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17 de abril de 2023

El gran confesor: el fray capuchino Luis Dri

El anciano fraile escribió un libro con sus meditaciones diarias durante el aislamiento por el coronavirus.

Por Lucas Schaerer 16-04-2023 | 16:28

Luis Dri.

La fama del anciano Luis Dri lo precede. En Buenos Aires el fray capuchino es el sacerdote más querido y solicitado confesor, sobre todo por otros religiosos. Ese reconocimiento recorre el mundo. Hasta el Papa Francisco lo definió, en reiteradas oportunidades, como “modelo de confesor”, y en un encuentro con sacerdotes de Roma les regaló el libro: “No tengan miedo de perdonar. Sobre el Padre Luis Dri, el confesor del Papa” autoría de los periodistas Andrea Tornielli (director de la Dirección Editorial del Dicasterio para la Comunicación del Vaticano) y el italo-argentino, Alver Metalli.

En la periferia de la Ciudad de Buenos Aires, en la esquina de avenida Sáenz esquina Esquiú, a pocas cuadras del cruce del Riachuelo por el puente Alsina se erige el imponente santuario Nuestra Señora del Rosario de Pompeya y casa de los frailes capuchinos.

Allí vive y confiesa hace décadas Luis Dri, que este lunes 17 de abril cumple 96 años. En la pandemia del coronavirus había dejado los confesionarios ubicados dentro del santuario junto a la gasa con un poco de sangre del famoso Pio de Pietrelchina, el santo italiano de los estigmas. Dri atendía en un pasillo más abierto y le habían armado los laicos un escritorio con un panel transparente en el medio. En ese momento me recibió con una sonrisa, me escuchó y entonces me contó su encuentro con Francisco en el Vaticano, además de mostrarme las fotos y luego de regalarme un caramelo de menta con un pequeño librito: “las oraciones del Cristiano”.

En tiempos de pandemia varios Padres capuchinos se contagiaron. Entonces estaban todos aislados. Incluido Luis. Al año siguiente a los 95 años de edad varias internaciones impactaron a Dri, una de ellas con una operación. Su fortaleza espiritual lo levanta de la cama, en el sector de enfermería, que tienen los Padres que usan el hábito del santo de los pobres y la naturaleza, Francisco de Asís.

Este año Luis me recibió en la oficina delante de la secretaría del Santuario (por las mañanas atiende Sara), ingresando por Esquiú. Antes de verlo pasé por la librería dentro de la iglesia. Alejandro me vendió el libro de la editorial Paulinas: “El gran perdonador”. Allí se compilan las 100 meditaciones acerca de Jesús que durante el encierro de la pandemia del covid-19 realizó vía el teléfono celular, por WhatsApp, el confesor más querido de Buenos Aires.


“En enero de 2020 escuché a muchas personas angustiadas, dolidas. Entonces Elsa (una de las laicas del equipo que lleva adelante el Santuario con los sacerdotes) y otra persona me propusieron grabar mis meditaciones. Aunque sean dos minutos me decían”, así me relató el “gran confesor” como inició su libro y me cita nombres de mujeres (Graciela, Inés y Julieta de la editorial) quienes lo ayudaron en la tarea de sacar sus audios-reflexiones en formato escrito. “Entonces me dijeron decile al Papa”.

Fue entonces que el Vicario de Cristo le envió el prólogo para “el gran perdonador”. Allí inicia Jorge Bergoglio recordando dos imágenes que tiene del Padre Luis en su memoria. “La cola de gente delante del confesionario esperando abrir su corazón para recibir el perdón del Señor; parece que Dios le dio el carisma del perdón, del consuelo y de ayudar a poner de pie a los que estaban caídos”. Además de llamarlo “maestro, un maestro del perdón y de la reconciliación, del acompañamiento y del discernimiento que ayudar a abrir caminos; pero también es un buen teólogo” y nos llama El Sucesor de Pedro a “contagiarnos del carisma del gran perdonador”, para no andar con “cuentas corrientes” de las ofensas que nos hicieron, y así contagiados de este libro derramemos en nuestras vidas “esperanzas, paz y reconciliación”.

Su vida

El fray capuchino Luis Dri nació en el campo, en la provincia de Entre Ríos, en la localidad de Federación, a los cuatro años me contó que quedó huérfano y desde los siete tuvo que empezar a trabajar. Tuvo nueve hermanos, todos religiosos menos uno.  

“Las palabras de esperanza vienen del Evangelio y de María de Pompeya. En la pandemia muchos no podían venir a misa (entonces se puso por internet), tampoco se podía visitar a los enfermos en los hospitales y clínicas. En lo único que estamos sostenidos es en la roca que es Jesús. Acá mismo tuvimos varios Padres internados” me explicó Dri y me confesó que “nunca le dije que no a alguien que se quería confesar. Incluso confesaba desde la puerta”. Mirando hacia atrás, el transcurso de la pandemia le quedó dos cosas a este sabio fray capuchino: “Hubo gente de fe que tecleando se alejó, pero muchas otras al contrario renovaron su fe como quienes hundidos salieron adelante”.

En el prefacio del libro el humilde y sabio Luis Dri explica que su libro, al que no hace prensa y ni siquiera aceptó realizar una presentación, “tiene una sola aspiración: ayudar, colaborar, para que juntos podamos ver a Jesús vivo, presente, amigo, pan de vida, maestro, buen pastor que comparte nuestra vida”.


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