Jueves 4 de Septiembre de 2025

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4 de septiembre de 2025

Como en Indianápolis, a 300 km/h y con un brutal accidente: así fue la carrera argentina más espectacular de los últimos 20 años

En 2005, el TC 2000 corrió las 100 Millas de Rafaela en el mítico óvalo. El recuerdo de Gabriel Ponce de León, el ganador de la competencia y tricampeón. Por qué no se repitió esa experiencia llena de vértigo y tensión

>La sensación de vértigo eriza la piel con solo pararse al lado del muro en alguno de los curvones del Autódromo de Rafaela. No hace falta que un auto esté girando ni escuchar el rugir de los motores. La adrenalina en su óvalo de 4.624 metros (más largo que el Indianápolis) es la máxima expresión de velocidad en la Argentina y por algo fue sede de la Esa competencia tuvo una historia y comenzó un año antes. En 2004, el entonces presidente de la categoría, Pablo Peón, promovió el gran desafío de correr en el óvalo santafesino, pero si bien se clasificó usando ese dibujo, se decidió correr en el circuito mixto debido a que los equipos, la categoría y la Comisión Deportiva Automovilística (CDA) del Automóvil Club Argentino (ACA), consideraron que aún no estaban dadas todas las condiciones de seguridad. El año siguiente la categoría buscó revancha y junto al proveedor de los neumáticos se trabajó con varios meses de antelación para tener una goma que resista la exigencia. Se volvió a contar con la colaboración del recordado John Della Penna, un argentino que vivía en los Estados Unidos y era dueño de un equipo en la IndyCar. Su experiencia en carreras en escenarios ovales fue vital para plasmar el evento.

El fin de semana fue lleno de tensión entre los corredores debido a la exigencia de ir a casi 300 km/h y que un error se pagaba caro contra el muro. La carrera fue espectacular y tuvo de todo: la sinfonía de los motores a pleno, tres coches doblando juntos en los curvones y también hubo un fuerte accidente en el que Fabián Yannantuoni (Honda Civic) se llevó la peor parte y pese a ser retirado en ambulancia el tema no pasó a mayores. Ponce de León debió batallar contra Matías Rossi (Chevrolet Astra) y Emiliano Spataro (VW Bora), quienes fueron más rápidos en los curvones, pero en las rectas el de Junín hizo la diferencia gracias al motor preparado por Oreste Berta y luego de 35 vueltas se quedó con la victoria.

Sobre la velocidad máxima que alcanzaron afirma que “llegábamos a 285 km/h. En ese momento, los autos del TC 2000 tenían alrededor de trescientos y pico caballos y la velocidad realmente era buena. Los coches estaban muy descargados (en la aerodinámica). Nosotros con los cuatro Focus, los dos oficiales y los semioficiales, trabajamos mucho aerodinámicamente para ir rápido en lo derecho. Penábamos quizás un poco doblando, que eso fue lo que se vio también en carrera”.

Revela que “fue una experiencia al límite toda la carrera. Acá no tuvimos respiro en las 35 vueltas de la carrera. Fue un fin de semana de mucha tensión porque ninguno quería cometer errores, sabiendo que te podías pegar fuerte. A mitad de carrera hubo un accidente donde se golpearon varios, pero después no hubo grandes complicaciones”. Subraya que “todos los pilotos tomamos dimensión de lo que podía ser o no y sirvieron mucho los entrenamientos que se hicieron los meses anteriores y en la semana previa a la carrera. En esa época no existían simuladores o cosas tecnológicas como las que hay hoy como para poder hacer un simulacro”.

Si bien ninguna categoría volvió a correr en el óvalo por un tema de seguridad, en 2012 el TC 2000 llevó a cabo una prueba el viernes previo a la carrera en la que Facundo Ardusso (Peugeot 408) marcó un promedio de 264,796 km/h y la velocidad máxima fue obtenida por Ponce de León, que con un Honda Civic llegó a 306,383 km/h, una marca que aún es récord. “En es momento estaba el motor V8 y el récord del óvalo. Terminé haciendo el récord de velocidad y me termino pegando al final de la recta, despistándome y saliendo para abajo y rozando el paredón. En ese momento el chasista era Tito Pérez y para tener también menos fricción y que el auto vaya más rápido en lo derecho, me dice ‘vamos a alejarle las pastillas de este freno para que no esté en contacto con el disco de freno. Si te animás y no tocás el freno y podés abrir la vuelta y así podemos ganar algún que otro kilometrito’. Le dije que sí y cuando llegué y entré al curvón el auto se me pone de costado, quise frenar para poder corregirlo, pero no tenía ‘pedal’, vino el leve golpe, pero pude quedarme con el récord de velocidad”.

