Miércoles 30 de Octubre de 2024

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29 de julio de 2024

Carlos Leyba alertó que la emisión cero puede generar “deflación” y agravar la pobreza con más desempleo y recesión

El economista, con trayectoria en la función pública a mediados de los 70 y profesor Emérito en la UBA, analizó en una entrevista con Infobae lo que considera “las contradicciones del ministro Caputo”

>En tiempos en que el gobierno de Frente a ese cuadro, que parece olvidar a muchos la pesada y particular herencia del gobierno anterior, aunque hay consenso en que no se puede ordenar la macroeconomía en apenar 8 meses de gestión, Infobae entrevistó al economista Carlos Leyba, ex subsecretario de Economía del ministro José Ber Gelbard en 1974 y uno de los que redactó el— ¿Qué le parece la decisión del Gobierno de “emisión cero” por todo concepto de la “Base Ampliada”?

La deflación inducida es consagrar, como virtud, el desperdicio de recursos: al mismo tiempo “escasez provocada” y “abundancia de recursos abandonados, desempleados y capacidad ociosa”. Es cierto que también es el fin de la inflación, pero también es el derrumbe de precios, stocks y producción: enorme desorden económico y social cuyas consecuencias son difíciles de evitar y sin duda empeoran la situación que se pretende tratar con esa medicina.

Creo que si bien, al comienzo, Milei iba en esa vía “deflacionista”, ahora el atraso tarifario y cambiario, señalan que podría haberla abandonado. Revela contradicciones internas. La Universidad San Andrés estima que ahora “la pobreza” y no “la inflación”, es el principal problema para los argentinos. Pero la reducción de la tasa de inflación sigue siendo el soporte de la positiva imagen presidencial: una surte de anestesia frente a los otros problemas de la economía.

La contradicción es que el ministro Sus dichos (emisión cero, venta de dólares) reconocen una idea subyacente “deflacionaria”. Javier Milei, en sus actuaciones teatrales, cantaba “y gastar y gastar y su efecto será inflacionario” y ahora Caputo, lo reversiona con el hit “no emitir, no emitir y su efecto, será deflacionario”.

¿Hay contradicciones? La afirmación: “emisión cero” y la contraparte “pagar con dólares los impuestos”, significa “más recesión”. El error es que un instrumento de esa magnitud -de cumplirse- no puede ser “aislado” o “descompensado” porque profundizará a los males que se pretenden curar.

— ¿Hubiese sido preferible liberar el mercado de cambios, al menos para el comercio exterior?

— No sé si la idea de emisión cero funciona como alternativa a liberar el mercado de cambios. Me parece que una política liberal cambiaria no es idea, hasta aquí, de esta gestión. Sugieren que necesitan dólares para abrir el cepo. Es decir que “piensan intervenir”.

“Venden dólares” (que no tienen) para achicar la brecha. Controlar el CCL. Sin dólares (hoy las Reservas son negativas cualquiera sea el método de cálculo) para intervenir, no pueden liberar el cepo. Su liberación, tal como la plantean, sería un oxímoron: no sería libre porque lo fijarían en “un valor a defender”, no “el que dicte el mercado”: sería una liberación sin libertad.

Milei dice que liberarán el cepo cuando la inflación sea cero. Caputo dice que lo liberaran cuando tengan los dólares para intervenir. La inflación está lejos de cero y las reservas son negativas y nada parece avizorar que aparezcan reservas. Hablan del triunfo de Donald Trump (noviembre) que proveerá de dólares. ¿Cómo saberlo?

Lo que está detrás es la pregunta acerca de cuál es el tipo de cambio de equilibrio en una economía que no tiene un “mercado libre de cambios”. Hay muchas respuestas: mi convicción -hay que elegir una definición que no sea tautológica- es que el tipo de cambio de equilibrio es el que permite el pleno empleo. Porque el “pleno empleo” es el objetivo más sólido de la política económica: no el único. Diría nuestro maestro Julio H.G. Olivera: “no puede haber equilibrio en el mercado cambiario si no lo hay en el de trabajo, porque hay desempleo no friccional”.

Todas las políticas de un solo objetivo están equivocadas por esa razón. El modo de avanzar es siempre “sistémico”.

Frente a esta situación que es original (no es lo que le pasa a las economías industrializadas) tenemos que lograr la “desvinculación selectiva” que permita compensar “fiscalmente” esta dicotomía, hasta que las inversiones hagan posible una productividad compatible respecto del tipo de cambio y un salario real capaz de sostener la vida que aspiramos, al menos hasta que la productividad urbana alcance los niveles de los países industrializados.

Debemos tener la política económica de un país subdesarrollado. Es decir, de un país cuyo potencial es enormemente superior al “realizado”. No es posible, entonces, hacer política económica sin tener al mismo tiempo política de desarrollo. Cada “ajuste” sin estrategia de desarrollo nos manda para atrás. Y cada política de empujón, sin estrategia de desarrollo, también.

