13 de febrero de 2025
Dejó el sacerdocio y comenzó una nueva vida en Uruguay: su familia y el compromiso social que lo une al presidente electo

Carlos García, más conocido como “Flecha”, abandonó los hábitos en 2011 y cambió Mendoza por Canelones. Allí continúa su labor social y política, y forjó una amistad con Yamandú Orsi, quien asumirá la presidencia el 1 de marzo
Carlos cuenta que eligió Uruguay para vivir su nueva vida porque cuando en Mendoza dejó de ser el “cura Flecha” necesitó comenzar de verdad de cero y optó por cruzar Río de la Plata e instalarse en la ciudad vecina de Montevideo. Allí, cuando él ya trabajaba en Desarrollo Social del municipio conoció al flamante intendente, Yamandú Orsi, que realizó una gestión tan satisfactoria bajo la bandera del Frente Amplio que lo postularon en las últimas elecciones: en segunda vuelta, ganó con el 52,3% de los votos y el 1 de marzo asumirá como presidente.
A los 16 años, cuando trabajaba en un laboratorio enológico, Carlos se ganó el apodo “Flecha”, por su estatura y delgadez; y lo llevó con él cuando comenzó la etapa en el sacerdocio, en la que construyó su identidad a través del compromiso social y la cercanía con las sectores más vulnerables de Mendoza.
“Estaba en Cáritas, en la Pastoral Social, me llamaban de los medios cuando había un conflicto social. En Mendoza yo era demasiado conocido”, recuerda sobre sus años como sacerdote y también de los motivos que lo llevaron a dejar la provincia.
Siempre se desempeñó con un enfoque progresista dentro de la Iglesia, lo que le permitió vincularse con referentes pastorales como los curas Jorge Contreras y Roberto Juárez, quienes compartían su visión de un sacerdocio comprometido con la justicia social. Durante la crisis de 2001, trabajó en la Mesa de Diálogo de la Pastoral Social de Mendoza y coordinó estrategias de asistencia en un momento crítico para el país.Diferentes motivos llevaron a que en 2009 solicitara la dispensa permanente como sacerdote, la cual demoró dos años en ser concedida. En el “mientras tanto”, continuó trabajando en el gabinete del Ministerio de Desarrollo Social de Mendoza y, en 2010, fue designado para participar en un encuentro sobre desarrollo local en Canelones, Uruguay. Lo que comenzó como un viaje más terminó marcando un punto bisagra en su vida.
“Yo había llevado una cámara de fotos, la despaché en el avión y cuando tomé el vuelo me perdieron la valija”, recuerda Flecha. Gracias a ese incidente, conoció a Virginia Cornalino, quien en ese momento trabajaba en la intendencia de Canelones junto a Marcos Carámbula, uno de los mentores de Orsi, que en aquel entonces era secretario general de la Intendencia. Ella fue quien lo ayudó en medio de la confusión y las pérdidas. Con el tiempo, se convirtió en su esposa y madre de su hija.Con la dispensa concedida por la Iglesia Católica, regresó de manera definitiva al país charrúa. El 10 de noviembre de 2012, Carlos y Virginia se casaron, por civil y por iglesia. De la boda participaron seis de sus amigos curas.
El país vecino le ofreció al ex sacerdote un nuevo comienzo. “Acá, si fuiste ingeniero, fuiste ingeniero; si fuiste carnicero, fuiste carnicero. Yo fui cura, y bueno, listo, no hay prejuicios, son laicos”, explica el hombre.Ese perfil académico le permitió postularse a un llamado a concurso de dicha intendencia: “Concursé, no entré por amiguismo”, subraya y recuerda que comenzó a trabajar con personas en situación de calle y en dos ONG vinculadas a un proyecto del Ministerio de Desarrollo Social de Uruguay, el Servicio de Atención y Consulta y Articulación Territorial (Socat). “Era un trabajo en territorio donde la presencia del Estado está en cada esquina y trata de resolver los problemas de la gente. Muy interesante”.
Casi en paralelo, se incorporó al partido político de izquierda fundado el 5 de febrero de 1971. “Yo ahí ya empiezo a militar en el Frente Amplio”, recuerda sobre su inicio en la política uruguaya. Su activismo comenzó dentro del Movimiento de Participación Popular (MPP), “el sector del Pepe”, en referencia al ex presidente de Uruguay José Mujica.A pesar de los cambios personales, su vocación de ayuda se mantuvo intacta. Actualmente, trabaja en programas de derechos humanos y en merenderos y comedores comunitarios.
“Desde la pandemia, aumentó el desempleo y la pobreza estructural. En ese momento, muchos vecinos se organizaron y abrieron emprendimientos solidarios como ollas populares y merenderos para hacer frente a la insuficiencia alimentaria. En Canelones, por ejemplo, llegó haber 80 comedores comunitarios y hasta hoy algunos se mantienen. Desde la intendencia se los asiste con mercadería para que puedan seguir fortaleciendo la alimentación de los cientos de uruguayos que asisten cada día por un plato de comida, como también sucede en los comedores de Desarrollo Humano”, detalla.“Hago todo lo que hace un uruguayo, ya soy uruguayo”, dice entre risas. El arraigo a la cultura local se dio de forma natural y hoy se siente parte del país que lo acogió y que él adoptó.
Su relación con el presidente electo de Uruguay, Yamandú Orsi, se forjó en la segunda intendencia del presidente electo y en el ámbito político y social de Canelones; con el tiempo se construyó un vínculo de amistad basado en ideales comunes.Desde entonces, el instrumento se convirtió en un sello distintivo: “En todos los actos aparecía yo con el bombo”, al punto de que Orsi lo bautizó como “el argentino del bombo”. Entre bromas y militancia, recuerda que incluso grabó un video en su casa gritando en plena campaña y que cuando Orsi se impuso en el balotaje festejó: “Salí a la calle a festejar con los compañeros, con el bombo, siempre con el bombo”.
En referencia a Orsi, dice que es considerado como “una figura carismática y cercana a la gente, querida, querible, sobre todo en Canelones”; y que en Uruguay es visto como la continuidad del legado del Frente Amplio y del propio Mujica. “Pepe no hizo campaña por Yamandú, hizo campaña por la vida, por la esperanza, por los valores”, dice García con admiración.Hoy, Carlos, desde su rol de militante, celebra la victoria del partido de izquierda con la certeza de que Uruguay necesita cambios estructurales, especialmente para terminar con la pobreza infantil y en la garantía de derechos para los sectores más vulnerables. “El Frente tiene grandes desafíos, pero hay equipo y hay esperanza”, concluye. Aunque no ocupará un cargo en el gobierno nacional uruguayo, sigue comprometido con su labor en el desarrollo humano, convencido de que su vocación siempre fue, y seguirá siendo, estar al lado de quienes más lo necesitan.