1 de febrero de 2025
Medicamento contra la obesidad: beneficios, riesgos y dilemas éticos, según un análisis de la Universidad de Oxford

Un experto de esa casa de estudios británica y otro de la Universidad de Singapur, destacaron que la semaglutida ayuda a controlar el peso y la diabetes tipo 2. Por qué aseguran que el compromiso con hábitos saludables es clave para evitar el efecto rebote
Los efectos positivos no se limitan al peso, sino que el medicamento aporta beneficios en la reducción del riesgo cardiovascular. En el ensayo clínico SELECT, por ejemplo, se encontró que el uso de semaglutida redujo en un 20 % la probabilidad de eventos cardiovasculares mayores en pacientes con obesidad, independientemente de si tenían diabetes.
Recientemente, un equipo de científicos de los Estados Unidos analizó los riesgos del medicamento y publicó un atlas con los efectos adversos positivos y negativos en la revista Como informó También se observaron reducciones en el riesgo de desarrollar trastornos psicóticos (18%), enfermedad de Alzheimer (12%) y trastornos por adicción (13%).Por otro lado, el estudio expuso riesgos relevantes. Los usuarios de GLP-1 mostraron un incremento del 11% en el riesgo de artritis y un aumento del 146% en el riesgo de pancreatitis, una inflamación del páncreas que puede tener complicaciones graves. Los hallazgos refuerzan la necesidad de evaluar cuidadosamente los beneficios y los riesgos al recetar los medicamentos.Algunos críticos han calificado el uso de semaglutida como un “atajo” que reemplaza cambios en el estilo de vida. Ryan y Savulescu presentaron una perspectiva diferente.Además, recordaron que la obesidad es una enfermedad multifactorial y que el acceso a terapias efectivas no debe ser estigmatizado.
Los autores enfatizaron que la existencia de un tratamiento farmacológico no debe reemplazar estrategias de salud pública. Pero tampoco se le debe negar el acceso a quienes pueden beneficiarse con su uso por prescripción.
Frente a los que han señalado que la popularización de semaglutida podría reforzar la percepción de la obesidad como un problema individual en lugar de una cuestión de salud pública, los autores destacan la necesidad de separar el acceso a los tratamientos médicos del estigma social.“En paralelo con la prescripción de semaglutida, debería haber una educación pública y profesional concertada sobre las causas de la obesidad, las opciones de estilo de vida saludables y el respeto por los pacientes, con el fin de abordar conceptos erróneos y la discriminación”, expresaron.
“El medicamento semaglutida es una herramienta para el tratamiento de la obesidad, que debe ser considerada como una enfermedad crónica, que aumenta el riesgo de otras patologías como diabetes, infartos y algunos cánceres. De ninguna manera es un atajo fácil, sino que la indicación del fármaco se hace en el marco de la consulta médica junto con otras indicaciones que están relacionadas con la alimentación, el sueño y la actividad física”, afirmó la doctora Quevedo.
La experta, que es miembro de la Sociedad Argentina de Nutrición y de la Sociedad Argentina de Diabetes, consideró que, además de garantizar el acceso a los fármacos a quienes lo requieran, “los gobiernos nacionales o los organismos internacionales deberían promover más políticas efectivas para frenar el aumento de la incidencia de la obesidad, que incluso está afectando cada vez más a los niños”.