Otra vez. No se trata de “una medida”. Se trata de globalidad y simultaneidad. La respuesta es que toda medida parcial es irrelevante a los efectos de la estabilidad y crecimiento.

— El ministro se propone comprar dólares en el mercado oficial y venderlos, para retirar los pesos, en el mercado CCL: retirar esos pesos y vender parte de ellos en el CCL (un precio en pesos mayor) así aumenta la oferta de dólares financieros y baja la brecha. El BCRA acumularía reservas si sólo vende (por la diferencia de precios) una fracción de lo que compró a un precio mayor. No es que “no acumula reservas” sino que acumula menos que las que compra al exportador. Pero si decide, para bajar la brecha, vender más que lo que compró ese día, entonces “bajan” las reservas. Contabilidad.

Aumentar las reservas fortalece la capacidad de refinanciar deudas y de estabilizar la economía. Dejarlas caer va en la dirección contraria. La comunicación es mala y “la política” es contradictoria. Con esa estrategia bajan los bonos y aumenta el riesgo país. Baja la brecha, pero aumenta el riesgo. Corto plazo versus largo. “Estrategia” versus “Táctica”. Y hasta la brecha puede no bajar, puede inducir a más demanda, a desplazar la curva de demanda. En tantos años de controles y peleas, eso, ya pasó.

— Lograr un peso más fuerte es objetivo de todo programa de estabilidad. Hacer del peso un excremento es lo contrario. Durante la etapa de esta gestión con tasa de interés fuertemente negativa, que pulverizó ahorros en pesos, vivimos la etapa de “peso más débil” que, tal vez, anunciaba un camino a la dolarización.

Por tanto, la dolarización no es programa de estabilización sino uno de adaptación, con todos los costos que implica adaptarse a los patrones, de todo tipo, de una economía que multiplica varias veces nuestro PBI por habitante.

La libre circulación de monedas no es algo tan lejano. Hoy hay depósitos de ahorro en dólares y el dólar es una unidad de medida y de transacciones de alto valor unitario, sólo que no tiene capacidad de cancelación en términos del Código Civil, pero es algo que una reforma puede introducir. Para completarla sí sería necesario unificar el mercado de cambios (liberarlo) o disponer de un mercado de cambios financiero libre. Es decir, un doble mercado simplificando lo que hoy existe.

— ¿Hace bien el Gobierno de tomarse su tiempo para levantar el cepo y dejar flotar el peso, o mantenerlo genera más costos que beneficios sobre la actividad, la inversión, el empleo, y el cuadro socioeconómico?

En el último medio siglo el tejido social se deshilachó: eso es lo que heredó el presidente Javier Milei y -creo- lo que llevó al triunfo a quien estaba en contra de todo el pasado reconocible. ¿El rechazo del pasado es la aprobación del futuro? No lo sabemos.

En medio siglo el número de personas en la pobreza pasó de 800 mil (1974, Encuesta de Hogares del Indec) a 25,5 millones (55,5% según UCA, primer trimestre 2024): creció a 7% anual acumulativo. No tenemos un “bono demográfico” sino una “hipoteca social”. Y el ahorro de residentes argentinos fuera del sistema en 1974 se estimaba en USD 3.800 millones, hoy en USD 450.000 millones: la fuga creció a ritmo de 10% anual acumulativo.

Justamente Milei dice que levantará el cepo cuando la inflación sea cero.

Esta pregunta está en el centro de la conversación pública: ¿Cuándo tendremos un mercado de cambios libre? Libre, sin cepo. Milei dice “cuando la inflación sea cero”. Pero ¿Por dónde vamos, ¿Cómo estaremos cuando lleguemos a “cero”? ¿Más producción, más empleo, menos pobres, mas inversión? ¿O eso ocurrirá después?

Toda política económica debe ser “global y simultánea”: un programa debe procurar todos los objetivos y en particular, además de la estabilidad, el empleo, la producción y la solvencia externa. Esos son los extremos del Cuadrado Mágico de Nicolas Kaldor. Para cada uno de esos objetivos, irrenunciables, es necesario un instrumento, como enseñaba Jean Tinbergen. Eso es “política económica”, el resto es “economía vudú” que es tentadora, como todo pecado, pero finalmente desquicia.

Mi respuesta es que “no es después” sino desde el principio, cuando la política debe procurar sobre la actividad, los efectos inmediatos sobre la inversión, el empleo, y el cuadro socioeconómico. En ese marco, de confianza y entusiasmo, es posible y necesario liberar el cepo. Simultaneidad.

El Presidente está encerrado y por eso no puede y no quiere, ni abrir el cepo y tampoco el diálogo.

