6 de octubre de 2025
“Sensibles”, un libro que le recuerda a chicos, chicas y adolescentes que para dejar una huella hay que animarse a ser uno mismo

¿Qué tienen en común Manu Ginóbili, Manu Lozano, Martha Argerich, Lohana Berkins y Franco Colapinto? Todos fueron por sus sueños sin importar si encajaban o no en lo que se esperaba de ellos. La periodista Debbie Maniowicz reunió 35 historias inspiradoras para que niños y jóvenes descubran de qué están hechos los caminos que llevan a marcar la vida de otros
Y en ese camino, ¿cómo mostrarles que no hace falta que dejen de ser quienes son para encajar en ningún lado; que perseguir los propios deseos, aunque se diferencien de los de la mayoría, es lo que, indefectiblemente, lleva a alguien a destacarse, a ser su mejor versión? En un mundo cada vez más complejo y hostil, donde la sensibilidad es vista como debilidad ¿cómo les enseñamos que ser empáticos, escucharse a sí mismos y lo que sucede a su alrededor es lo que hace la diferencia?
Historias que abren universos e invitan a sumergirse y conversar sobre una infinidad de temas como la tolerancia al fracaso, el bullying, la salud mental, la educación. Como animarse a ser algo distinto de lo que se espera o, incluso, a renunciar cuando esa cima por la que se dejó todo no resultó ser el lugar que prometía.
Debbie dice que está pensado para lectores y lectoras a partir de los diez años —aunque la editorial sugiere a partir de los doce—, pero que con una lectura acompañada por las familias esta puerta puede abrirse mucho antes. —Para cualquiera que disfrute de conocer biografías es un libro que gusta. Pero apunta más a los más grandes porque, hablando con mis editores, sentíamos que los chicos, los adolescentes, los preadolescentes, por ahí en su casa o en su entorno conocían algunas historias de personas que no tenían caminos completamente ascendentes sino que tenían contradicciones, idas y vueltas, pero cuando prendían la tele, cuando veían a sus referentes —que casi todos son músicos, deportistas, youtubers—, medio que lo que se mostraba era siempre lo mismo: el éxito, el estadio lleno… Se dejaban ver mucho menos los recorridos que por ahí no son tan lineales. Y no solo que no son tan lineales sino que hay muchos que ni siquiera llegan a lo que se considera cima. Y en los casos que sí, mostrar que para llegar ahí primero hay que aprender a perder, porque generalmente es eso: perdemos, perdemos, perdemos, perdemos y una vez cada tanto la pegamos y la pegamos porque antes perdimos un montón de veces y aprendimos. Entonces la idea era reflejar un poco todo esto. En Sensibles hay varones, hay mujeres, hay equipos que muestran salidas colectivas. Algunos ampliamente famosos, otros seguramente serán un descubrimiento para los lectores y sus familias. En todos la búsqueda del texto, de su autora, a través del perfil principal, de un dato curioso o una anécdota, fue mostrar un nuevo aspecto, echar luz en una arista menos conocida.A veces fruto del trabajo obcecado, una disciplina salvaje y un deseo incontenible. Otras, con algún factor de azar. Siguiendo una pregunta, una inquietud, una pasión o queriendo traer una solución a alguno de los infinitos problemas del mundo. De la manera que fuese, los recorridos de las personas que logran hitos por los que son reconocidas suelen tener múltiples factores y, en la mayoría de los casos, no son una línea recta de la nada al cielo. Pero, además, otro punto que destaca el libro y tienen en común las personas Sensibles que se cuentan es haber tenido la valentía de ser ellos mismos.
