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1 de octubre de 2024

Ezequiel Dellutri y una hermosa tarde de lecturas compartidas en un colegio de la Boca

El autor de “Mamerto mío” visitó a los chicos del Colegio María Auxiliadora, que durante septiembre trabajaron con su libro como parte del plan de estudios. El encuentro estuvo organizado por Ticmas

>¿Cuántos años tenés? ¿Estás casado? ¿Tenés hijos? ¿Cuándo empezaste a escribir? ¿Cuántos libros escribiste? ¿Cuál es tu personaje favorito? ¿Es una historia real? ¿Cuál es tu comida favorita? ¿Tenés un perro salchicha? ¿De qué signo sos? ¿De qué cuadros sos? Otra vez: ¿tenés hijos? ¿Sos millonario? ¿En dónde vivís? ¿A qué colegio fuiste? Otra vez: ¿cuál es tu personaje favorito? ¿Das clases? ¿En qué colegio? ¿Cuántos países visitaste? ¿Cómo se llaman tus hijos? Otra vez: ¿cuántos libros escribiste? ¿Te gustan los perros salchichas? ¿Qué día naciste? ¿Cuánto tardaste en escribir el libro? ¿Cuál es tu libro preferido?

“Sos un mamerto. No tengo otra forma de decírtelo: sos un mamerto, Darío”. Así empieza el libro. Darío es un escritor que tiene que empezar una novela, pero no se le ocurre nada. Pasa los días perdiendo el tiempo: mira policiales por streaming, reordena las plantas del balcón, cocina recetas raras, pasa horas mirando videos por YouTube. Y, entonces, sale al rescate Pascual, su perro salchicha, que, además, es el narrador de la historia. Pascual sabe cómo hacer para que Darío se libre del bloqueo y empiece a escribir. Es el héroe de la historia, aunque a Darío le cueste reconocerlo. La novela tiene humor, tiene misterio, tiene amor… Y las maestras contaban que los chicos la leyeron con una dedicación y un interés que no siempre se da en el aula.

—Nunca me pasó —decía la seño de 5°—. En una mañana leímos 72 páginas. Es impactante cómo captó la atención, cómo los enamoró el personaje con palabras que no son habituales, cómo se identificaban a veces con Pascual y a veces con Darío. Fue hermoso.

Pese a lo que cualquiera podría pensar, no a todos los escritores de literatura infantil les gusta visitar escuelas. Hay quienes no se sienten cómodos, no saben cómo sostener la conversación, no encuentran un tono o un registro. Y después están los otros, los que se entregan con ganas y se llenan de energía: Ezequiel Dellutri está entre estos. “Tengo 47 años”, “Estoy en pareja”; “Tengo dos”; “No hice la cuenta, pero escribí entre 30 y 40 libros”; “Me gusta la milanesa con puré”; “Tardé cuatro meses en escribirlo”; “Soy de Independiente”; “Vivo en San Miguel”; “El libro que les recomiendo es uno que se llama Los ojos del perro siberiano, de Antonio Santana”; “Le puse Mamerto mío porque es un insulto tierno”.

Pero en esta tarde de sol, los chicos no sólo querían saber cómo era la vida de Ezequiel, sino que también querían mostrarle a él lo que ellos habían hecho con la historia de Pascual y Darío. Entonces, después de las preguntas y antes de que se arme una larga fila para que cada uno se lleve su autógrafo —en el libro, en el cuaderno, en una fotocopia, en un papelito—, los chicos de 5° le regalaron un libro-álbum que hicieron con las escenas que más les había gustado de Mamerto mío y los de 6° le hicieron recorrer un mural donde habían pegado códigos QR para descargarse audios con las lecturas que ellos mismos habían hecho.

A veces pasan cosas inesperadas en las escuelas. Es algo único que tiene la escuela, un relámpago de la imaginación. Con la maestra indicada, con el trabajo oportuno, con el libro indicado aparece la magia.

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