1 de febrero de 2025
América Latina ante la tormenta perfecta: inteligencia artificial y crisis climática en el centro del debate

Jeremy Rifkin y Rachel Adams hablaron en el Foro Económico CAF 2025 sobre cómo la automatización y el colapso de la infraestructura hecha para combustibles fósiles redefinirán la economía, el trabajo y el gobierno
Estos temas pueden parecer independientes, pero —sin entrar a hablar del agua que se gasta para enfriar las instalaciones de cómputo detrás de una app de IA— pocas cosas ameritan ese adjetivo últimamente. El futuro de América Latina depende tanto de qué haga ante la automatización y la crisis climática.
Rachel Adams comenzó por el tema que todavía estaba fresco en la memoria de los más de 1.400 participantes en el Foro Económico CAF 2025: el caso Deepseek. “Trabajo en IA hace años, pero nunca hubo un momento más importante para hablar de lo que significa para el futuro de nuestras sociedades”, dijo.“Deepseek era un jugador menor en inteligencia artificial”, explicó Adams. Pero desafió a las grandes tecnológicas occidentales: “Creó su modelo con solo 2.000 chips especializados y un costo de entrenamiento de poco más de USD 5 millones”, resumió Adams. “Para comparar, OpenAI gastó más de USD 100 millones y utilizó al menos 10 veces más capacidad de cómputo”.“El gobierno de Estados Unidos había construido una narrativa sobre la necesidad de inmensas inversiones en infraestructura computacional para liderar la carrera de la IA”, recordó Adams. Apenas una semana antes del lanzamiento de Deepseek, el presidente había anunciado un plan de inversión privada de USD 500.000 millones para reforzar la supremacía de OpenAI y otras compañías estadounidenses.
Para Adams, Deepseek “puso en jaque” esa narrativa “justo en el momento en que acababa de consolidarse”. También plantea interrogantes profundos sobre la relación entre poder, innovación y acceso a la tecnología. “Hasta ahora, la potencia de un modelo de IA se medía por la capacidad de cómputo utilizada para entrenarlo. No existía una metodología precisa para medir su eficacia real”. Y si la disrupción en IA es posible, ¿por qué no desde América Latina?En la visión de la experta, “la oportunidad de la IA debería ser para todos”, ya que puede transformar sectores clave en el Sur Global, desde la salud hasta la educación y la economía.En cuanto a “las soluciones fintech impulsadas por IA, como el dinero móvil y los algoritmos de puntuación crediticia“, Adams dijo que ”pueden ampliar la inclusión financiera al brindar servicios bancarios a poblaciones antes desatendidas”.
Más allá de los beneficios individuales, Adams enfatizó que la IA puede jugar un papel central en la sostenibilidad y el desarrollo. “Puede optimizar la gestión de recursos, monitorear la deforestación y permitir el desarrollo de redes eléctricas inteligentes”, o aplicarse a modelos climáticos para anticipar inundaciones, sequías e incendios forestales.
“El desafío es que estas oportunidades no se materializarán automáticamente”, advirtió. “Requieren inversión, políticas adecuadas y estrategias de adopción que eviten que la IA reproduzca desigualdades en lugar de resolverlas”.“El impacto en los mercados laborales es lo que más preocupa a los responsables de políticas en todo el mundo”, reconoció Adams. A medida que la inteligencia artificial se integra en distintas industrias, el trabajo humano cambia y, en los países más pobres, esto significa un nuevo problema.Un problema propio del trabajo digital son sus condiciones: “La economía de las plataformas crece rápidamente pero sin seguridad, estabilidad o protecciones”, dijo Adams. Mencionó que a fines de 2025 el 30% de la economía global estará basada en plataformas digitales, con entre 30 y 40 millones de trabajadores en el Sur Global. “Conductores, repartidores y millones de personas entrenando a la IA”.
La extracción de recursos es otro punto central. “El litio es esencial para las baterías de la IA, los autos eléctricos, los celulares y las computadoras”, recordó Adams. “El 60% de las reservas de litio están en los salares de América del Sur, pero el proceso de extracción destruye los ecosistemas locales”. Y los beneficios económicos no quedan en los países. “Chile extrae el litio, pero el procesamiento y la fabricación de productos terminados ocurre en otras partes del mundo, principalmente en China”.
