11 de abril de 2025
De nadar para controlar el asma al desafío de 515 kilómetros en tres días: la historia de la primera argentina en el Ultraman de Brasil

Fue asmática, atravesó trastornos de ansiedad y dejó el triatlón por agotamiento y autoexigencia. Hoy, a los 43 años, Yanina Minaglia se prepara para completar una de las pruebas más exigentes del mundo, que va más allá de lo físico
Yanina tiene 43 años, es madre, docente, guardavidas y personal trainer. Pero no siempre fue así: de chica no era deportista. O al menos no lo parecía. Tenía asma y pasaba las clases de educación física sentada. “Era la que no podía correr. Y encima era supertímida. Lo sigo siendo, aunque no se note”, cuenta entre risas. Fue su neumonólogo quien le recomendó empezar natación. Con el tiempo, eso que comenzó como una indicación médica se transformó en una pasión. “Empecé en la escuelita del Club Independiente de Escobar con mi profesor Fernando Pérez y, un año después, ya estaba compitiendo como federada”, recuerda.
A pesar de la resistencia inicial, asistía a las terapias de grupo, aunque no participaba. “Me quedaba callada y de brazos cruzados. Pensaba: ‘A mí no me pasa nada’, ‘Yo estoy bien. No necesito esto’”, recuerda. Con los meses, algo en su interior cambió. “Empecé a sentirme identificada con lo que contaban otras personas y a darme cuenta de que el mecanismo de la enfermedad es el mismo para todos... Eso me hizo muy bien”, reconoce.
El tratamiento duró casi tres años. El proceso no fue lineal. “De a poquito me iban dando altas de horarios y podía almorzar en mi casa o empezar a prepararme la comida. Todas cosas que antes no podía hacer”, recuerda. En ese camino, Yanina fue descubriendo nuevos hábitos y pequeñas costumbres que debía modificar para poder sanar. “El primer verano no me autorizaron a trabajar en la colonia de vacaciones. Fui igual y tuve una recaída”, admite.A los 32, Yanina fue madre de Lorenzo. Poco después se separó de su pareja y su rutina cambió por completo. “Había días en los que mi hijo se iba dos horas con su papá y yo no sabía qué hacer. La pasaba mal”, dice.
Fue entonces cuando su primer profesor de natación le hizo una propuesta: volver al agua. Aunque con algunas dudas, finalmente aceptó, y la natación regresó a su vida. También empezó a correr —una actividad que conocía del profesorado, aunque nunca había entrenado de forma sistemática— y se compró una bicicleta. Poco después se anotó para su primer triatlón. “No sabía bien en lo que me metía”, admite.—¿Cuál es la diferencia entre un triatlón y un ultraman?
—Ambos combinan las tres disciplinas: natación, ciclismo y pedestrismo, pero las distancias son completamente distintas. En un triatlón corto podés completar todo en una hora. El Ultraman se hace en tres días y cada jornada puede demandar hasta 10 horas. En este caso, el primer día tengo que nadar 10 km en aguas abiertas y pedalear 145 km. El segundo día sigo con la bici: 276 km más. Y el tercer día corro 84,4 km.—Creo que cuerpo, mente y alma tienen que estar alineados al ciento por ciento. Estoy convencida de que el cuerpo hace lo que la mente le dice. Por eso la mente también se entrena, al mismo nivel que el cuerpo o más. En mi caso, cuando se acerca la competencia, incluso ya en los entrenamientos, empiezo a visualizar cómo la voy a vivir y qué tengo que hacer. Esta es una carrera muy lenta y tengo que correrla con una frecuencia cardíaca baja. Pero hay otras muy rápidas en las que, si demorás en atarte un cordón, podés perder tu lugar. Por eso practico mucho la visualización: me acuesto y repaso mentalmente toda la carrera. Pienso qué me voy a poner, qué tengo que llevar, dónde voy a dejar el casco, los anteojos y las zapatillas de la bici. Todo eso lo tengo muy trabajado. En las carreras largas, lo más importante es tener paciencia. Yo hice un tratamiento por trastornos de ansiedad y eso, de alguna forma, también me ayudó con esto. Por ejemplo, el domingo tengo que correr 84 kilómetros. Sé que a los diez voy a estar cansada y voy a querer terminar, pero me van a faltar 74 más. Entonces, no queda otra que decir: “A disfrutar”. Traté de disfrutar mucho el proceso, porque no sé qué va a pasar. Y sé que, salvo alguna lesión, todo lo emocional o el cansancio va a pasar.
—De las tres disciplinas, ¿Cuál es la que más te inquieta?—¿Creés que en este tipo de competencias las mujeres tienen que demostrar algo más que los hombres?
—Si bien siempre fuimos minoría, desde que empecé hasta hoy, la cantidad de mujeres que corre creció muchísimo. La triatleta mujer, la triatleta mamá, están cada vez más presentes.—Yo siempre digo que tengo un plan A y que para mí no existe el plan B. Eso me ayuda a mantener la mente enfocada. Mi objetivo es terminar la carrera. Es un desafío enorme y apunto a eso, sin pensar en: “Bueno, si no se da, habrá otra oportunidad”. Yo compito conmigo misma. A veces se da, a veces no; pero cada vez que llego a una carrera, lo hago convencida de que hice todo lo que estaba a mi alcance, y eso me deja tranquila.
—Amo ser argentina y representar al país. No lo vivo como una presión, sino todo lo contrario: lo llevo con orgullo.