Ponce de León fue el último “hijo deportivo” de Oreste Berta. Lo reclutó en 1998 cuando arrasó en la Fórmula Renault y se consagró campeón gracias a que “ese año se unificó el motor y tuvimos la misma potencia que el resto, pero mi auto sobresalió”. Sobre su llegada al equipo oficial Ford del TC 2000 recuerda una particular anécdota. “Me llamó Marcelo Cammisa que es un periodista cordobés y me hizo una entrevista. En realidad él es el yerno de Oreste y al final de la nota me dijo que era para poder hacer una prueba en el equipo Berta Motorsport de TC 2000 ya que estaban buscando un tercer piloto. Pude quedar y aprendí mucho con ellos”. De la mano de familia Berta y su equipo, Gabriel, con 22 años, en 2001 fue el campeón más joven del TC 2000. Luego Matías Rossi lo superó por 19 días en 2006. “Nos llevamos muy bien con Oreste y Orestito (su hijo) porque como yo somos personas de pocas palabras”, cuenta Gabriel sonriente y acota que “me gustaba ir al taller y ver sus trabajos además de los autos de carrera. Trabajan mucho con coches de calle y también con motores de aviación”.

También fue protagonista en el Turismo Carretera y si bien ganó y peleó títulos con Ford, no pudo consagrarse. “En 2006 tuve la primera chance, pero quizá me compliqué por poca experiencia y querer ir más rápido de lo que podía. Pero tampoco me arrepiento. Lo que más cerca estuve fue en 2010, 2011 y 2012. Para ser campeón en el TC se tienen que dar un montón de cosas e incluso si liderás la Copa de Oro en la última fecha, podés perder el título como pasó en el toque entre Mariano Werner y Matías Rossi, que le dio el campeonato a Guillermo Ortelli, o el día que Agustín (Canapino) acertaron con su padre (Alberto) las gomas correctas. Este año no pude arrancar por falta de presupuesto, pero en cuanto pueda, quiero volver”.

Por qué no se repitió

Infobae habló con más protagonistas de aquella carrera en Rafaela, quienes la recordaron y explicaron por qué nunca más se corrió en el óvalo. “Fue una experiencia increíble, desde el punto de vista de todo lo que generó, de la velocidad que se llegó en ese momento, de los récords de velocidad, de promedio. Fue de mucha tensión y adrenalina lo que se vivió durante todo ese proceso porque se iba muy rápido con situaciones de mucho riesgo”, cuenta El chaqueño, campeón del TC 2000 en 1999, explica que “se cumplió y se cumplió. Pero todos los que estábamos dentro de la carrera, llámese equipos, directores deportivos, directores técnicos, preparadores, constructores y pilotos, nos dimos cuenta de que no estábamos preparados para esa exigencia. Nada en la Argentina estaba preparado, desde la formación de los pilotos, las condiciones de la pista, teniendo en cuenta, desde que los paredones son rígidos y no flexibles como en todos los lugares donde se corren en óvalos. Además, la limpieza del circuito, las banquinas y la suciedad ante el tránsito de los autos. Tampoco las estructuras de los coches, las partes aerodinámicas. Yo creo que para correr en óvalos hay que mirar el modelo estadounidense que tiene una gran cultura en óvalos que tienen un proceso, desde la construcción de los autos, las butacas, la conciencia de los pilotos, de los constructores y todo para correr en ese tipo de carreras”. Silva tiene un equipo de karting en los Estados Unidos y conoce a fondo el automovilismo local: “Acá los autos de la NASCAR cuando hacen un trompo se le levantan los deflectores del techo para que frenen. Los paredones son deformables, las butacas de los autos están preparadas para el golpe lateral al igual que la estructura tubular. Acá vuela un papelito y sale auto de seguridad. En la carrera de Rafaela había nubes de tierra y también papeles en la pista. No se corrió más allí por eso. Había que hacer una transformación muy grande”.

Acerca de por qué no se repitió la experiencia, el ex piloto de Fórmula 1 y campeón del TC 2000 en 2002 y 2010, sostiene que “el problema que tiene el óvalo de Rafaela es que si vos lo comparás con otros circuitos donde a 200 km/h se llega al ‘corte’ del motor (N. de la R: cuando se baja la velocidad para evitar roturas), en la curva del óvalo que quedó muy largo. Para mí tampoco se corrió más porque cuando chocó Yannantuoni se le levantó la goma trasera y recibió un golpe fuerte en la butaca y por la velocidad que traía se deformó mucho el habitáculo. Incluso si el choque era frontal, capaz que el motor absorbe el golpe, pero quizá se le metía con la pedalera para adentro. Se tomó conciencia de que los autos no estaban preparados para absorber semejante impacto”.

Desde hace unos años los responsables del circuito a cargo del Atlético de Rafaela vienen trabajando para poder poner en valor el emblemático trazado, pero volver a correr en el óvalo representará un desafío mayor. Las alternativas para bajar el riesgo podría ser achicar las largas rectas y dejar de usar los curvones Norte y Sur y reemplazarlos por la unión de dos rectas como el de Indianápolis. Las 100 Millas de Rafaela del TC 2000 en el mítico óvalo marcaron a fuego a todos los que participaron, ya sea pilotos, equipos, preparadores y el público, que disfrutó de un evento que no era común para el automovilismo argentino. Por eso fue carrera única y hasta ahora irrepetible.

LAS 100 MILLAS DE RAFAELA DEL TC 2000

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