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9 de abril de 2025

Una bebé robada y vendida, 25 años de búsqueda y un encuentro bajo la lluvia: “Me dijeron que usted podía ser mi mamá”

Andrea Langhoff (48) fue apropiada en septiembre de 1976 en General Pico, La Pampa. Su búsqueda empezó en la adolescencia y destapó una trama de entregas ilegales que involucró a médicos, parteras, documentos falsificados y una causa judicial que terminó archivada

>Fue una noche de mayo de 2019 cuando Andrea Langhoff (48) llegó a la dirección que le habían indicado. Había pasado dos veces por el frente de la casa sin encontrar la altura. Una vez que lo hizo, golpeó las manos para anunciarse: no se dio cuenta de que había un timbre. Lloviznaba y hacía frío. Desde adentro, una mujer entreabrió la puerta. Andrea intentó hablar, pero no le salieron las palabras. La puerta se cerró. Fue un segundo, pero le pareció eterno. Cuando volvió a abrirse, la mujer la invitó a pasar. Andrea entró, se sentó y balbuceó una presentación. La mujer la interrumpió: “¿Qué buscás?”, le dijo. “Me dijeron que usted podía ser mi mamá”, le contestó. La respuesta, inmediata y sin titubeos, la desarmó: “Sí, soy tu mamá”.

Mucho antes de saber que no era hija biológica del matrimonio que la crió, Andrea ya intuía que algo en su historia no encajaba. Criada en la localidad de Glew, al sur del conurbano bonaerense, desde muy pequeña empezó con ciertas dudas de la relación que tenía con Emilia Zarlenga y Octavio Langhoff. El relato familiar decía que había nacido en 1976 en General Pico porque su madre “había roto bolsa” durante un viaje que hizo junto a su padre a La Pampa. La respuesta no la convencía. No había fotos del embarazo y el parecido físico con sus supuestos progenitores era nulo. “Yo tengo el pelo oscuro y soy trigueña; ellos eran rubios y de tez blanca. Muy dentro de mí, algo me decía que eso no estaba bien”, le cuenta a Infobae acerca de sus primeras sospechas.

Cuando empezó la escuela primaria, Andrea comprendió por qué sus padres no la habían mandado al jardín de infantes. “Querían evitar el contacto con otros niños a toda costa”, asegura. En el barrio, su historia era un secreto a voces. Lo comprobó el primer día de clases cuando una compañerita, que también era vecina suya, la empujó y, delante de todos, le gritó: “Vos sos una negrita adoptada. Una bastarda que nadie quiso”. Al escucharla, no pudo contener las lágrimas. “Llegué a mi casa llorando y les pregunté a Emilia y a Octavio si lo que me habían dicho era verdad. Por supuesto, me lo negaron”, cuenta.

—Dale Octavio, no seas tonto. Si trajiste a la nena y no hubo problemas, ¿por qué no traés a este varón? —le insistía el sobrino.

Pasaron varios días, quizás semanas, hasta que volvió a preguntarles a sus padres si era adoptada. “Les conté lo que había escuchado, pero negaron todo. Me dijeron que me había confundido, que lo había soñado”, detalla.

A los 11, Andrea empezó a conectar su historia personal con algo más amplio. “Dentro de mi familia sabía que tenía dos primos que eran adoptados. En paralelo, a esa edad, me enteré de la existencia de las Abuelas de Plaza de Mayo. Siempre digo que ahí hice un ‘clic’ porque buscaban nietos desaparecidos del año en que yo nací: 1976”, dice.

La reacción de su padre de crianza la dejó paralizada: “Fue la primera vez que lo escuché decir un insulto. Me respondió: ‘Hacé lo que quieras’. Y después, lo que jamás hubiese esperado: ‘¿Para qué querés saber quién es tu madre, si fue una prostituta que dejó tirados como cinco hijos más?’”. Ese momento marcó un quiebre definitivo en la relación. “Imaginarme que tenía hermanos y confirmar que todo había sido una mentira fue muy fuerte”, asegura Andrea.

A los 14 años, Andrea dejó la casa de Glew. Estaba embarazada. Un año más tarde, Octavio murió. Fue entonces cuando recibió los primeros datos sobre su madre biológica. “Era jovencita, morocha, de pelo largo. Vivía en General Pico, La Pampa”, le dijo Emilia y también le contó que habían pagado una suma de dinero por ella. Luego “desapareció”. Se reencontraron unos años después, cuando Andrea cumplió 18, y le pidió su partida de nacimiento. “Ahí empecé la búsqueda oficial de mi identidad biológica”, asegura.

