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4 de septiembre de 2025

Descubren en un diente de mamut microbios que vivieron en la Tierra hace un millón de años

Científicos suecos encontraron esta reliquia prehistórica en las estepas heladas de Eurasia. Se trata del ADN microbiano asociado a un hospedador más antiguo jamás recuperado

>Un diente de mamut que sobrevivió más de un millón de años en las estepas heladas de Eurasia se transformó en un inesperado archivo de información microscópica. En su interior, investigadores del Centro de Paleogenética de Estocolmo hallaron restos de bacterias que convivieron con aquellos gigantes de la Edad de Hielo.

Los resultados, La investigación involucró 483 especímenes de mamut, de los cuales 440 fueron secuenciados por primera vez, un volumen de datos que permite reconstruir patrones biológicos con un nivel de detalle imposible en estudios anteriores. Entre esas muestras destacó un mamut estepario que caminó sobre el planeta hace 1,1 millones de años.

“Imagínense sostener un diente de mamut de un millón de años. ¿Y si les dijera que aún conserva rastros de los antiguos microbios que convivieron con él? Nuestros resultados retrotraen el estudio del ADN microbiano más allá del millón de años, abriendo nuevas posibilidades para explorar cómo los microbios asociados a hospedadores evolucionaron en paralelo con sus hospedadores”, afirmó Benjamin Guinet, investigador postdoctoral y autor principal del trabajo.

El equipo logró separar lo que pertenecía a la biología íntima de los mamuts de lo que simplemente se infiltró en sus restos después de la muerte. Esa diferencia fue esencial: permitió distinguir a los microbios que efectivamente formaban parte de la vida cotidiana de los animales de los que se sumaron mucho más tarde, por degradación ambiental.

Para conseguirlo recurrieron a cribado metagenómico, análisis de patrones de daño e inferencia filogenética, técnicas que no solo rastrean secuencias genéticas sino también su autenticidad temporal.

Los investigadores identificaron 310 microbios, la mayoría correspondientes a contaminaciones posteriores. Pero seis clados resultaron ser constantes a lo largo del tiempo y el espacio, con vínculos estrechos con bacterias actuales de géneros como Actinobacillus, Pasteurella, Streptococcus y Erysipelothrix.

Lo fascinante es que algunos de esos grupos cargaban factores de virulencia, es decir, capacidades para causar enfermedades. Una de las bacterias detectadas, relacionada con Pasteurella, guarda semejanza con un patógeno que todavía hoy provoca brotes letales en elefantes africanos. El paralelismo plantea preguntas inevitables: ¿fueron los mamuts vulnerables a infecciones similares, que pudieron afectar a sus poblaciones?

“Dado que los microbios evolucionan rápidamente, obtener datos confiables de ADN a lo largo de más de un millón de años fue como seguir un rastro que se reescribía constantemente. Nuestros hallazgos muestran que los restos antiguos pueden preservar información biológica mucho más allá del genoma del huésped”, señaló Tom van der Valk, también investigador del Centro de Paleogenética.

La noción de que bacterias, virus y hongos influyen en la vida de sus huéspedes es bien conocida en la biología moderna. Sin embargo, rastrear esa relación en animales que desaparecieron hace miles de años era un desafío casi inalcanzable hasta ahora. Este estudio demostró que incluso en fósiles milenarios pueden quedar huellas de esos vínculos invisibles.

“Este trabajo abre un nuevo capítulo en la comprensión de la biología de las especies extintas. No solo podemos estudiar los genomas de los mamuts, sino que también podemos comenzar a explorar las comunidades microbianas que habitaban en su interior”, afirmó Love Dalén, profesor de Genómica Evolutiva en el mismo centro.

El aporte no se limita a la paleontología. La identificación de bacterias potencialmente patógenas en especies desaparecidas ayuda a reconstruir la historia de enfermedades que todavía afectan a animales vivos. Saber que un patógeno actual de elefantes africanos tiene un antepasado en mamuts de hace más de un millón de años aporta pistas sobre cómo se transmitieron, adaptaron y sobrevivieron esas bacterias a lo largo del tiempo.

No obstante, el hecho de que algunas bacterias persistieran durante tanto tiempo invita a considerar que pudieron desempeñar un papel en la dinámica poblacional e incluso en los procesos que llevaron a la extinción.

Hasta ahora, los estudios de ADN antiguo habían puesto el foco principalmente en humanos y en su interacción con virus y bacterias. El nuevo trabajo traslada ese campo de investigación a animales no humanos, con un alcance que va mucho más allá de la curiosidad histórica.

El potencial de esta línea es enorme. Permite trazar la evolución de microbiomas enteros, detectar cuándo aparecieron ciertos patógenos, entender cómo acompañaron a los grandes animales en sus migraciones y, en definitiva, ampliar el mapa de la vida en la Tierra. También ofrece nuevas herramientas para la paleoecología, al mostrar cómo bacterias y hospedadores compartieron rutas evolutivas y ambientales.

El estudio demuestra que los fósiles no son solo reservorios de huesos y de ADN nuclear, sino cápsulas biológicas mucho más completas. En sus recovecos pueden permanecer intactos fragmentos de información sobre ecosistemas desaparecidos, relaciones simbióticas y amenazas infecciosas que acompañaron a las especies extintas.

La investigación también alimenta el debate sobre la “resurrección” de especies desaparecidas mediante biotecnología. Aunque la recreación de mamuts sigue siendo un horizonte incierto, contar con información sobre sus microbiomas ayuda a imaginar cómo se adaptaban al frío, a qué enfermedades eran vulnerables y qué papel jugaban los microbios en su fisiología. Si algún día la ciencia lograra traer de vuelta a estos animales, comprender su microbioma sería tan importante como conocer su genoma.

El ADN microbiano hallado en los restos de mamuts funciona, en última instancia, como un testimonio de la profunda interdependencia entre organismos. Muestra que, incluso en la escala de millones de años, bacterias y hospedadores recorren juntos los caminos de la evolución. Para los investigadores, la lección es clara: los microbios no son simples acompañantes, son protagonistas silenciosos de la historia de la vida en la Tierra.

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