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24 de septiembre de 2024

Contra el machirulismo, armaron la valija y salieron a comerse el mundo: las amo

Atravesaron mares, montañas y selvas. En bicicleta, en transatlántico o a caballo. Rebeldes, valientes y corajudas. Así son las protagonistas de Viajeras, la obra de Silvina Quintans que narra las aventuras de 10 mujeres que se animaron a viajar cuando el mandato era ser sumisas y portarse bien.

>“Todas las mujeres del libro tuvieron una valentía extraordinaria, como si quisieran demostrar al mundo que podían igualar e incluso superar las hazañas de los hombres. (…) ¿Qué empujó a estas mujeres a viajar? Los viajes nunca tienen un único objetivo y en las historias que se cuentan los motivos fueron de lo más variados. Algunas se unieron a misiones científicas y filantrópicas, otras se embarcaron para buscar a su esposo o reclamar una herencia y muchas otras por pura sed de aventura.” Viajeras, de la periodista y abogada Silvina Quintans, fue escrito en plena pandemia para dulcificar la vida en el encierro. ¿Qué otra cosa sino? Es que sentarse a escribir las historias de estas mujeres, que se animaron a ser libres y desafiar sus propios límites, le devuelve el alma al cuerpo a cualquiera. Y por ahí fue Quintans y le salió muy bien.

La historia de la periodista que dio la vuelta al mundo en 72 días (1889-1890) es el relato que abre la antología. Se llamaba Nellie Bly y escribía para el New York World, el diario del magnate Joseph Pulitzer. Y en esos años de mujeres hacendosas y machirulismo en esplendor, tuvo la osadía de decirle a su editor que ella iba a vencer el récord de Julio Verne de dar la vuelta al mundo en menos de 180 días. Y lo logró.

“La joven que alguna vez había temblado en la cubierta del Augusta Victoria, había logrado vencer todos los miedos para culminar su viaje extraordinario: Sentarse en una cubierta solitaria, con un cielo iluminado por las estrellas como única luz y oyendo el ruido del agua besando la proa del barco, es, para mí, un paraíso. Me pueden hablar de la compañía de un hombre, del esplendor del sol, de la suavidad de la luna, de la belleza de la música…pero denme una reposera en una cubierta solitaria, alejada del mundo, de sus prejuicios, sus preocupaciones y sus ruidos. (…) Déjenme descansar arrullada por el mar ondulante, en un nido de oscuridad aterciopelada, y que mi única luz sea el centelleo de las estrellas; mi única música las olas golpeando, serenando la mente y calmando el pulso y mi única compañía, mis propios sueños. Denme eso y seré plenamente feliz”, escribió Bly. Y yo también quisiera ser feliz así. Creo que un poco todas. ¿O no?

A la epopeya de Bly, la escritora suma otras: la de Anne Bonny y Mary Read, las que se vistieron de hombre para poder subir a un barco, Flora Tristán, la paria que viajó para cambiar el mundo y la argentina Ada Elflein, la cronista que alentaba a las mujeres a viajar. Sin olvidar a Annie Londonderry, que dio la vuelta al globo en bicicleta.

Pero la gaucha rubia quería más. Y la gran hazaña fue cuando un primero de octubre de 1950 una multitud se juntó en la plaza del Congreso para ver como Ana Becker, osada paisana del sur de la provincia de Buenos Aires, partía rumbo a Otawa. Pero: ¿y cómo pensaba hacer semejante cosa? A caballo, claro. Y lo hizo. Un poco accidentado al principio, pero lo logró. La proeza le llevó 4 años y cuando regresó fue en compañía de sus dos equinos, sanos y salvos, un cuaderno de viajes firmado por las autoridades de cada pueblo por el que pasó y un paquete de recortes periodísticos que documentaban su hazaña.

Hay bastante más pero no les voy a contar todo. Bueno, algo más sí. Cada uno de los relatos, que narra la periodista de viajes, es tan asombroso como inspirador. Más que nada porque enamora el hecho de que estas señoras hayan roto cadenas con tanto ahínco y convicción sin importarles un pito de nada: ni el qué dirán, ni los peligros, ni nada. Y así nomás y peleando contra quién fuera. Las tipas se tiraron a la pileta para cumplir sus sueños de viaje y aventura. Punto. Y por eso las amo.

Será por eso que al leer hay algo de romantico y también un dejo de nostalgia por esas figuras ejemplares que dejaron marca e inspiraron a tantas otras. Te deja pensando en qué habrá sido de esta estirpe valerosa que de un día para el otro se extinguió y desapareció como los dinosaurios. ¿Y que vino después? La nada misma. Nunca más este tipo de ser humano que se jugaba el todo por el todo. Que arriesgaba el pellejo. Que daba un salto al vacío. Y entonces me sobreviene una desazón. Vieron eso de que ¿todo tiempo pasado fue mejor? Bueno, eso. Y lo extraño.

♦ Es periodista y abogada.

♦ Fue colaboradora durante 12 años del suplemento Viajes del diario Clarín y colabora actualmente con la revista Lugares.

♦ Desde 2011 es columnista en Radio Continental, en el programa de Fernando Bravo.

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