—Se animan. Como que hay un punto donde todos les dicen: “Te tenés que definir: ¿vas por acá?, ¿vas para allá?”. Y ellos: “Yo quiero hacer esto, me siento cómodo acá”. Rompen un poco el formato o lo que se esperaba de ellos. Creo que mostrar esto está bueno porque hay algo en la adolescencia, que es un momento donde todos quieren parecerse y verse iguales. Todos fuimos adolescentes y en esa época te parece muy importante encajar y ser igual a los demás. Y muchas veces en esa situación nos perdemos de quiénes somos, qué queremos y qué nos gusta, realmente. Pasa mucho. Yo lo veo con mi nene de siete. Justo él es refanático del fútbol, le va bien, como que cumple con eso que se supone todos quieren a esa edad. Pero hay un montón de mamás que tienen hijos que no les gusta el fútbol y sienten que les tiene que gustar, que tienen que encajar, que si no se van a quedar solos, aislados del mundo. Entonces hay algo de todo eso donde el libro es también una invitación a decir: “Che, quedate en ese lugar, conectate con quien sos, con qué te gusta”. Probá lo otro, fijate, pero si a vos no te gusta, dale lugar a eso. Me parece que en la adolescencia pasa mucho esto de que terminamos recontradesconectados de qué queremos en verdad.—Cuando era rechiquitito iba al kartódromo y el viejo, que era el que lo llevaba, dijo: “Ah, ok, esto no es solo un hobby“. Y decidió darle lugar a eso que veía en él. Le empieza a comprar autitos, tiene una familia atrás que escuchó eso que a él le interesaba, que no era lo que le interesaba al promedio. Está bien, el viejo venía del palo y eso ayudaba, pero le dan lugar a eso. Se dan cuenta de que es bueno, empiezan a vender cosas para bancarlo y él a los 14 años está viviendo solo en Europa, aprendiendo a cocinarse, a moverse. Y llega a un lugar donde la mayoría de los que lo critican chocaría queriendo doblar una curva. Es muy fácil criticar. Entonces me parecía que mostrar algunos referentes que incomodaran un poco más o que todavía no hayan llegado a un lugar al que parecería que van a llegar, que todavía no estén consagrados, tenía valor. O está, por ejemplo, Delfina Pignatiello, que dejó la natación entonces no es que va a llegar a algún lado, pero —y esto yo lo rehablo con mis hijos— ¿qué pasa con los haters? ¿Qué pasa con las redes sociales? ¿Por qué importa tanto lo que dice el otro?, ¿por qué importa tanto la mirada ajena? Que a todos nos pesa, en algún punto. Pero cuando salís del agua y te das cuenta de que no hiciste el tiempo que querías y en lo primero que pensás es en lo que te van a decir en redes sociales: qué valiente, te aplaudo que te diste cuenta de que te tenías que correr de ahí. Cuidar la salud mental, cuidar lo que sentimos, lo que queremos, me parece muy clave construirlo en las infancias, esto de que podés bajarte de ese lugar en el que no te sentís cómodo. Creo que si uno va introduciendo ejemplos como el de Delfina les das herramientas a los chicos para decir: “Ah, ok, no es tan grave si me bajo entonces, aunque estaba por salir campeón”. Siento que todo esto ayuda a que después tengan más recursos si ven que los referentes o los consagrados también se animaron a hacer eso. O si saben que a María Becerra en el colegio no la trataban bien y le hacían bullying y encontró un lugar donde podía canalizar eso y hablarlo. O que Tamara Tenenbaum en un momento pensó en todas las reglas que tenía en la casa y dijo: “Esto me hace ruido, no me siento cómoda; ¿y si le planteo a mi mamá ir a otro colegio?”. Y le dio lugar. Es una forma de que los chicos vean: “Che, puedo plantear lo que pienso”. Me parece que mostrarles las construcciones de estos caminos está bueno.
Como las historias que llenan el libro, la selección de quiénes serían contados no fue lineal sino un proceso con vaivenes. En la idea inicial, de hecho, se proyectaba una compilación de biografías de varones, referentes masculinos diversos, rebeldes, que no se redujeran a las superestrellas del deporte o la música. En el intercambio entre la autora y la editorial, vieron que algo de esa idea no terminaba de cerrar.El libro es un catálogo de talento. Y, orgullo obliga, el que no nació se desplegó en este suelo, de talento argento. Debbie cuenta algunos perfiles al azar recordando las decisiones que tomaron sobre la selección que juega este texto y destaca que entre los más clásicos eligieron a Charly —cómo no— porque para llegar a ser Charly lo primero que hizo es ser Charly desde siempre.