— “Nada es verdad ni es mentira, todo es según el cristal con que se mira”, la realidad se debe observar desde distintas ventanas. Lo del EMAE es, a la vez, cierto y falso. El agro creció103% después de la brutal sequía, electricidad y gas 11% y Minas 7,6%. Fin de la seca más boom petrolero y minero. Muy bueno.

Del lado de la demanda, “la masa salarial” no señala crecimiento que implique esperanza de crecimiento del consumo interno; no hay una política general, no solo cambiaria, que permita imaginar un boom exportador o de sustitución de importaciones, y las inversiones, cubiertas por telarañas de años de ausencia, difícilmente se motoricen en la coyuntura. Y en cuanto al RIGI si es, lo será después de 2025. No sabemos cómo estaremos entonces. Pero no hay V, ni U, a la puerta.

Básicamente lo que pasó, lo que hoy es pasado, es la sequía brutal. La producción agropecuaria creció muchísimo (más de 100%) y empujó, por ejemplo al transporte. Además, creció todo el sector extractivo (pesca, minería, energía), lejos de las grandes urbes.

— ¿Cuáles son los puntos débiles que el equipo económico deberá enfrentar en lo que resta del año?

Otro punto débil es el “encierro”: común a muchos equipos económicos. Por incapacidad de escuchar y de entender “la crítica”, se forma un “sistema aislado”. Para tener un programa sólido y una comunicación que genere tranquilidad, porque el rumbo y el camino son conocidos, lo mejor es “escuchar” otras voces, otras miradas sobre la misma realidad. Las reacciones negativas del “mercado” obedecen a cosas más sólida que a la “comunicación torpe”; pero la mala comunicación las precipita o amplifica.

El empleo es un objetivo irrenunciable en un país ganado por la pobreza, el desempleo, el empleo urbano de productividad miserable, etc. Ese objetivo, el del empleo productivo, a la vez tiene que estar acompañado por el objetivo de poner en acto todo el producto potencial (capacidad ociosa creciente) es decir, el crecimiento y -sin duda- el objetivo de la solvencia externa. Exportaciones netas productivas.

Vamos a tener, hagamos lo que hagamos, un balance energético y minero extraordinario. Vamos a tener muchos dólares, pero con poco valor agregado. Y vamos a enfrentar, antes de darnos cuenta, un sopapo de “enfermedad holandesa” generada por la actividad extractiva. Va a ser bueno para la deuda y tal vez para la estabilidad. Pero si no nos adelantamos con una estrategia productiva de empleo urbano, vamos a consagrar un país socialmente indeseable. Es el riesgo del “deme dos” a la enésima potencia.

El plan Milei bajó la inflación desde su máximo de diciembre y tal vez sea muy difícil una caída mayor, salvo que se extremen los instrumentos y las consecuencias difícilmente deseadas. Logró, de manera discutible, pero lo logró, algo inédito: “el equilibrio fiscal”. Y eso es un logro indiscutible aunque mejorable. Ningún plan puede postergar el crecer en un país estancando en el largo plazo, como lo es el nuestro.

El éxito de un programa sólo es posible a partir de un diseño que contemple los objetivos de estabilidad, empleo, crecimiento, solvencia externa, todos imprescindibles. La ausencia de uno condena a la supervivencia de los demás.

Y finalmente todo lo que viene de arrastre: reservas negativas, deuda externa creciente, la suba del riesgo país, la demora del programa con el FMI y la rara expectativa en el triunfo de Donald Trump y la ayuda a la mejicana o a la Macri. Una ayuda, la de Macri, que resultó en un problema que, cuando Mauricio se dio cuenta, era demasiado tarde, Caputo terminó afuera.

— ¿Tiene puntos fuertes del Gobierno?

Pero la economía es cuestión de “política económica” y la flacura política, pare hambre económico. No es la primera vez. Nos pasa hace rato. Y nos negamos a ver ejemplos como, como el de Israel país al que el presidente le profesa una devoción confesa. ¿Y si en lugar de inventar, copiamos?

— Javier Milei ganó y si bien por ahora mantiene una enorme popularidad, es cierto que hay algunas señales de deterioro, no muchas. Es cierto este descenso de la tasa de inflación tiene capacidad anestesiante: impide ver el bosque y el brillo encandila al futuro. Hoy la mayoría de los empresarios, sindicalistas y políticos -con pocas excepciones- están alineados detrás de Milei: todos. Unos siguen con aplausos, otros como al flautista de Hamelin, él los llama “ratas”. Los conduce. Hasta hoy no existe ninguna alternativa de envergadura.

Pero en lo inmediato, por ahora, no hay señales de acciones directas que procuren terminar con el desempleo, estancamiento y la falta de solvencia externa. Si eso no se atiende, creo, se debilitará la calma inflacionaria y el equilibrio fiscal logrado. Nada despeja más la incertidumbre, es lo que enseña la historia, que -en democracia- el consenso, el acuerdo, la política con objetivos globales encarados de manera simultánea. No pierdo la esperanza.

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