“Vivimos en un planeta de agua, pero no lo entendimos hasta hace poco”, confirmó Jeremy Rifkin, y muchas personas del público fruncieron el ceño en confusión. Contó luego que por miles de años la humanidad imaginó la Tierra como un mundo de planicies, montañas, valles y desiertos, y diseñó su infraestructura en función de esa visión: ciudades, camino, represas y redes de producción fundadas en la premisa de que el suelo era lo principal. Pero la crisis climática mostró que la verdadera fuerza que rige el planeta no es la tierra sino el agua. “La hidrosfera determina todo: la atmósfera, la biosfera y la litosfera. Sin agua, no hay vida”, abrevió.Para Rifkin, la civilización basada en combustibles fósiles vive sus últimos días. “Durante 200 años excavamos el suelo y desenterramos carbón, petróleo y gas”, explicó. Los recursos que impulsaron la Revolución Industrial llenaron la atmósfera de los gases del efecto invernadero, que consiste en una capa que impide que el calor salga del planeta. “por cada grado Celsius que aumenta la temperatura, la atmósfera absorbe un 7% más de humedad de los océanos, los ríos, los lagos, los suelos y los bosques”.“No es un fenómeno aislado: estamos en la sexta gran extinción masiva”, estimó Rifkin. Los científicos estiman que la Tierra podría perder hasta el 50% de las especies de plantas y animales en el transcurso de la vida de los niños que nacen hoy. “Ni siquiera sale en las noticias. La última vez que ocurrió algo así fue hace 360 millones de años”.
Rifkin cree que es hora de entrar en la tercera Revolución Industrial y adoptar una nueva infraestructura basada en el agua. Dijo: “El agua no es un recurso, es una fuerza vital. No podemos controlarla, solo adaptarnos a ella”.
Los cambios de paradigma, historió, repiten un patrón: “En un momento dado, emergen tecnologías redefinitorias y comienzan a fusionarse”. En el caso de las revoluciones industriales, juntaron tres elementos claves: un nuevo sistema de comunicación, una nueva fuente de energía y un nuevo modelo de transporte.Ahora estas tres dimensiones vuelven a mutar.
Según Rifkin, este nuevo modelo es descentralizado. “Las dos primeras revoluciones industriales se basaron en energías concentradas y escasas: carbón, petróleo, gas. Eran costosas, requerían inversiones masivas y estaban en manos de unos pocos jugadores globales”, explicó. En cambio, en esta nueva era, la energía solar, eólica y el acceso digital están descentralizados. “Estamos pasando de una economía de integración vertical a una de integración horizontal”.
El cambio climático no tiene fronteras y afecta a todos más allá de las políticas de los países. Para Rifkin, esto obliga a replantear el modelo de gobierno global. “Los Estados-nación son una reliquia de la Revolución Industrial. La nueva infraestructura que estamos construyendo no es nacional, es bioregional”, afirmó.
Los primeros ejemplos ya están en marcha. “En América del Norte, los estados de Washington, Oregón, Idaho y la provincia canadiense de Columbia Británica formaron Cascadia, una bioregión que gestiona recursos y responde colectivamente a la crisis climática”. Lo mismo sucede con la región de los Grandes Lagos, donde ocho estados de Estados Unidos y dos provincias canadienses administran el 20% del agua dulce del planeta. En Europa, Rifkin mencionó el caso de Occitania, los Pirineos y Cataluña, que integran su gestión territorial más allá de los límites nacionales.Para América Latina y el Caribe, la oportunidad es evidente. “México, América Central y del Sur tienen la mayor biodiversidad del mundo. Sus ecosistemas no siguen fronteras, y el gobierno del futuro debe reflejar eso”, sostuvo Rifkin. Además, propuso un modelo de infraestructura compartida: “¿Por qué no tener una red eléctrica continental, desde Alaska hasta Chile, basada en energía solar y eólica? ¿O un corredor de hidrógeno para el transporte?”.