1 de febrero de 2025
A 40 años del controvertido pase de Ruggeri y Gareca de Boca a River: una huelga y el país futbolero en vilo

Cuatro décadas atrás se producía un acuerdo entre los clubes más grandes de la Argentina del que todavía quedan algunas heridas abiertas. Pormenores y curiosidades de aquel episodio
Boca atravesó en 1984 El tema de Gareca y Ruggeri no tenía solución. Boca era un equipo con escasas figuras y ellos dos, junto a Hugo Orlando Gatti, eran los más sobresalientes. Pero durante las temporadas 1983 y 1984, los dos primeros, no habían tenido renovación de su contrato, cobrando solo un 20% de aumento por ley. De esta manera, quedarían en libertad de acción el 31 de diciembre. El ciclo de ambos estaba cumplido, porque mucho había sido el desgaste. En ese momento, apareció River como una posible solución.
El club de Núñez contaba con un presidente que terminaba su primer año de mandato y había logrado ponerlo nuevamente de pie, tras el triste final de la era de Rafael Aragón Cabrera, en lo deportivo e institucional. Hugo Santilli había demostrado ser resolutivo, tenaz y con una gran cuota de audacia. Por eso comenzó a moverse para conseguir a los cracks de Boca y fue a ver a Julio Grondona, que le dejó una frase: “Mirá, Hugo, no se puede desmantelar al club. Boca está muy mal. Ruggeri y Gareca son lo mejor que tienen, pensá como protegerlo”. En ese instante surgió la idea de darle dos jugadores en parte de pagoSe iba avanzando en el acuerdo. Los jugadores que aún pertenecían a Boca, dieron el visto bueno por medio de Guillermo Cóppola, su representante, quien confiaba que se respetarían los estatutos. Sin embargo, el viernes 21, Boca Juniors le envió los telegramas de renovación a sus futbolistas, como una manera de ir ganado tiempo. Llegaron las fiestas, y todo ingresó en un lógico parate. En los primeros días de enero, asumió Antonio Alegre como presidente de Boca y enseguida puso en funciones, como titular del departamento de fútbol, a Carlos Heller, quien en los medios señalaba que se había reunido con Cóppola, con la mayor predisposición para llegar a un arreglo sin comprometer a la institución.
El tema se iba dilatando, porque Boca no definía su postura con respecto a la libertad de acción que le correspondía a los jugadores. Comenzó a aparecer en escena un nuevo protagonista, que era Futbolistas Argentinos Agremiados, alertando sobre el cumplimiento de las normativas y citando a sus afiliados a una reunión, para informarles sobre la posibilidad de una huelga, si la situación se mantenía de ese modo.El viernes 18, la AFA dio a conocer un comunicado, donde se detallaba cuáles eran los futbolistas, de las distintas categorías, que quedaban en libertad de acción por no haber renovado sus contratos en los últimos dos años. Allí no figuraban Gareca y Ruggeri, en un aval a la posición de Boca Juniors. Ese día, a las 18 horas, cuando apenas faltaban cuatro para que se iniciase el tradicional torneo de verano en Mar del Plata, se decretó la huelga. La mayoría de los planteles se encontraban de pretemporada en distintos puntos del país. La actividad se suspendió y también afectó a la selección nacional que llevaba un puñado de días entrenando en Mar del Plata, como preparación para las eliminatorias rumbo a México ‘86.
Fueron dos semanas nerviosas, con muchas reuniones y gestiones. La solución se alejaba cada vez más y el fútbol parecía que no volvería por un largo tiempo. La historia comenzó a encarrilarse y el primer día de febrero, la AFA oficializó la libertad de acción de Gareca y Ruggeri, por lo que la medida de fuerza quedó levantada. Esa misma noche, ambos fueron citados en la sede de River Plate, donde firmaron sus respectivos contratos. Al mismo tiempo, Tapia y Olarticoechea, pasaron a Boca, donde tendrían un altísimo rendimiento.La huelga, mucho más extensa de lo pensado en su origen, fue generando un desgaste entre las partes. Para Olarticoechea, fueron horas interminables: “La negociación se iba haciendo cada vez más larga. Nosotros estábamos de pretemporada con River en Villa Gesell. Un día, nos dijeron a Tapia y a mí que teníamos que regresar a la Capital, para acordar, primero con River la desvinculación, para que se hiciesen los pases. Pero surgió un problema con la plata, en el que no nos poníamos de acuerdo y por eso no arreglamos. Regresamos a Gesell, donde estuvimos por espacio de dos semanas y sentíamos que nos echaban la culpa a nosotros dos, porque el fútbol estaba en huelga. La realidad es que estábamos en plena negociación por un dinero que nos correspondía, hasta que llegó el momento en que todo se acordó y se pudieron hacer los pases”.
El martes 5 de febrero, las imágenes de Ricardo Gareca y Oscar Ruggeri con la camiseta de River Plate, inundaron todos los kioscos del país. La tapa de la revista El Gráfico, que desde el título -“¡Por fin!”-, dejaba en claro lo que se había vivido en las últimas semanas en el fútbol argentino. Ambos estaban sonrientes, en cuclillas, sobre el césped, con el estadio Monumental como fondo. Lucían las nuevas casacas de los Millonarios, que terminarían siendo un símbolo de la época gloriosa, donde por primera vez aparecía el León, dibujado por el genial Caloi.Pasados 40 años, aún pueden sentirse los ecos de la conmoción que significó esa transferencia. Posando la lupa del tiempo sobre los cuatro protagonistas, uno concluye que la mayoría salió ganando. Oscar Ruggeri rápidamente se afirmó como un bastión de la defensa de River, que un año más tarde iba a ganar el torneo local y, por primera vez, las copas Libertadores e Intercontinental. Carlos Tapia fue de menor a mayor, y en la segunda parte del torneo 1985/86, tuvo momentos descollantes, adosando una gran cuota de gol al talento de su zurda. Julio Olarticoechea se lució con la camiseta número cinco de Boca, que parecía hecha a su medida, por la fuerza, garra y despliegue que siempre lo caracterizaron. Los tres se dieron el gusto de ser campeones del mundo en México. Para Ricardo Gareca, la figura más importante al momento de la transferencia, el sabor debió ser agridulce. Actuó apenas seis meses en River y fue transferido al América de Cali. El irse del país, quizás la haya jugado en contra para su sueño de estar presente en el Mundial. Como contrapartida, anotó muchísimos goles en el cuadro colombiano, donde se convirtió en un gran ídolo.
Como esas novelas o series, que atrapan la atención del público, se fue desarrollando esta historia. En tiempos de mucho menos acceso a la información, la gente seguía las alternativas por la radio y los diarios. No era cualquier transferencia. Había dos ídolos cambiando de vereda entre los equipos más grandes de nuestro fútbol. Con la firma de los contratos, arrancó el año futbolero en Argentina, que sería especial, por la reestructuración de los torneos y la angustiosa clasificación a México ‘86. El agitado verano, será por siempre recordado con el título que podría haber tenido la serie y que, al mencionarlo, todos saben de que están hablando: “Los pases de Gareca y Ruggeri”.