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25 de noviembre de 2024

20 años sin Adolfo Castelo: el humorista que cambió la televisión y se convirtió en pionero de la trasnoche radial

A dos décadas de la partida del icónico periodista, un recorrido por su trayectoria y el gran impacto que tuvo en los medios

>En los años 50, mientras la sociedad argentina vivía una intensa transformación cultural, un joven Estas colaboraciones no solo significaron su entrada a los medios, sino que también lo ubicaron en el epicentro de una escena cultural vibrante, donde el humor era tanto una herramienta de crítica como de entretenimiento. En este contexto, el joven periodista forjó las bases de una carrera que lo llevaría a convertirse en un referente del periodismo humorístico en Argentina.

Tras destacar en el periodismo gráfico, Adolfo encontró en la radio un nuevo escenario para expandir su creatividad. Durante las décadas de 1960 y 1970, participó en programas como Las Ventajitas en Radio Rivadavia y Bolsa de Gatos en Radio Continental, donde experimentó con un formato que combinaba humor, crítica y análisis social. Estas primeras experiencias en la radio consolidaron su habilidad para conectar con las audiencias a través de su característica ironía y un humor que invitaba a reflexionar.

Castelo utilizó la radio como un medio para explorar temas complejos a través del humor, demostrando que este formato podía ser tan innovador y profundo como cualquier otro medio. Su capacidad para reírse de las contradicciones de la sociedad, mientras mantenía una conexión íntima con sus oyentes, redefinió el rol del humorista en la radio argentina.

En los años 80, Castelo llevó su humor agudo e irónico a la televisión, un medio que, hasta ese momento, raramente combinaba información y sátira. Su incursión marcó una etapa innovadora en la historia televisiva argentina, comenzando con su participación en Videoshow, programa conducido por Enrique Llamas de Madariaga. Un detalle llamativo sobre la participación de Castelo en el programa era su peculiar manera de aparecer: siempre de espaldas a la cámara y sin que se mencionara su nombre al aire. Esto se debía a que su rol consistía en compartir chimentos políticos que supuestamente eran confidenciales.

Un episodio destacado fue cuando Castelo, en plena emisión, se presentó frente al Congreso de la Nación para anunciar que estaba “a la espera de que se inicien las sesiones de diputados”, pese a que el sistema democrático había sido eliminado desde 1976. En 1983 llegó a su fin, se convirtió en un programa emblema y en el antecedente de uno de los grandes éxitos de la pantalla chica.

El programa, que transformó el periodismo humorístico argentino, estuvo al aire hasta mediados de 1989. Sin embargo, los cinco integrantes originales compartieron pantalla solo durante los dos primeros años. A comienzos de 1988, ocurrió una división: Castelo, Repetto y Abrevaya permanecieron en el proyecto original, emitido por ATC, mientras que Guinzburg y Becerra optaron por un nuevo programa, Sin Red, el show de los enanos malditos, transmitido por Canal 13. Ya en 1989, Nicolás Repetto dejó el equipo de La noticia rebelde para trasladarse a Paraguay, al igual que el productor Ricardo López, quien más tarde asumió como Gerente de Producción del canal deportivo paraguayo.

Durante la década de 1990, continuó su prolífica trayectoria en los medios, adaptándose a nuevas audiencias y formatos sin abandonar su estilo característico. En este período, se unió a Guinzburg y Carlos Ulanovsky para conducir el programa radial El Ventilador, un espacio que exploraba temas sociales, culturales y políticos con el enfoque crítico e irónico que definía a Castelo. Este programa consolidó su posición como una de las voces más respetadas y singulares del periodismo humorístico argentino.

Su estilo único, marcado por la agudeza y una visión profundamente reflexiva de la realidad, transformó la manera en que los medios argentinos abordaban temas serios. Castelo no solo informaba: invitaba a pensar, reír y cuestionar, tanto desde el punto de vista del espectador como del lector.

Desde sus primeros pasos en revistas satíricas hasta sus innovaciones en la radio y televisión, Adolfo sentó las bases de un periodismo que combinaba humor y análisis, influenciando a generaciones de comunicadores.

En octubre de 2004, pocas semanas antes de su fallecimiento, Castelo fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires, un reconocimiento que destacó su contribución al periodismo y la cultura argentina. Este homenaje simbolizó el respeto y admiración que generó a lo largo de su carrera, no solo entre colegas, sino también entre el público que valoraba su inteligencia y sensibilidad para abordar los temas de la realidad.

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