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4 de febrero de 2025

Brasil y EEUU crearon un grupo de trabajo sobre las expulsiones de migrantes mientras sigue la incógnita de los aranceles

El gobierno de Lula da Silva quiere intercambiar información y mejorar la seguridad y el tratamiento digno y respetuoso de los pasajeros en los vuelos de regreso

>(Desde San Pablo) Brasil ha conseguido evitar una crisis diplomática en el tema de las expulsiones de migrantes, que en países como Colombia ha provocado enfrentamientos con el nuevo Gobierno de Donald Trump. Junto con Washington, incluso anunció la creación de un grupo de trabajo a pedido del gobierno de Trump para discutir los aspectos operativos de las próximas expulsiones. Según un comunicado de Itamaraty, el acuerdo permitirá “intercambiar informaciones y mejorar la operatividad de los vuelos de retorno de los brasileños, garantizando la seguridad y el tratamiento digno y respetuoso de los pasajeros”. El texto también afirma que se establecerá una línea de comunicación directa para supervisar los futuros vuelos en tiempo real. Las tensiones entre los dos países habían aumentado después de que un vuelo estadounidense con destino a Belo Horizonte (Minas Gerais), en el que viajaban 88 emigrantes deportados de Estados Unidos, esposados en pies y muñecas, se viera obligado a hacer escala en Manaos (Amazonas) debido a un fallo técnico. Allí, algunos de ellos habían protestado subiéndose a un ala del avión, hasta el punto de que intervino el ministro de Justicia, Ricardo Lewandowski. A petición de Lula, el ministro hizo que la Policía Federal brasileña liberara a los emigrantes y un avión de la fuerza aérea nacional los llevó a su destino. Algunos de los brasileños deportados denunciaron las malas condiciones del vuelo y el abuso de autoridad de los funcionarios estadounidenses que les acompañaban. “El uso indiscriminado de esposas y grilletes viola los términos del acuerdo con Estados Unidos, que prevé el tratamiento digno, respetuoso y humano de los repatriados”, había dicho el Itamaraty en una nota en la que anticipaba que pediría aclaraciones a Washington.

Sin embargo, la preocupación sigue siendo grande en una de las ciudades símbolo de la emigración brasileña a Estados Unidos. Se trata de Governador Valadares, en el estado de Minas Gerais, apodada desde hace tiempo “la capital de la emigración”. La crisis económica que azotó Brasil en la década de 1980, con una impresionante hiperinflación y una elevada tasa de desempleo, impulsó a muchas personas de la región del valle del Río Doce, donde se encuentra Governador Valadares, a emigrar a Estados Unidos en aquella época, legal o ilegalmente. Las primeras comunidades de emigrantes brasileños se formaron inicialmente en la región de Nueva York y más tarde en Boston, sobre todo en las ciudades de Framingham, Somerville y Danbury. Hoy, muchos viven también en Florida. Ahora la preocupación es grande en la ciudad entre quienes tienen familiares en Estados Unidos ilegalmente o a la espera de regularización.

La decisión de Trump de interrumpir el suministro de medicamentos esenciales para tratar el VIH, la malaria y la tuberculosis también tuvo impacto en Brasil. Para el médico Pedro Chequer, ex director del Programa Nacional de Lucha contra el Sida, esta decisión “podría deshacer todo el progreso que hemos visto desde el establecimiento del PEPFAR (Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para Combatir el Sida). Esta iniciativa, lanzada en 2003, ha sido un pilar fundamental de la atención y el tratamiento del VIH en todo el mundo. Se calcula que el programa ha evitado la muerte prematura de casi 30 millones de personas. Muchos países, especialmente del África subsahariana, dependen de esta contribución para disponer de tratamiento en la red”.

La cuestión de los aranceles también promete tensiones en Brasil. Durante su primera conferencia de prensa del año, la semana pasada, Lula afirmó que “si Trump grava los productos brasileños, habrá reciprocidad de Brasil en gravar los productos que se exportan a Estados Unidos. Simple, no hay ninguna dificultad”. Sin embargo, Lula se confundió al hablar sobre el tema. La reciprocidad se produciría si Brasil respondiera con la medida contraria a un posible arancel estadounidense, es decir, gravando los productos estadounidenses importados aquí, no exportados. De todos modos, Brasil ya se encuentra entre los países más proteccionistas del mundo, aplicando impuestos de hasta el 67% a los productos procedentes de Estados Unidos.

En cuanto a las exportaciones brasileñas, las destinadas a EE.UU. en 2024 alcanzan los 40.330 millones de dólares. Una cuarta parte de ellas es mineral de hierro, seguido de fueloil y soja. Según la Asociación de Comercio Exterior de Brasil, los aranceles estadounidenses del 25% contra México y Canadá también tendrán un impacto en el país suramericano. Para el presidente de la asociación, José Augusto de Castro, las tasas son elevadas y aumentarán directamente la inflación en Estados Unidos, lo que también afectará a la economía mundial, incluido Brasil. “La consecuencia de todo esto será un aumento del coste de las materias primas en todo el mundo. Indirectamente, todos los productos se verán gravados”, declaró Castro al diario brasileño O Estado de São Paulo. La otra consecuencia será una posible reorientación hacia Brasil de los productos chinos, gravados por Trump con un 10%. “En lo que respecta a China, Brasil no tiene forma de impedirlo, porque la economía china es mucho más competitiva que la brasileña. Aumentar los aranceles podría ser la medida más fácil, pero no necesariamente produce los efectos deseados. Así que tenemos que esperar algún tiempo más para saber exactamente qué ocurrirá”, dijo Castro.

Ante un escenario tan incierto y complicado, un empresario brasileño, Mário Garnero, propietario de BrasilInvest, formado por socios internacionales, especializados en reestructuración, desarrollo, implementación de operaciones comerciales e iniciativas de inversión entre Brasil y el mundo, está intentando organizar una cena entre Trump y Lula en el complejo Mar-a-Lago, en Florida, el 17 de febrero. En el pasado, fue Garnero quien acercó a Lula y a su Partido de los Trabajadores (PT) al entonces presidente estadounidense George W. Bush. Mientras tanto, en Brasil, en oposición a Bolsonaro y sus seguidores que desde la toma de posesión de Trump se han fotografiado con la famosa gorra roja con las palabras “Hagamos a América grande de nuevo” (“Make America Great Again” en inglés), varios ministros y diputados de Lula se han fotografiado con otra gorra. De color azul, en ella está escrito “Brasil es de los brasileños”.

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