2 de septiembre de 2025
La dictadura de Daniel Ortega pactó un acuerdo de cooperación con un territorio ucraniano ocupado ilegalmente por Rusia

El régimen sandinista intensifica así su aislamiento en Occidente y afianza sus lazos con Moscú, en un gesto con más valor simbólico que económico
Donetsk forma parte de Ucrania y es reconocida como tal por la comunidad internacional. En septiembre de 2022, Rusia anunció la anexión ilegal de Donetsk, Lugansk, Kherson y Zaporizhzhia tras la organización de referendos calificados por Naciones Unidas como “nulos e ilegales”. El 12 de octubre de ese año, la Asamblea General de la ONU aprobó con 143 votos a favor una resolución que condenaba la anexión como una violación de la Carta fundacional. Solo cinco países votaron en contra: Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Nicaragua.
El jefe del Estado Mayor ruso, Valeri Guerásimov, aseguró recientemente que Moscú controla “el 99,7% de Lugansk y el 79% de Donetsk”, declaraciones difundidas en el canal de Telegram del Ministerio de Defensa ruso. Aunque analistas occidentales cuestionan esas cifras, las utilizan como justificación para sostener que la ofensiva avanza hacia la consolidación de la anexión.
La Unión Europea adoptó medidas similares. En octubre de 2024, prorrogó por un año las sanciones contra altos funcionarios y familiares del régimen, entre ellos Laureano, señalándolos por su papel en la represión sistemática de la sociedad civil, el control arbitrario de instituciones y la manipulación de procesos electorales. Las sanciones incluyen la congelación de activos en territorio europeo y la prohibición de viaje a los Estados miembros.
Pese a estas restricciones, Ortega y Murillo continúan profundizando su aislamiento de Occidente con una apuesta por la alianza con Moscú y Beijing. El año pasado, el canciller nicaragüense Valdrack Jaentschke declaró que Managua trabaja “de la mano” con Rusia “por el surgimiento de un nuevo orden mundial multipolar, más justo, más solidario, en paz, seguridad y bienestar”. Para la dictadura, ese discurso multipolar es un recurso de legitimación; para los críticos, una fachada que enmascara la dependencia de un reducido grupo de socios autoritarios.