11 de marzo de 2025
Duro panorama para la industria del vino argentino, con caída del consumo y alta competencia en la exportación

Un detallado informe sobre el sector vitivinícola detalló los desafíos que enfrenta tanto a nivel local como en el comercio exterior y explicó que innovaciones debe implementar la Argentina para poder competir
El escenario actual para los bodegueros, destacó Merino, trae exigencias de toda clase. “Hay un océano de marcas, es imprescindible diferenciarse para ser competitivo. El mercado mundial se enfocó en producir un menor volumen a un precio más alto. La tecnología y la diversificación de los canales de distribución impulsan ese proceso”, concluyó.
La competencia que enfrenta a la tradición del vino frente a otras bebidas es global. Y los tiempos juegan en contra: para cambiar sus productos un bodeguero necesita varios años mientras que otras bebidas lo hacen mucho más rápido. En los últimos 15 años, el consumo mundial de vino cayó un 7,5%. En el mismo período, el consumo de vino de los argentinos se redujo un 37%. Más allá de los factores macro, “el sector muestra claras señales de haber llegado a un madurez en su ciclo de vida” que entre otras consecuencias trae una caída en su participación en el mercado mundial a la par de la merma en el mercado interno.La industria del vino “necesita convivir con la estabilidad, mientras que en la Argentina ocurre lo contrario. El enemigo macro número uno es la inflación, es letal. La inestabilidad de precios relativos es inaguantable para el sector” explicó Marino.El experto, que asegura visitar “una bodega por semana” desde hace décadas, también puso el acento en un punto crítico: la imagen del vino argentino en el mundo y la necesidad de trabajar con intensidad en el terreno de la promoción. “Existe una fuerte relación entre la imagen de los vinos a nivel mundial y la performance exportadora, se convierte así en el principal activo intangible a desarrollar. La imagen genera riqueza económica, ya que se trasmite en forma directa al precio de los vinos y éstos al valor de las propiedades vitícolas”, señaló Merino.“¿Se puede generar riqueza con una mejora en la productividad? Sí, por supuesto. Pero la imagen genera mucho más. Y es ahí donde la Argentina debe trabajar. El sector gasta el 7% de su facturación en publicidad. ¿Lo gasta bien? Ahí existe un activo intangible que mejora el precio y el desempeño exportador”, agregó.La imagen se logra a través de “la combinación de varios factores que deben actuar lo más coordinadamente posible”, lo que según el informe genera obligaciones tanto individuales como sectoriales. Merino puso como ejemplo a Francia, que a pesar de su liderazgo y su tradición, invierte en conservar su prestigio y su buena imagen a través de la difusión y de regulaciones muy estrictas en materia de denominación de origen. Ese accionar le permite sostener los precios de exportación, aún con las dificultades que exhibe el mercado a nivel global.Una de las herramientas para que los bodegueros enfrenten el nuevo escenario, con presiones tanto de la demanda del mercado interno como de los países competidores en el mercado externo, es el financiamiento. A pesar de los vaivenes, hoy el sector se lleva el 1,5% del crédito total al sector privado, por lo que acompañó el crecimiento de los préstamos del último año, al compás de la baja de la inflación. En 2022 había participado solamente con el 0,8%.Merino concluyó que para el futuro inmediato la industria argentina del vino deberá “poner a la innovación en el centro de la escena”. Para concretar ese precepto, marcó 4 factores. El primero es la necesidad de ser flexible, adaptándose a las tendencias siempre cambiantes del mercado, ya que “un mismo vino no es para siempre, el cliente tiene caprichos y hay que seguirlos”. El segundo es poner foco para lograr más profundidad que cobertura, porque “tener muchas marcas para muchos mercados ya no da buenos resultados”. Otro factor clave es la productividad, mediante la incorporación de tecnología para ser más eficiente.