En diciembre de 2004, Andrea llegó al consultorio del pediatra que había firmado su partida de nacimiento: Carlos Emilio Broggi. “En la conversación que tuvimos, él desconoció absolutamente todo, dijo que no recordaba nada y aseguró que alguien le fraguó su firma”, relata.

A partir de ese momento, Langhoff decidió hacer pública su búsqueda. Después de sus primeras apariciones en medios locales, empezaron a llegarle otros datos: había muchos casos similares al suyo. “Desde 1965 hasta 1982, Broggi entregó niños de manera sistemática”, asegura. “Volví a contactarlo, pero como se negó a hablar, lo denunciamos. Hubo más de 100 denuncias, de las cuales 45 fueron resueltas. Años después, se abrió una causa en el Juzgado Federal de Santa Rosa. Hablábamos de una red de tráfico de bebés que involucraba pediatras y parteras de la Clínica Argentina y la Clínica Regional de General Pico”, dice.

Entre 2008 y 2017, Andrea dejó de buscar. “Fueron tiempos duros. En 2008 falleció mi madre de crianza. Al año siguiente, quedé embarazada y mi hijo murió al nacer. Como si fuera poco, el abogado que venía llevando mi caso renunció... mi vida se destrozó“, explica. En los años siguientes, se dedicó a criar a sus hijos y comenzó a estudiar Derecho en la Universidad Nacional de Lomas de Zamora.

Al día siguiente, Broggi pasó a buscarla por el hotel donde se hospedaba. “Fuimos a la Clínica Argentina, que fue mi lugar de nacimiento y donde se dio la mayoría de los nacimientos que terminaron en tráfico de bebés. Allí, hicimos una recorrida de dos horas con todas las partidas que yo había reunido desde 2004. Me iba señalando caso por caso: ‘Acá pasó esto’; ‘La madre de esta persona es tal’. El último que quedaba era el mío. De nuevo, me dijo que no sabía nada, pero que iba a ayudarme”.

Tras la muerte de Broggi, Andrea dio por perdida su búsqueda y así lo comunicó en el perfil de Facebook “Busco madre biológica La Pampa”, integrado por más de 60 hombres y mujeres que estaban en su misma situación. En ese preciso momento, justo cuando estaba a punto de soltar la toalla, recibió un mensaje inesperado con información clave de su madre biológica. “Me preguntó por mi fecha de nacimiento y, después, me dio algunos datos: un nombre, un barrio y una dirección”, cuenta Andrea. Esa persona, más tarde, resultó ser su tía, la hermana de su mamá. “Había guardado detrás de una foto de mi padre la fecha exacta y el horario de ese parto: 14/9/1976, 00.30 horas”, agrega.

Con esos datos, Andrea viajó a verla. Fue sin avisarle a nadie. Era de noche y hacía frío. “Pasá, que está lloviendo”, le dijo la mujer. Minutos después, sentadas una frente a la otra, Sofía Urquiza le confirmó lo que había esperado toda su vida: “Sí, soy tu mamá”.

Con los años, Sofía empezó a sospechar que su hija no había muerto al nacer, como le habían hecho creer. Pero fue su tía quien supo la verdad primero: que Andrea había sido entregada. ¿Por qué no la buscaron? “Mi madre no supo decírmelo. Tampoco se lo pregunté porque la vi muy quebrada. Según mi tía, le habían dicho que yo había sido entregada a una familia de abogados de Buenos Aires y que yo vivía muy bien. Entonces, ¿para qué iba a aparecer en mi vida? ¿Para arruinármela? Eso era lo que ella pensaba”, cuenta Andrea.

—¿Sos parecida físicamente a tu mamá?

—¿Qué te pasó cuando la miraste a los ojos?

—¿De qué hablaron?

—A tu mamá, ¿la viste esa vez y nunca más?

—¿Te pesa haberla buscado tantos años y no tener un vínculo actualmente?

—¿Qué sabés de tu papá biológico?

—¿Cómo es la relación con tus hermanos?

—¿Guardás rencor hacia tus padres de crianza?

—¿Lograste reconstruir algo del pasado familiar?

—¿Qué pasó con la causa judicial?

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