19 de febrero de 2025
Fue ídolo en Brasil y en Europa, pero también dejó huella por su ferocidad y hasta Ruggeri llegó a temerle: “Era un criminal”

Carlos Mozer brilló en la selección de su país, Flamengo, Olympique de Marsella y Benfica gracias a su capacidad de anticipo, su técnica y también su aspereza. El día que aterrorizó a Ronaldo Nazario y la polémica por su ausencia en el mítico choque con Argentina en el Mundial 90. Cómo lo veía Bilardo
“Al que respetaba... (Carlos) Mozer era un asesino. Era malo, malo de verdad, eh. El día que jugamos en Italia (octavos de final del Mundial 90, Argentina-Brasil), cuando vimos que estaba Mozer en el banco, dijimos ‘qué alegría’. Era un criminal, unos tapones así, el de los tapones más altos que vi. La boca con blanco acá (se tocó la comisura de los labios). Parecía a los perros, que los tenés así (atados) y después los soltás y salen como locos. Así era el guacho. Diego (Maradona) también me decía ese día: ‘Está Mozer en el banco’. Diego, que no le tenia miedo a nadie. Pero nos teníamos respeto”, soltó. Y puso sobre relieve la figura del ex marcador central, ídolo en su país, en Portugal y en Francia, aunque con esa etiqueta de recio que se ganó en el campo, con la que nunca se sintió demasiado cómodo.
Las voces pueden multiplicarse y no hacen justicia con la estatura de su carrera. José Carlos Nepomuceno Mozer, o el Vampiro, tal su apodo, en realidad comenzó en las categorías formativas del Botafogo, que lo dejó libre. Y encontró su plataforma de despegue en el Flamengo. Debutó en 1980 y obtuvo 15 títulos en su carrera: siete en los siete años en el Fla (incluyendo una Copa Libertadores y la Intercontinental), cuatro en Benfica, tres en el Olympique de Marsella y otro en el Kashima Antlers de Japón, en el epílogo de su camino con los botines afilados.
Entre Mozer (que llegó a alcanzar el metro 87 de altura) y la Pulga Messi hubo una invisible línea roja. Es que el último club campeón de la Copa Libertadores dejó ir al central porque “era bajito”. Y debió ser tratado con hormonas de crecimiento. Una vez superado ese obstáculo, se vengó con su fiereza ante los adversarios, se llamaran como se llamaran.Quienes lo vieron surgir y en el clímax de su trayectoria supieron destacar sus múltiples virtudes y la técnica brasileña en su ADN. Llegó a la zaga para reemplazar a un compañero lesionado y nunca más la dejó. Fue Modesto Bria, ídolo del Fla en la década del 40, el que ofreció una definición de alto impacto sobre su versatilidad: “Este chico reúne cuatro grandes cualidades. Tiene la técnica de un delantero, la habilidad de un mediocampista, la velocidad de un extremo derecho y un gran reflejo para marcar y bloquear. Por alto, es prácticamente imbatible. Los defensas europeos se destacan por estas cualidades, y Mozer no desmerece en nada frente a ellos”.A todo ese paquete, le añadió la ferocidad. Cuenta la leyenda que en 1980, en el año de su debut, dos futbolistas del Fluminense (Cristovao y Robertinho), clásico rival del Fla, lo abordaron antes de un derbi. “Mira, chico, no tengas miedo de entrar fuerte. Lo importante es que debutes bien, aunque para ello tengas que sacar a uno de nosotros del campo”, fue lo que escuchó. Y lo tomó como un mantra.En la selección brasileña disputó 32 encuentros entre 1983 y 1994. Participó del Mundial 90, aunque, como contó Ruggeri, estuvo sentado en el banco de suplentes la tarde de la eliminación ante Argentina. Desde el sector de relevos, vio la gambeta de Maradona, su asistencia y la definición a máxima velocidad de Claudio Caniggia tras gambetear al arquero Taffarel, sin poder intervenir. Y su ausencia llegó cargada de polémica.
