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23 de agosto de 2024

Esteban Valdés, el hijo de Don Ramón, recuerda al padre detrás del personaje: la intimidad familiar y sus últimos días

El escritor presentó “Con permisito, dijo Monchito”, una biografía en la que evoca momentos emotivos del actor y revela las enseñanzas que les dejó a él y a sus hermanos hasta el final de su vida

>Muy pocos personajes de ficción resisten el paso del tiempo y conservan el cariño de su público. Uno de ellos es Don Ramón, el icónico personaje interpretado por “No se muere quien se va, solo se muere el que se olvida”, dice el dicho popular y es sabido que ese hombre humilde, de pocos recursos pero mucho ingenio, que generó empatía y cercanía, jamás será olvidado. ¿Quién no tiene un personaje como Don Ramón en su entorno? Un padre de familia que tiene poca ropa, que hace changas informales para conseguir algo de dinero, que se atrasa en el pago del alquiler y hace malabares para que a sus hijos no les falte nada, podría ser cualquier padre en cualquier barrio de cualquier país.

Y así, igualito, era mi papá. Como el personaje que construyó”, recuerda “Cuento la historia detrás de cámara de Don Ramón, es decir, lo que sucedía en casa, en la intimidad y sobre todo, me enfoco en la época que no era tan famoso. Es la historia de un ser humano, entre comillas, común y corriente, y todas las dificultades que pasamos como familia: mi papá como esposo, como padre, pero siempre saliendo adelante, solucionando problemas de una manera creativa y hasta divertida”, explica sobre la biografía y agradecido por el amor con el que fue recibido en una breve visita por Argentina, en la que recorrió ferias del libro de todo el país.

Cuenta la leyenda y ratifica su hijo, que cuando Sobre aquellos años de su niñez, cuando las necesidades económicas crecían, el patriarca que ya trabajaba como actor, pero todavía no le habían llegado la popularidad y el dinero, pasó por distintos rubros buscando el sustento. “Todos los oficios que aparecen en la serie los hacía en la vida real. De eso vivía mi papá: haciendo muebles de madera, cortando el pelo, cocinando, trabajando de chofer”, recuerda Esteban. “Antes de ser famoso, hizo todas esas cosas para ganar un poco de dinero y llevar el pan para la casa. Las dificultades que pasaba Don Ramón también las pasamos. Un capítulo de mi libro se llama Las muchas casas y ahí repaso todos los lugares en los que vivimos, pero no porque fuéramos ricos, sino porque éramos pobres en la vida real y mi papá no tenía para pagar la renta por más que se esforzara para cubrir esos gastos”, agrega trazando otro paralelismo entre ficción y realidad.

La popularidad de Ramón Valdés cuando su personaje se volvió el vecino preferido de la vecindad cambió para siempre a la familia, al menos puertas afuera. En la intimidad todo continuó igual, salvo un cambio sustancial en las condiciones de vida. “Cuando mi papá empezó a trabajar con Chespirito, yo era un adolescente. Ahí recuerdo poder disfrutar de una mejor casa, mejores muebles, a veces hacer viajes, comer mejor comida, pero mi papá siempre se mantuvo y nos mantuvo a nosotros con un equilibrio para no depender de las cosas materiales para ser feliz. Es que si antes no las teníamos y éramos felices con papá, mamá y mis hermanas, ahora qué bueno que ya las tenemos, disfrutemos, pero de manera equilibrada”, explica sobre las enseñanzas de sus padres.

Esteban también rescata uno de los momentos más felices de su padre, o al menos desde su percepción. “Fue hermoso que tuviera esa satisfacción de darnos lo que durante muchos años no pudo. Y creo que uno de los mensajes también más importantes de mi libro y de la historia es el ser agradecido, el apreciar lo que tienes, el valorar lo más importante que es el amor de tu familia, de tus hijos, el saber perdonar, el compartir. Es la historia de una familia, con la única diferencia que el papá de esa familia llegó luego a convertirse en Don Ramón”.

El libro también aborda momentos difíciles, como la enfermedad y posterior fallecimiento de Ramón Valdés. Esteban detalla con emotividad ese tiempo, donde tuvo la oportunidad de acompañar a su padre durante sus últimos días. “Fue un privilegio cuidar de él, ofrecerle el amor y el tiempo que él me había dado”, evoca el escritor, que por aquel entonces tenía 28 años.

Tres días después lo estaban operando y llegó el peor diagnóstico: “Me duele mucho decirles esto, pero dadas las circunstancias y debido a lo avanzado del cáncer en su estómago, a Don Ramón le quedan máximo 6 meses de vida” –y continuó el médico– “Con quimioterapia podrían ser 8 meses, pero son terapias muy agresivas y eso es solo para retardar un poco el proceso. Aun así, lo que podría ayudar es lo siguiente: ustedes tendrán que asegurarse de que, en estos meses, limite tanto lo que come como lo que bebe”.

Luego de una breve cumbre familiar entre hermanos, definieron que lo mejor era no darle la noticia al actor, por ende no encarar ningún tratamiento y darle la mejor calidad de vida el tiempo que le quedara por vivir. Y parece que lo hicieron bien, porque el semestre se convirtió en tres años más. “Fui su enfermero, su acompañante de cabecera junto con todos mis hermanos. Dentro de lo triste fue algo muy hermoso porque aunque sabíamos que iba a morir, él todavía hacía bromas y se tomó tiempo para despedirse. En lo personal, llevo muchos años leyendo la Biblia y ese fue el mejor regalo que le pude dar, sentarse y escuchar un poco del tema de la esperanza, de volver a vernos, que es lo que la Biblia promete. Entonces murió en paz, tranquilo y bien”, cuenta reconfortado.

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