se instalaron durante cinco noches en busca de la verdad. En la primera, el vidente, afirmando que una fuerza maligna lo devoraba, cayó al pozo en medio de gritos desesperados. Cada noche, los vecinos se congregaban con la esperanza de ver algo extraordinario. Pero, como en un cuento del que solo quedan ecos lejanos, nada apareció.

Para cuando Nuevediario alcanzaba sus máximos picos de audiencia, rozando los 50 puntos de rating, la figura de De Zer ya no era solo la de un periodista, sino la de un narrador de lo insólito. Pero todo tiene un final. En 1994, el programa fue cancelado. El periodista, cuyos reportajes habían definido una era en la televisión argentina, quedó relegado cuando la nueva dirección del canal tomó las riendas. Alejandro Romay, el poderoso empresario mediático, lo citó a una reunión donde, en buenos términos, decidieron terminar la relación laboral.

Su salida del canal fue el inicio de una etapa sombría en su vida. Diagnosticado con Parkinson, su salud comenzó a deteriorarse rápidamente. Su hija Paula recuerda aquellos días con una mezcla de cariño y tristeza. “Papá era un hombre con mucho carisma, muy gracioso. Nos hacía reír a todos, pero detrás de cámara su vida empezó a desmoronarse. Después de dejar Canal 9, comenzó a ver cosas, a delirar. Pensaba que alguien entraba a su casa y cambiaba los muebles de lugar. Su delirio fue uno de los primeros síntomas de lo que, con el tiempo, se confirmó como un cuadro de demencia”, cuenta en una charla exclusiva con Teleshow.

Su vida comenzaba a pagarse lentamente, y sobre esos instantes ella expreso que “sus últimos días fueron realmente muy feos”. En ese momento, ella trabajaba en el Canal, y como si lo estuviera viviendo, recuerda que “fue el año que vino Narciso Ibáñez Menta a la Argentina, que yo justo tuve que ir a hacerle una nota y me tuve que volver porque me habían dicho que papá estaba muy mal. Él estaba internado en la Clínica de Colegiales. Había estado en un neuropsiquiátrico durante un mes más o menos, y después fue trasladado ahí por su alto cuadro de que le faltaba el oxígeno a causa de su cáncer de pulmón”.

Allí se encontraría con una escena que nadie hubiera esperado ni imaginado: “El tema de sus demencias era que su cáncer de pulmón había subido por el esófago al cerebro. Sí, sus últimos días fueron muy tristes. Muy tristes y muy rápidos”, se quiebra la voz al momento de cerrar los ojos y volver a esa escena.

A pesar de la tristeza de sus últimos días, el legado sigue vivo. “En mis últimos años en el canal, pasé a los móviles del noticiero. Salí como productora en el primer móvil de prueba. Les encantó y quedé fija. Y a partir de ahí empecé a hacerlos todos como productora del mediodía y de la noche y no había persona que supiera mi apellido y no me dijera ‘¿vos sos la hija de José?’. Hablo de colegas, de gente de la calle, todos me decían lo mismo, ‘tu padre era una persona con códigos. Tu padre era una excelente persona’”. Aún hoy, décadas después de su muerte, el recuerdo sigue siendo el de un hombre íntegro, un profesional apasionado y un ser humano excepcional.

El estreno de una película sobre su vida ha reavivado esos recuerdos en Paula, quien José de Zer falleció el 2 de abril de 1997, a los 56 años, pero sigue vivo en la memoria de quienes lo conocieron y lo amaron, y sobre todo, en el corazón de su hija. Su legado no está hecho de grandes monumentos ni homenajes fastuosos, sino de esos pequeños gestos de humanidad, de su sentido del humor, de su humildad y su amor por el oficio. Un legado que, como su hija Paula detalló, perdura, silencioso pero firme, en el tiempo.

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