“Aldair no jugó y, precisamente en el partido contra Argentina, pusieron a alguien que querían mostrar a los empresarios para luego negociar”, denunció en su momento. En aquel épico choque, Ricardo Rocha y Ricardo Gomes Mauro Galvão estuvieron en la alineación titular. Luego, a pesar de haber sido parte del proceso, quedó en la puerta del Mundial 1994, en el que la Verdeamarela se consagró en la final, tras superar a Italia por penales, con Carlos Alberto Parreira como DT.¿Qué sucedió? Los estudios médicos arrojaron que presentaba alteraciones en las enzimas hepáticas, una situación compatible con una hepatitis tóxica, a raíz del exceso en la ingesta de antiinflamatorios. “Tomaba un medicamento llamado Sargenor, que aumentaba las tasas de enzimas. Lo tomaba para recuperarme mejor entre entrenamientos en la cuestión muscular. Todo se habría normalizado después de dejar de tomarlo por un tiempo. No me dieron la oportunidad de hacer nuevos exámenes. Pedí tres días más para regularizar mi sangre, pero no esperaron”, acusó.
En aquel mítico cruce del Mundial 90, fue una de las voces que denunciaron que el bidón del que bebió su compañero Branco resultó adulterado. “Branco quedó ‘groggy’. Maradona pidió cambiar la botella. Hacía mucho calor. Cuando Branco pidió agua, Maradona gritó y dijo que ‘de aquella no’. El masajista (Miguel Di Lorenzo, alias Galíndez) fue y agarró una de una bolsa. Branco estaba bien y después quedó completamente despistado. Maradona después dio una entrevista riéndose. El fútbol tiene eso”, supo dar su visión de un hecho que nunca pasó del terreno de las declaraciones y quedó arraigado en la leyenda.“Tenía un juego parecido a José Manuel Ramos Delgado, el ex River y Banfield, al que Pelé lo lleva al Santos. Un tipo sensacional, de una calidad extrema, tiempista. Esos eran los jugadores que le gustaban a Bilardo para formarlos en sus sistemas. Otro parecido era Roberto Perfumo, con la diferencia de que te pegaba abajo en los talones y te hacía sentir el rigor”, se animó a la comparación.
“Recuerdo un comentario de Bilardo durante el Mundial, mientras almorzábamos con (Raúl) Madero, el profe Echevarría y (Carlos) Pachamé. Señaló que hubiera encajado perfectamente en el fútbol argentino por sus condiciones, por su técnica exhuberante. A Diego (Maradona) lo respetaba muchísimo. Careca y Alemao, que jugaban en Napoli con él, le hablaban maravillas de Diego. Y Mozer decía que a los jugadores de esa técnica se les podía jugar reciamente pero no pegarles. Había que protegerlos”, concluyó su semblanza.“Dentro del campo claro que siempre hay piques, pero, fuera del campo, todos se llevan bien, y no es algo de ahora, esto ya viene desde hace muchos años. Estoy en el mundo del fútbol desde hace mucho tiempo, por mi padre, y recuerdo que, cuando era niño, pasaba las vacaciones en el Algarve con Mozer, central del Benfica que casi se comía a mi padre dentro del campo con los golpes y todo eso”, confesó Gonçalo Paciência sobre lo que sucedió con Domingos, su progenitor.
Isaías, delantero brasileño clase 63, reveló que, cuando desembarcó en Portugal con la casaca de Rio Ave, le tocó lidiar con Mozer. “Me lanzó una patada voladora en la que tuve que saltar para no ir a parar a la valla”, evocó. Cuando pasó al Benfica, creyó que el martirio había cesado y el padecimiento quedaría sólo para sus adversarios. Se equivocó.Su bravura se trasladaba hasta las concentraciones. Un joven Ronaldo Nazario, quien despuntaba a pura velocidad y goles en el Cruzeiro y la selección brasileña, pudo dar fe. En una de sus primeras incursiones con el Scratch le tocó compartir habitación con Mozer, quien le mostró los tapones y le dejó un verdadero trauma.