17 de diciembre de 2024
El crudo relato de la mujer a la que se le apagó el cuerpo mientras trotaba: “Quedé cuadripléjica en unas horas”
En 2020, Belén Domizio padeció mielitis transversa, una inflamación de la médula que la paralizó en forma total. Con fuerza física y de espíritu, asegura que superó los pronósticos médicos y acaba de publicar “El Camino de las Magnolias”, una novela autobiográfica
Como lo hacía todos los días, había salido a correr, pero, de pronto, sintió un dolor agudo en el pecho. Fue una especie de aviso incomprensible que se mezcló con el temor de que pudiera tratarse de una secuela del covid que había padecido poco tiempo antes. Trató de mantener la calma mientras su cuerpo comenzó a apagarse como si alguien hubiera desconectado un interruptor. Primero, dejaron de responderle las manos; luego las piernas. En apenas dos horas, el mundo físico dejó de pertenecerle.
“Quedé cuadripléjica en unas horas”, dice Belén, cuatro años después ante el público que la acompañó en un restaurante de Chacras de Coria, en Mendoza, durante la presentación de su libro El Camino de las Magnolias, la novela autobiográfica en la que cuenta todo lo que vivió.
“Yo estaba corriendo. Empecé a sentir que me dolía el pecho. Un dolor muy fuerte y pensé que me estaba dando un infarto porque las secuelas de post COVID eran muchas y se relacionaba a infartos o isquemias. Entonces fui a mi casa y le avisé a mi novio que me estaba sintiendo muy mal. Llamé a la ambulancia, me atendieron y a los 10 minutos sentía cómo seme adormecían las manos y fui al hospital. A las dos horas, mi cuerpo ya no respondía, quedé cuadripléjica. Pero alrededor mío, nadie se preocupaba por lo que me estaba pasando. Sentí que había cosas más importantes en ese momento. Me dijeron que era un ataque de pánico, me mandaron a comprar un clonazepan para tomar y que me durmiera... Nadie imaginó la dimensión que esto tomaría si hasta me dijeron que era porque estaba haciendo dieta. No sé, un montón de cosas así y subestimaron mucho el caso. Eso demoró el diagnóstico y demoró también el tratamiento; sabiendo que los primeros son minutos claves en esas cosas”, revive la joven.En todo ese tiempo, sintió cómo su cuerpo se volvía ajeno. “Recuerdo la desesperación porque no podía mover los dedos, ni respirar bien”. Andrés, su actual marido, se convirtió desde ese momento en el ancla que la sostuvo durante esa caída libre hacia lo desconocido.
Mientras estaba en la camilla del hospital volvió a sentir un dolor insoportable en el pecho y la espalda. Su voz quedó reducida a un hilo y le alcanzó para pedir clemencia. Fue cuando apareció un enfermero, para ella “un ángel”, que tomó una decisión que salvó su vida: le inyectó corticoides y eso detuvo el avance de la inflamación.“Sé que él no debería ni siquiera habérmelo puesto, pero siguió su intuición y lo hizo. Gracias a eso estoy viva, pero creo que mi destino era o terminar intubada o la muerte, porque estaba generándose una parálisis generalizada y yo ya no podía respirar. Por eso, digo que si no hubiese sido por él, hoy estaría muerta”, afirma Belén sin dramatismo.Mientras revive ese momento bisagra, al que le es imposible retornar sin emocionarse, asegura que no se ancla en la tragedia, sino en los pequeños milagros que le permitieron regresar. Al día siguiente, el diagnóstico fue mielitis transversa, una inflamación de la médula espinal. Su propio sistema inmunológico había atacado esa parte vital de su cuerpo, dejando un daño inmenso.Belén estuvo internada más de un mes. Los primeros diez días los pasó en terapia intensiva. Su voz era frágil, su cuerpo no respondía. La corredora, la jugadora de hockey, la mujer activa que nunca se quedaba quieta, ahora debía aceptar la parálisis como parte de su nueva realidad.Ese pequeño movimiento se convirtió fue su primera batalla ganada. La esperanza crecía en su interior y el deseo de recuperación se transformó en un objetivo absoluto. Cada paso en el proceso de rehabilitación tenía un significado monumental: volvió a aprender a hablar, a moverse, a comer. “Recuperar funciones básicas como ir al baño fue lo más difícil. Sentía dolor en todo el cuerpo, un dolor tan fuerte que dolía simplemente vivir”, lamenta.
La vida en el hospital mendocino fue apenas el preludio. Andrés, su pareja, entendió que necesitaban un cambio y no dudó en viajar a Buenos Aires para que su mujer siguiera su tratamiento en el Centro de Rehabilitación Fleni, “donde la exigencia era olímpica”, asegura. “Estar allí fue como entrenar para los Juegos Olímpicos. Tenía un cronograma intensivo: kinesiología, terapia, horarios estrictos”. El cuerpo, dolorido y frágil, comenzó a responder, centímetro a centímetro, músculo a músculo. Cada día mejoraba.“El mundo seguía, pero mi vida no. Quería hacerme una tostada y no podía. Todo lo que era normal, ahora era imposible”. La frustración se convirtió en un peso silencioso. Aún así, regresó a trabajar a la veterinaria con ayuda de una asistente, encontró sentido en lo que amaba. “Quería ir, al menos, para conversar con las personas que llevaban a sus animales. Estar ahí era mi cable a tierra”, afirma.
En ese proceso por volver a ella, Belén encontró algo inesperado: podía escribir. “No podía mover nada, pero tenía algo de motricidad en algunos dedos. Me pusieron un adaptador y pude escribir. Sentí que era una señal”.Así nació El Camino de las Magnolias, una novela autobiográfica que no solo relata su recuperación, sino que también cuenta su historia de amor. Andrés, aquel hombre que la acompañó en los momentos más oscuros, se convirtió en su faro. “Nos conocimos en la adversidad. Si no me hubiera pasado esto, tal vez no estaríamos juntos. Es nuestra historia de amor en este camino”, dice emocionada.
Hoy, Belén camina con independencia y libertad. Y aunque las secuelas persisten —las manos, la vejiga, los dolores—, su espíritu está intacto. Con felicidad en la voz luego de volver a verse cómo estuvo y cómo está, confía que su palabra favorita es “aceptación”, pero no desde la resignación, sino desde el poder de adaptarse y seguir adelante.El Camino de las Magnolias no es solo el relato de una recuperación sino la prueba de qué es posible reconstruirse aún cuando todo parece perdido. “Todo lo que te propongas, lo podés lograr”, enfatiza.