28 de marzo de 2025
El día que el director de “Titanic” descendió a lo más profundo del lecho del mar: “Me siento el ser humano más solitario del planeta”

A fines de marzo de 2012, a bordo del sumergible “Deepsea Challenger”, construido en el mayor de los secretos, James Cameron alcanzó la profundidad de 10.895,5 metros al posarse en el fondo de la Fosa de las Marianas, el mayor abismo de los océanos. Igualó, pero en soledad, el récord que en 1960 habían logrado el explorador Jacques Piccard y el marino Don Walsh
Al posar el Deepsea Challenger en el fondo de la fosa, Cameron igualaba, 52 años después, la hazaña del inventor y explorador suizo Jacques Piccard y el teniente de la marina estadounidense Don Walsh, que habían llegado hasta allí en un descenso que casi les cuesta la vida, a bordo un batiscafo. Pero a diferencia de ellos, lo había hecho solo. “En 1960, en el marco de un proyecto de la Marina estadounidense, el teniente de navío Don Walsh y Jacques Piccard se sumergieron en el gigantesco batiscafo ‘Trieste’ hasta la misma profundidad que yo ahora; somos los únicos tres seres humanos que lo hemos hecho”, se puede leer en la bitácora de Cameron.
El 23 de enero de 1960, El viaje hacia el abismo les llevó cinco horas y al posarse en el fondo, los tripulantes activaron las lámparas de vapor de mercurio y se dedicaron a observar maravillados el paisaje que tenían frente a sus ojos. “Tuvimos la inmensa suerte de ver, justo en medio del círculo de luz que proyectaba uno de nuestros reflectores, un pez. Así, en un segundo, pero después de años de preparación, pudimos responder a la pregunta que miles de oceanógrafos se habían hecho. La vida, bajo una forma superiormente organizada, era posible en cualquier profundidad”, relató Piccard. Solo estuvieron veinte minutos observando el fondo del mar, pero ese descubrimiento tuvo una consecuencia determinante, porque al comprobar la existencia de vida a esa profundidad se prohibió el vertido de desechos nucleares en los abismos oceánicos.Más de medio siglo después, los avances tecnológicos le permitían a Cameron construir un vehículo superior, mucho más seguro, para realizar su propia hazaña. La construcción del Deepsea Challenger fue, con un director de cine a cargo, realmente de película, porque se realizó en Australia en el más hermético de los secretos. Además de los materiales y el instrumental de navegación más avanzados, el sumergible incluía equipo científico para toma de muestras y cámaras tridimensionales de alta definición para tener registro de todo el proceso y, sobre todo, de la exploración del fondo del abismo.
Una noche de enero de 2012, también en secreto, lo sacaron con una grúa del galpón donde se lo había construido y subido a un camión para llevarlo hacia el mar, donde Cameron realizaría varias pruebas de inmersión antes de intentar llegar al fonde de la Fosa de las Marianas.El 26 de marzo de 2012, a bordo del barco Mermaid Sapphire, Cameron y el Deepsia Challenger llegaron al punto exacto elegido para realizar el descenso. En su anotación de las 5.15 de la mañana, el director dice: “Madrugada en un mar negro como el azabache. Mi sumergible, el Deepsea Challenger, da bandazos y sacudidas a merced de las enormes olas del Pacífico. Llevamos en pie desde la medianoche; tras un par de horas de sueño intranquilo iniciamos nuestras comprobaciones previas a la inmersión. Por las venas del equipo corre adrenalina a raudales. En toda la expedición nunca me he sumergido en unas condiciones tan duras. A través de las cámaras externas puedo ver a dos buzos justo al lado de mi minúscula cabina, zarandeados como muñecos mientras intentan preparar el sumergible para el descenso”.Poco más de media hora después, el sumergible supera la profundidad donde quedó el “Titanic” después de su hundimiento. “Al dejar atrás esa profundidad, hago un gesto desenfadado con la mano. Un cuarto de hora después rebaso los 4.760 metros, la profundidad del acorazado Bismarck. Si el casco del Deepsea Challenger no resiste, ni me enteraré. Será un fundido en negro. Pero esto no sucederá. Para algo invertimos tres años en diseñar, forjar y mecanizar esta esfera de acero”, anota Cameron.
El viaje hasta el fondo del abismo Challenger le lleva a Cameron dos horas y media, menos de la mitad de lo que habían demorado Piccard y Walsh en llegar. A las 7.43 anota como en una cuenta regresiva de distancia: “Treinta metros… Veintisiete… Veinticuatro… Ya debería estar viendo algo. Veintiuno… Dieciocho… Por fin distingo un resplandor espectral reflejado en el fondo, un fondo que se vislumbra liso como el papel, sin detalles, sin referencia de escala que permita evaluar la distancia. Freno levemente con los propulsores verticales. Al cabo de cinco segundos el levísimo flujo inducido topa con el lecho marino, y la nada que se abre a mis pies se ondula como un velo de seda”.A las 10.30 de la mañana, Cameron ha terminado su trabajo y decide volver. Lo gana, entonces, un último temor. “El momento de darle al botón que soltará el lastre de ascenso siempre es de puro suspenso. Si el lastre no se desprende, no lo contás. Punto”, reflexiona. Nada de eso ocurre: al soltar las dos pesas de 243 kilos del lastre, el sumergible da una sacudida y comienza a ascender. “El fondo comienza a sumirse vertiginosamente en su oscuridad eterna. Conforme gano velocidad, el sedimento que había quedado adherido en el módulo científico se desprende. Estoy subiendo a más de seis nudos, la máxima velocidad que ha alcanzado el sumergible, y estaré en la superficie en menos de una hora y media. Una oleada de alivio me inunda a medida que las lecturas de profundidad descienden progresivamente. Vuelvo al mundo del sol y el aire”, anota el director, con la satisfacción de la hazaña lograda.
Recién en 2019 el submarinista estadounidense Victor Vescovo superó el récord de profundidad del director de Titanic al sumergirse a 10.935 metros en la sima Challenger. Allí hizo un descubrimiento que debería preocupar. Entre las muestras que recogió había una bolsa de plástico y envoltorios de caramelos, una prueba de que la contaminación humana no respeta ni los más recónditos lugares del planeta.