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28 de agosto de 2024

Amenazas, detenciones arbitrarias y miedo: la estrategia represiva de Nicolás Maduro para imponer su fraudulento triunfo

Ya van más de 2.400 detenidos, más de 100 adolescentes entre ellos, que enfrentan cargos de terrorismo

>Edward Ocariz cocinaba su almuerzo en una barriada de Caracas cuando llegó la policía a su casa. “Usted se va con nosotros”, dijeron los agentes, mientras vecinos les gritaban “¡malditos!”. Es uno de 2.400 detenidos tras la cuestionada reelección de Nicolás Maduro en Venezuela.

Ocariz, de 53 años, vivía en Coche, barrio humilde en el oeste de la capital, donde denunciaba abusos del poder. Le imputaron delitos de “terrorismo, incitación al odio y escarnio en la vía pública” y lo llevaron a una cárcel de máxima seguridad.

Sol muestra videos del momento del arresto poco después del mediodía: él en chanclas, camiseta y pantalones cortos, esposado y escoltado por cuatro oficiales encapuchados. “¡Se lo están llevando!”, se escucha en la grabación. “¡Malditos! ¡Algún día van a pagar!”, gritan vecinos desde sus balcones en el edificio.

Maduro asegura que los detenidos fueron reclutados por la oposición para imponer violencia en el país.

Ya van más de 2.400 detenidos, más de 100 adolescentes entre ellos, que también enfrentan cargos de terrorismo.

Las desapariciones forzadas y detenciones arbitrarias pasaron a ser la nueva normalidad” con una “serie de patrones represivos”, denuncia la ONG de derechos humanos Provea, que reportó un promedio de 150 detenciones diarias en dos semanas. “Hemos pasado de un período de persecución selectiva a uno de persecución masiva”.

Maduro asegura que es garante de la paz y apela a la “unión cívico-militar-policial”.

Edward está en la cárcel de Tocuyito, habilitada junto a la de Tocorón para recluir a los detenidos. Ambos penales de máxima seguridad estuvieron por años bajo control de bandas criminales hasta que fueron ocupados por las fuerzas del orden en 2023.

Le pasa a José, que pide cambiar su identidad ante un “nivel de terror bastante alto”. Tiene dos amigos detenidos, hermanos de 23 y 27 años, que llama Luis y Carlos (tampoco son sus verdaderos nombres).

Luis y Carlos protestaron el 29 de julio en una céntrica avenida de la capital, que bullía de este a oeste entre llantas quemadas y banderas tricolor. “Se quería defender el derecho al voto” de “manera pacífica”, rememora José, de 31 años.

Fueron apresados luego de que policías “rompieran la reja” de su apartamento en el barrio de clase trabajadora La Candelaria, donde quedaron atrás su madre en “angustia permanente” y su padre enfermo. José asumió entonces la causa.

Toman apuntes, escuchan con atención, graban con sus celulares. “El familiar también es parte de este equipo”, destaca Alfredo Romero, director de Foro Penal, a decenas de personas perdidas en un mar legal. Abogados de esta ONG, reconocida por defender a “presos políticos”, ofrecen encuentros y asesorías gratuitas.

Las redes sociales sirven también como ventana para testimonios anónimos de venezolanos presos del miedo.

Me tocó pagar 750 dólares para que no metieran a mi hijo preso, tiene 19 años y sólo quiere vivir en libertad”, dice uno. “Yo tengo régimen de presentación solo por publicar en mi Instagram lo que se vive en Venezuela”, señala otro. “Esto es un desgaste mental, un psicoterror, ni siquiera sé cómo explicarlo”.

(AFP)

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