20 de marzo de 2025
Ocho horas en un techo y un rescate de película: el jubilado que salvó a sus suegros de morir ahogados en la inundación de Bahía Blanca

Eduardo Galindo (63) y Mónica Serrat (60) escaparon de la inundación subiendo a la parte superior de su casa. Desde allí, intentaron sin éxito llegar hasta el departamento de los padres de ella, Nélida y Antonio, de 79 y 85 años, a quienes dieron por muertos. Horas después, un grito cambió todo: “Pocho, ¿estás ahí?”
Para las 8.30 el agua había alcanzado un metro y medio de altura. Preocupada por sus padres, Mónica quiso ir a avisarles que subiría al techo, “solo por un rato”, y que cuando terminara de llover les llevaría el desayuno. Pero cuando intentó cruzar el pasillo que la conectaba con el departamento de los ancianos, la presión de la corriente no le permitió abrir la puerta.
Desde allí, vieron cómo colapsaban dos paredes de uno de los departamentos traseros (no el de los padres de Mónica), además de una medianera y parte del pasillo. Ante el panorama, desolador, una vecina les propuso caminar por los techos en busca de refugio.
Finalmente, lograron entrar al edificio del Sindicato de Televisión, ubicado al lado de la casa de Mónica y Eduardo, tras romper un vidrio. Desde allí, ella pedía ayuda a cada rescatista que pasaba: “Por favor, busquen a mis papás”, suplicaba. “También les gritábamos a mis viejos, pero no nos contestaban. Realmente, los dábamos por muertos”, asegura.Pasadas las 14, “cuando la lluvia aflojó”, Eduardo cuenta que decidió acercarse al domicilio de sus suegros y hacer un último intento para verificar si seguían con vida. “¡Pocho!”, gritó desde el techo. Pero, a diferencia de las veces anteriores, esta vez Pocho le contestó. “Sí, ¿qué pasa?”, le dijo. “Imaginate nuestra alegría: empezamos a festejar. No podíamos creerlo”, recuerda.Para las 16.30, ocho horas después de haber subido al techo, llegó personal del Ejército y de la Policía. “Como el pasillo estaba derrumbado, no pudieron usar camillas, así que improvisaron con una puerta. Al final, los levantaron en brazos y los sacaron con una pala mecánica”, relata Mónica. Desde allí, los trasladaron al Dow Center, donde funcionaba un centro de evacuación: “Papá llegó pálido y mamá violeta por la hipotermia. Pero les dieron algo caliente para tomar y se recompusieron. Ni siquiera se resfriaron”.
El departamento de Nélida y Antonio, donde Mónica se crió, quedó inhabitable. El parquet se levantó, las paredes de machimbre se deformaron y los electrodomésticos se arruinaron. Lo mismo ocurrió con su casa: perdieron ropa, muebles y, lo que más le dolió a Mónica, los recuerdos.“Nunca nos imaginamos que podía pasar algo así. Si bien habían emitido una alerta meteorológica y avisaron que se suspendían las clases, a nosotros nos pareció una exageración. Y eso que se esperaba que cayeran 100 milímetros de agua, al final fueron 350″, agrega.
Comenzar a limpiar su casa al día siguiente del temporal fue un impacto para Mónica y Eduardo. “Estaba todo lleno barro”, describen. Pero en medio de la devastación, hubo algo que los sostuvo: la ayuda y la solidaridad. “Amigos nuestros y de nuestra hija, Rocío, los chicos del Club Sportiva Bahía Blanca y vecinos que ni conocíamos: todos vinieron a colaborar. Lavaban la ropa, sacaban el barro, traían cosas”, cuentan.“Hay momentos en los que te dan ganas de cerrar la puerta e irte. Pero después ves todo lo que la gente hace por vos y decís: ‘Vamos a salir adelante’”, se despide.