4 de noviembre de 2024
Transformaciones y tensiones globales: cuáles son las cuatro fuerzas que reconfiguran el mundo actual

Sebastián Puig, analista del Ministerio de Defensa español, explica cómo en un planeta marcado por tensiones geopolíticas crecientes, un envejecimiento poblacional, avances tecnológicos y una crisis ambiental, hay factores que se entrelazan creando un entorno cada vez más incierto y desafiante
“¿Estamos preparados para lo que viene?”.
“Vivimos tiempos confusos y volátiles, con crisis más agudas y cambios rápidos”, afirma Puig, quien compara estas dinámicas con la tectónica de placas, cuyas fricciones y choques generan alteraciones profundas y permanentes.
“La creciente pulsión estratégica entre potencias y los rápidos avances tecnológicos generan un entorno donde el caos y la incertidumbre son la norma”, puntualiza.
La primera gran fuerza es la geopolítica, marcada por la intensificación de rivalidades. La competencia entre Estados Unidos, China y Rusia ha llevado a un resurgimiento del realismo político, donde el conflicto prevalece sobre la cooperación. Puig recuerda el impacto de la invasión rusa a Ucrania en 2022, que provocó una crisis humanitaria y económica global, alterando además las relaciones de poder en Europa. “Rusia volvió a ser percibida como una amenaza directa e inminente por sus vecinos europeos”, explica.Frente a este escenario, Europa intenta redefinir su papel buscando la tan mencionada “autonomía estratégica”, especialmente en defensa y tecnología. Sin embargo, Puig critica la respuesta europea, que considera lenta y fragmentada. “Se reacciona mal y tarde, a remolque de los acontecimientos”, señala.
Mientras tanto, otras regiones, como Oriente Medio y Asia-Pacífico, siguen siendo focos de tensión con implicaciones globales.Mientras tanto, los países en desarrollo, particularmente en África subsahariana, experimentan un crecimiento demográfico explosivo. “Más del 60% de la población africana es menor de 25 años”, menciona el autor, lo que genera una presión migratoria hacia economías más ricas. Europa, destaca Puig, enfrenta un dilema: necesita inmigrantes para sostener su economía, pero la inmigración masiva ha avivado tensiones políticas y sociales. “Las políticas de integración deben ser diferenciadas y multifacéticas”, aconseja, abordando tanto la inclusión laboral como la seguridad.
La tecnología, tercera fuerza, está transformando la sociedad a un ritmo sin precedentes. Puig enfatiza el impacto de la inteligencia artificial y la automatización, que ya están sustituyendo tareas rutinarias. “Más del 50% de las tareas laborales actuales podrán ser automatizadas en los próximos años”, alerta, lo que plantea interrogantes sobre el futuro del empleo. Sin embargo, también surgen oportunidades para trabajos que exigen habilidades creativas y tecnológicas avanzadas.Además, plantea preguntas éticas sobre cómo distribuir los beneficios tecnológicos de manera equitativa y cómo gestionar la transición sin dejar a sectores vulnerables atrás.
Finalmente, el medio ambiente y el acceso a recursos naturales son cuestiones críticas. La transición hacia energías renovables es urgente pero compleja. “La transición energética global requiere materiales como litio, cobre y tierras raras, cuya extracción está concentrada en pocos países”, explica Puig, destacando los riesgos geopolíticos de estas dependencias. La weaponización de recursos por parte de actores como China podría desestabilizar aún más las cadenas de suministro globales.El cambio climático exacerba la crisis de recursos. Sequías, inundaciones y fenómenos meteorológicos extremos afectan la producción agrícola y el acceso al agua potable. Puig destaca la disputa por la Gran Presa del Renacimiento Etíope entre Etiopía y Egipto como un ejemplo de tensiones crecientes por el agua. Además, advierte que “las migraciones climáticas se multiplicarán”, afectando a regiones ya frágiles.La conexión entre geopolítica y tecnología es evidente en la carrera por dominar sectores clave como los semiconductores y las energías renovables. Las instituciones globales, según Puig, deben reformarse para gestionar estos desafíos, aunque la polarización política dificulta estos esfuerzos.