—Toda su familia quería que sea un músico clásico. Él estaba destinado a ser un músico clásico, hasta que escuchó a los Beatles, se le abrió el bocho y de repente dijo: “No, yo voy a hacer rock”. Y después porque es un gran abridor de puertas. Son estas personas que no solo llegan sino que hacen que muchos otros lleguen, les dan espacio. Con Duki pasa algo parecido, suben al escenario y abren la posibilidad para un montón de otros músicos.—Son temáticas que a los pibes les interesan. Hay algunas que les son muy propias y otras que queríamos que conocieran, como a Lohana Berkins; como a Pablo García Borboroglu, que es alguien que investiga pingüinos en la Patagonia; Rodrigo Abd, que es fotógrafo de guerra; Martín Kremenchuzky, triatleta sordociego. Hay un montón de personas. Kremenchuzky es el que más gustó en mi casa: “¿Cómo puede ser que nada atado a una persona? ¿Cómo puede ser que anda en bicicleta y es sordo, ciego?“, hay algo que les despierta la curiosidad a los chicos.
“¿Cómo, mamá, que hay alguien de 11 años en el libro?” —Faustino Oro, el gran ajedrecista que bate récords—. “No entiendo, ¿cómo que tenía 19 años y ya era política?” —Ofelia Fernández—. “¿Estaba en Argentina y de repente se enteró que estaba pasando esto y dijo: ‘Voy a ir a ayudar’, y se tomó un avión y se fue?” —Mauro Di Si, que rescata personas en el mar Mediterráneo—. “¿Cómo que los maestros no podían tachar ni marcar el cuaderno de los chicos?, ¿cómo que no había pruebas ni recreos?” —la escuela Serena, en Rosario, iniciativa de Olga y Leticia Cossettini, quienes creían que la educación podía ser diferente—. Los hijos de Debbie fueron claves en el proceso. Los primeros en escuchar las historias y en mostrar la combustión inmediata: la explosión de curiosidad, las ansias por conocer más de esos mundos que la lectura les proponía.Los perfiles son breves. Pueden leerse antes de dormir, en un recreo o de un tirón un sábado de lluvia que se preste. El libro puede comenzarse desde el principio, desde el medio, desde el tres cuartos o desde el final. O incluso se puede entrar a las historias a partir del juego o la propuesta con la que termina cada biografía: sopa de letras, tests, trivias, creaciones varias. El objetivo es que encienda la curiosidad, que germinen preguntas, que abra debates, que muestre nuevos temas de interés o genere identificación.
Debbie dice que uno de los personajes que más disfrutó investigar, uno con el que se identifica, es Agustín “Rada” Aristarán porque, como le sucedió en alguna medida a ella —periodista, divulgadora, doula, creadora de una marca de comida para bebés, autora— a Rada su entorno lo presionaba para que se definiera y se quedara con una de las múltiples disciplinas que él mezclaba y disfrutaba —la magia, la música, la comedia, la actuación—. “Hasta que un productor le dijo lo que necesitaba escuchar: ‘Vos sos Radagast. Dedicate a ser el mejor Radagast posible’”. Que es otra forma de mostrarle a los lectores que no hace falta que elijan un solo camino, que se puede ir detrás de muchas inquietudes y que coexistan felices. Que eso que quieran ser cuando sean grandes pueden ser muchas cosas y que no necesariamente tienen que ajustarse a un envase donde alguien les diga que tienen que entrar.
La semilla en la infancia. Recordar ese grande que deseaban ser de chicos. Animarse a escuchar el deseo impreso dentro. A dar un giro si algo no cierra del todo. Eso tienen en común las personas Sensibles.