28 de octubre de 2024
Por qué llegan a Primera los que tienen necesidad, cuándo Boca “te estropea” y de qué lo salvó Dios: profundo mano a mano con Erviti

El ex futbolista y actual entrenador aborda todos los temas y deja una serie de conceptos muy interesantes. La importancia de la fortaleza mental, la hipocresía del ambiente y por qué no se le abren las puertas de los equipos
-¿Cómo juega el talento? ¿O para ser futbolista es más importante la cabeza?
-¿Vos llegaste a Primera producto justamente de esa necesidad?
-¿Necesidad emocional?
-Sí. Necesitaba demostrarme que podía ser jugador después de recibir muchos golpes en la vida. Sentir que podía utilizar esa bronca a favor mío y no en contra de los demás. Interiormente quería demostrarles que iba a ser futbolista a los que decían que yo no podía jugar porque era chiquito. Eso me dio también la capacidad de entender por qué creían eso y buscar soluciones. A los 15 años, sabiendo que medía 1,50 metros, aprendí a saltar. Estuve un año y medio en una rampa con una pelota que iba y venía. Me superé. Después, en Primera, me mandaban siempre a marcar a tipos altos. O a despejar la pelota aérea cuando sacaba el arquero en vez de que venga el central a mi lugar. La necesidad estimuló mi inteligencia para sobrevivir en un mundo muy difícil.-¿Es cierto que hasta los 18 años jugaste sin arcos?
-Sí. Y un poco más también. Porque soy un producto del potrero. Un tipo que juega a cagarse de risa, a gambetear, a tirar caños. Mi papá lo único que me pedía cuando me veía jugar era que hiciera caños. El amaba eso. En el medio del partido me apuntaba a qué jugador le tenía que hacer un caño. Entonces, yo a los 19 años llegué a jugar al fútbol profesional sin arcos. En Inferiores nunca nadie me había enseñado nada. Hasta que llegó Víctor Doria, cuando ya tenía 17. Debuté en Primera sin entender qué era el fútbol de Primera. Yo en el área chica de San Lorenzo por ahí tiraba un caño. Hasta que una vez me agarró Ruggeri en una reunión mano a mano y me dijo: “Vos conmigo tenés respaldo para hacer lo que quieras, Walter, pero si San Lorenzo no gana lo tuyo no sirve para nada”. Ahí entendí que había algo más. Haber tenido a un tipo tan ganador como Oscar al principio de mi carrera me incentivó a ganar. Porque hasta ahí no me interesaba. Sólo quería que el que me marcaba se fuera a la casa arruinado por haberse comido uno o dos caños. Para mí eso era el fútbol.-A mí me gustaba tirarle caños a mi marcador. Sentía que era una humillación. Hasta que entendí que se trataba de otra cosa. Ahí tengo una historia que recuerdo mucho. Yo estaba en la Cuarta de San Lorenzo y no jugaba mucho. No me citaban. Y una mañana que jugaban San Lorenzo-Boca por la Copa Mercosur, Ruggeri me llamó para entrenarme con los que habían quedado afuera del partido. Arrancó la práctica. Córner en contra. La paré en el rebote, en la medialuna del área grande de espaldas al arco rival. En vez de reventarla, como haría cualquiera, me vinieron a presionar y tiré un caño. Fue un segundo donde yo sentí que era el tipo más famoso del mundo... Me di vuelta para seguir adelante. Y ahí mismo, el Pampa Biaggio me metió tal voleo en el orto que me caí encima de la pelota. Me patearon y se la llevaron. Pero enseguida vino otra jugada y metí otro caño. Me acuerdo que iban cinco minutos de una práctica a la que yo no iba nunca. Ruggeri entonces paró todo y me llamó. Yo pensé: “Me sacó a la mierda”. Oscar me miró y me dijo: “Andá a buscar la ropa que te vas a concentrar”. En ese momento arrancó mi carrera. O sea que el primer caño que valió la pena fue el que le hice al Pampa. Me dio la posibilidad de mostrar carácter y ciertas cualidades que al entrenador le gustaron. Todo rápido. Si hasta debuté en San Lorenzo sin que mi familia supiera que iba al banco.
-¿Cómo que no llegaste ni a avisar?-¿Vos sentías la necesidad de consagrarte para ayudar a tu familia?
-Mi papá nunca me hizo sentir que tenía que salvarlos a ellos. Pero como yo no tenía otra herramienta porque no estudié ni vengo de una familia adinerada, sí sabía que si quería tener una familia debía ser futbolista. No me iba a permitir que pasara necesidades. A tal punto que cuando jugaba en San Lorenzo, estaba de novio con mi actual esposa y le había pedido casamiento. Se acercó la fecha y ahí me anticipé: “Vero, no nos casamos. No tengo plata y no te voy a llevar a un lugar incómodo. Sí te prometo que nos vamos a casar más adelante, pero hoy no me puedo hacer cargo”. Ella, con todo el amor del mundo, me respondió que no era así, que no le importaba nada de eso. Igual, no me moví de mi lugar. “Valoro que no te importe. A mí sí. Lo tengo planificado. Como sé que mis hijos van a tener la posibilidad de estudiar, de divertirse y estar sanos”, le aseguré ese día. Todas esas necesidades yo las tenía en cuenta a la hora de aguantarme ser el número 23 en una práctica de fútbol en la que jugaban 11 contra 11. Me pasó en River, donde me probaron durante un año entero.-Yo fui a los 14 años. Me llevó Cacho Gonzalo, la misma persona que trajo al Burrito Ortega. Él habló bien de mí y me habrán visto algo. Pero no me ficharon. Me dejaron entrenando nada más. Te juro: había dos equipos, o sea 22 chicos. ¡Y el único que se quedaba afuera era yo! Me la banqué. ¿Por qué? Porque yo quería tener una familia. Quería tener hijos. Quería progresar. Pero no es fácil. No es que estaba estimulado. Mi mamá lloraba cada vez que venía de Mar del Plata para acá. Esa necesidad me dio fuerzas. Enfocado en las historias de hoy, aunque viví algo similar en algún punto, me da pena. Hay tanta necesidad en el país, el fútbol genera tantos intereses, que los chicos están en una selva. Me da lástima porque se pierden de vivir una etapa hermosa que no va a volver. Y más allá de que viven un momento muy lindo de ser futbolista, tampoco disfrutan jugar a los 17 ó 18 años, porque están pensando qué va a pasar cuando tengan 23, 30, 32, 40. Viven 20 años adelantado. A nosotros no nos preparan para el primer día ni para el último de futbolista profesional. Y son dos cambios bisagra en nuestras vidas. Porque pasamos de ser nada a ser todo. Y de ser todo a no ser nada otra vez...
-¿Y esa necesidad de jugar para formar una familia sí la sentías como una presión?-Vos llegaste a la Primera de San Lorenzo, Boca, fuiste campeón con Banfield, pisaste la Selección y sos adorado en Monterrey. ¿Nunca te pusiste a pensar qué hubiera pasado si dejabas ese día la cama en San Lorenzo?
-¿Cuándo conseguiste esa capacidad para distinguir que sólo tenés incidencia sobre lo que hacés vos?
-¿Después de leer la Biblia te empezaste a involucrar más? ¿Empezaste a ir a misa o no hace falta?
-¿De qué sentís que te salvó?
-¿Qué sentís cuando se dice que el fútbol es para vivos?
-Aunque estemos de acuerdo con ese concepto, hoy parece siempre tener razón el que gana.
-Todo desemboca otra vez en la cabeza. ¿Hay que tener una fortaleza especial para jugar en Boca?
-Te digo Boca porque es el mundo que conocés. Podría decir River también.
-¿Cómo es hacerle un gol a River jugando para Boca entonces?
-¿Al otro día te sentías Maradona?
-¿Cómo es para alguien que vivió esa exposición el momento de volver a ser uno más? ¿Extrañás esos días?
-¿En este rol de observador que ves cuando mirás el fútbol argentino?
-¿Cómo hacés para entrar a ese mercado como entrenador? Estuviste cerca de Independiente cuando finalmente fue Tevez. El propio Carlitos te bancó en su presentación.
-Necesitás alguien que confíe en vos. Capria vio algo en Gago cuando dirigió Aldosivi, aunque perdía, y lo propuso para Racing.
-¿Y cómo te diste cuenta finalmente que debías ir a Banfield?